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«Los caciques» de Carlos Arniches llegan en innecesaria versión actualizada

Por Horacio Otheguy Riveira

Carlos Arniches tuvo un talento excepcional para captar personajes y lenguajes populares y burgueses, y dejó constancia de su trabajo en una obra versátil y prolífica. «Los caciques» es una denuncia del grado de corrupción imperante en España en 1920. Esta producción desconfía del original y lo actualiza con recursos que empobrecen el brillante humor y la dura crítica. Lo mejor: los actores/personajes en las antípodas: Juan Calot, el alcalde alegremente corrupto, y Fernando Conde, el pícaro timador reciclado en justiciero.

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Sombrero en mano, Fernando Conde en el papel de Pepe o Señor Ojeda o Rigoberto: un pícaro muy especial que dará vuelta la comedia. El primero a la derecha, Juan Calot: un alcalde corrupto que «cree» conocer todos los trucos.

 

No entiendo la necesidad de actualizar con subrayados tan exagerados como poner un par de telediarios con estilo de hoy en día, hablar de euros y otras menudencias, además de la eliminación de bastantes personajes tenidos por «accesorios». Todo esto, posiblemente superficial, termina afectando también al buen hacer de los actores, pues se ha empobrecido el tono satírico de la obra original.

La base es un enredo típico (ya conocido en otras obras anteriores y posteriores, como por ejemplo El inspector, de Nikolái Gogol de 1836) en el que un hombre es confundido con un enviado del gobierno para investigar en las cuentas altamente corruptas de una alcaldía, y se le intenta sobornar por todos los medios, sin que él entienda por qué.

El talento de Arniches le permite caricaturizar al mismo tiempo a la clásica parejita ñoña de los folletines…

— ¡Y nos dimos un beso!

— ¡¿Sólo un beso!?

— ¡Pero qué beso!

 

… como también al feroz drama de celos imperante en las obras burguesas de la época, sin olvidar a los sumisos seguidores del señor alcalde. Todo esto está aquí marcado como deprisa y corriendo, con escasa gracia, a fuerza de un anacronismo muy grande, pues hay situaciones características de los años 20 que encajan mal o no encajan fuera de contexto.

La actualización hace que el espectador se encuentre en ninguna parte, en ninguna época concreta, aunque a cada rato se le hace ver que está sucediendo aquí y ahora. La obra en su ámbito natural presenta una riqueza de situaciones cómicas y sugerencias ideológicas mucho más interesantes, además de que resulta obvio que el impacto social de entonces se refleja en el presente.

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Una de las escenas más logradas, con su punto de humor grotesco. (Juan Calot, Marisol Ayuso, Fernando Conde).

Es muy bueno el vestuario de Alfonso Barajas, y brillante su escenografía, aunque ésta resulta dañada por la concepción escénica y los audiovisuales.

Todos los intérpretes cumplen adecuadamente dentro de una puesta en escena muy monótona, plana, sin acentos destacables. Salvan la situación y permiten entrar en el mundo del gran autor, dos excelentes actores como Juan Calot, en un personaje que es a la vez antipático y gracioso en su torpeza, y Fernando Conde, en el sorprendente papel de un pícaro de mucho cuidado que se transforma en el más justo.

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Los caciques

Autor: Carlos Arniches (1866-1943)

Versión actualizada: Juanjo Seoane, Ángel F. Montesinos

Dirección: Ángel Fernández Montesinos

Ayudante de dirección: Alejandro Navamuel

Intérpretes: Víctor Anciones, Marisol Ayuso, Juan Calot, Fernando Conde, Óscar Hernández, Alejandro Navamuel, Elena Román, Raúl Sanz, Juan Jesús Valverde

Escenografía y vestuario: Alfonso Barajas

Iluminación: Carlos AlzuetaPpDHkLEhhwGUUTDb4yKHCQxgXlN6b_ERs9wfj80vayw

Videoescena: Álvaro Luna

Producción ejecutiva: Alberto Closas

Teatro María Guerrero. Hasta el 22 de noviembre de 2015.

Teatro Marquina, del 20 de enero al 21 de febrero de 2015.

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