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«Madre Coraje» sobrevive en el negocio de la guerra en un gran trabajo coral

Por Horacio Otheguy Riveira

 

Madre Coraje y sus hijos la escribió el alemán Bertolt Brecht en pleno furor nazi, exiliándose en diversos países. La dirigió él mismo en 1949, tras nuevos ajustes. Aquí y ahora, 66 años después, es un clásico del siglo XX de poderoso interés por las muchas lecturas que genera.

Esta versión abrevia, recompone, respeta y arriesga hasta lograr una gran labor de equipo al servicio de una mirada excepcional del teatro sobre la guerra y los humanos intereses: mientras los de arriba entretejen su feroz negocio a base de cadáveres, una mujer necesita mucho coraje para sobrevivir con el inmoral ingenio que procura el hambre.

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No dejaré que me hablen mal de la guerra.

Dicen que destruye a los débiles,

pero esos revientan también en la paz.

 

Ya a mediados de los años 30 Europa volvía maltrecha de la Primera Gran Guerra (1914-1918) que dejó 12 millones de muertos. Ignoraba que poco después comenzaría otra, siempre con el mismo afán «recaudatorio» en el que la codicia de los más fuertes imponía su baño de sangre para apropiarse de nuevos países y fortunas.

Para muchos la esperanza se centra en la revolución soviética, la primera puesta en práctica de la teoría marxista para derrotar al capitalismo. Esto sucede en un lento proceso nacido en 1917, a finales de la Primera Guerra Mundial en la que Alemania intenta hacerse con más territorios y más poder, pero lo pierde todo. Las potencias triunfantes le hacen morder el polvo amargo de la derrota y fluyen los cantos desesperados capitaneados por Adolfo Hitler como el hombre ideal para convencer a las masas de que los judíos y los comunistas tienen la culpa de todo, mientras la gran burguesía del país planifica su enriquecimiento en medio de una pobreza generalizada.

Nacen los nuevos esclavos al servicio del poder tecnócrata de las grandes empresas y de la guerra, un espléndido negocio, forjadas sus armas con las manos de los nuevos esclavos: todos los judíos (la gran excusa) mezclados con cuanta minoría encuentren a su paso: homosexuales, opositores de todo tipo, escritores, periodistas, artistas. Cualquier opositor será un buen trabajador al servicio del nuevo poder, mientras los que no les sirven pasan por los hornos crematorios de los campos de concentración.

Desde el comienzo y hasta el final, Bertolt Brecht lucha denodadamente por enriquecer ideas que se habían puesto sobre la poderosa escena alemana desde finales del siglo XVIII. El desgarro de acontecimientos sociales y económicos brutales combina con la guerra como un desafiante nuevo negocio al que hay que enfrentarse con una nueva manera de encarar la amarga realidad. Contra el fenómeno del melodrama que deja a los espectadores exhaustos a fuerza de derrotas y lamentos, se eleva una Teoría del distanciamiento, donde las emociones cambian, se desarrollan entre datos realistas a través de canciones, los personajes viven y muestran su existencia, discuten entre sí y permiten al público analizar lo que sucede a su alrededor.

Entre sus obras maestras, Madre Coraje es la primera que avanza sobre el revolucionario criterio de un teatro político total, con muchos puntos en común con otras piezas también extraordinarias como Santa Juana de los mataderos (capitalismo feroz y una voluntariosa benefactora que se revoluciona «en un mundo contrario a la razón») y La resistible ascensión de Arturo Ui (Hitler en la piel de un gángster de Chicago): tres obras en las que los trabajadores no pueden tener la moral de sus amos: deben sobrevivir a cualquier precio.

Madre Coraje como símbolo del antihéroe

Bertolt Brecht es un hombre de izquierdas y Paul Dessau un músico volcado en la lectura comunista del arte, compositor para muchas obras del cine y el teatro. Se reencontrarán al final de la guerra en el teatro fundado por el propio Brecht en Alemania del Este, el Berliner Ensamble donde al fin Madre Coraje tuvo la versión que el autor quería, dirigida por él mismo y con arreglos musicales del propio compositor original. Desde aquel 1949, muchas son las versiones que giran por el mundo, con muchas discusiones estéticas e ideológicas entre los propios admiradores del escritor, y notables diferencias entre unas y otras, sobre todo en la concepción de la protagonista, a menudo demasiado valorada como una gran mujer, cuando en realidad es un arquetipo inmoral que mantiene vivo el coraje de sobrevivir, aprovechando las necesidades de una guerra muy política entre católicos y protestantes que duró 30 años.

En esta versión queda enmarcada en un juego escénico muy austero, con brillantes recursos (como el de la carreta de la familia que facilita varios decorados) para que el recorrido por la miseria y la muerte de esta familia expanda su vigoroso testimonio entre momentos encantadores: cantan todos en alemán y en castellano, permitiendo que el espectador se aleje del drama, comparta con los personajes sus primitivas necesidades, y después comprenda la suicida pasión de los jóvenes hijos por ir a una guerra donde poder ser héroes y volver triunfantes, liberados de una madre exigente.

La carreta va y viene, gira y gira, los personajes deambulan entre el realismo y el grotesco hasta alcanzar el implacable final en el que con todo el viento en contra, Madre Coraje sigue su camino aferrada a una esperanza que nadie se atreve a decirle que no será posible mantener durante mucho tiempo.

Un trabajo en equipo donde en varias escenas los personajes se funden compartiendo sabiamente el territorio de la protagonista, pues todo el cuerpo social de la representación tiene el color y la dinámica de un teatro épico de gran alcance.

 Otras voces, otros ámbitos

Madre Coraje se estrena en lengua castellana en 1954 en Buenos Aires, con Alejandra Boero, quien se convertiría poco después en una musa del teatro Off con un enorme poder de convocatoria, actriz-directora de Nuevo Teatro, una compañía pionera en el teatro Independiente de Hispanoamérica.

Le sigue la uruguaya China Zorrilla, y en los 60, ya en España, Amelia de la Torre. La última versión la dirigió Gerardo Vera con Merce Arènaga, Malena Alterio, Carmen Conesa, Walter Vidarte, José Pedro Carrión, en una espléndida versión muy diferente a la aquí comentada. Otras actrices españolas que se ocuparon del personajes fueron Rosa María Sardá en castellano, dirección de Lluís Pasqual, y Vicky Peña en catalán, dirección de Mario Gas.

 

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Una prostituta (Silvia Garzón) y Madre Coraje (Carmen Gallardo): aliadas en la picaresca contra el infortunio.

 

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Autor: Bertolt Brecht

Adaptación y dirección: Ricardo Iniesta

Ayudante de dirección: Asier Etxaniz

Música: Paul Dessau

Arreglos musicales: Luis Navarro

Intérpretes: Carmen Gallardo, Lidia Mauduit, Raúl Vera, Silvia Garzón, Manuel Asensio, Jerónimo Arenal, Raúl Sitio Iniesta, María Sanz

Coros y coreografías: Actores Grupo Atalaya

Espacio escénico y escenografía: Actores y director

Vestuario: Carmen de Giles

Iluminación y coordinación técnica: Alejandro Conesa

Lugar: Naves del Español, Matadero. Sala Fernando Arrabal

Fechas: Hasta el 4 de octubre de 2015.

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