Propósitos de una (novata) crítica literaria para el nuevo curso

Por Anna Maria Iglesia

@AnnaMIglesia

criticoEs primero de Septiembre y puede que muchos de ustedes esperen encontrar en las próximas líneas un resumen de las novedades editoriales que ocuparán las mesas de las librerías durante los próximos meses.  No será quien les escribe quien critique dicha expectativa, al fin de cuentas en las últimas semanas han sido múltiples los artículos que, con mayor o menor acierto, han avanzado y comentado las publicaciones editoriales de este nuevo curso. Entiendo, incluso, comparto sus expectativas, pero temo que debo anunciarles que voy a defraudarles en el cumplimiento de las mismas: tras varias elucubraciones y sobre todo en el intento –no sé si desesperado o de pura conveniencia- de huir de toda repetición -¿por qué escribir sobre aquello sobre lo que todos han escrito ya?- y de evitar olvidos en el momento de señalar las novedades literarias –y no-, he decidido obviar el tema. Sin embargo, no crean que esta elección se debe sólo a motivos de conveniencia, que también, se debe en parte a la convicción de que de la misma manera que cada treinta y uno de diciembre redactamos, ni que sea mentalmente, los propósitos para el nuevo año no está de más que en el inicio del nuevo curso editorial desde la crítica y/o reseñismo se postulen unos propósitos para los próximos meses. Sí, es cierto, que por definición los propósitos quedan sin cumplir, pero ante el actual contexto cultural en el que la crítica, salvo algunas excepciones, parece haber abdicado del rigor que le debe ser supuesto y de haber perdido el carácter de referencialidad que un día –ya no recuerdo cuando- tuvo, expresar unos propósitos, de enmienda o de  buenas intenciones, puede que no esté de más. Sin embargo, lejos de mí de considerarme quien para afirmar cuáles son los propósitos necesarios para la crítica literaria; además, ¿cómo condenar a nadie al incumplimiento de unos propósitos que ni tan siquiera ese alguien ha decidido? Por ello, he aquí que los que aquí sigue deben considerarse única y exclusivamente los propósitos críticos de quien firma el artículo. Propósitos que yo he decidido ponerme y plantearme, consciente y temerosa de su más que seguro incumplimiento –la visceralidad, de la que a menudo peco, no es buena consejera en el mundo del análisis crítico-. Sin intención de imposición y menos todavía de establecer canon o dogma, ahí les dejo algunos de mis propósitos,  que, al fin y al cabo, no son otra cosa que ideas y apuntes de lo que una humildemente cree que debería ser una nueva y renovada crítica literaria. Si alguien ve en los próximos apuntes alguna idea interesante, alguna propuesta que considere digna de ser tomada en cuenta, sírvase usted mismo, será un orgullo para mí. De lo contrario, sean estas ideas unos apuntes de una novata impregnada de utopía:

  • La crítica es siempre a posteriori: los libros se comentan críticamente una vez publicados y, sobre todo una vez leídos
  • Promocionar un libro es una cosa, la crítica y el reseñismo es otra
  • Argumentar con razones el valor literario o falta del mismo. Las críticas no son el espacio para decir “me gusta” o “no me gusta”, para dichas afirmaciones está el bar.
  • La crítica siempre será dirigida a la obra: la crítica nunca podrá ser ad hominem, la crítica nunca podrá ser la excusa para el desprestigio y el menosprecio de la persona. La crítica deberá ser contundente y no condescendiente con la obra literaria, pero nunca insultante hacia el autor en tanto que persona.
  • La crítica literaria es una ciencia humanística, no un arma contra las enemistades
  • La crítica literaria es una ciencia humanística, no un panegírico para interesados elogios
  • Se leerá el libro, no el autor: los prejuicios, cuya existencia es indudable, deberán ser dejados de lado. La admiración ciega, también.
  • Leeremos las obras, sin preguntar al autor de dónde viene, cuántos años tiene, qué formación tiene, si tiene otra profesión, si está casado o hace el pino puente
  • Los grandes nombres no nos cegarán
  • Incluso el mayor de los académicos puede fallar y el autor más joven brillar con su primera obra. Y viceversa
  • No me haré mala sangre con determinados e innombrables productos –que no libros- y con determinados firmantes –que no autores ni escritores. No dedicaré espacio para criticarlos, mas dedicaré tiempo y espacio a las obras y autores que lo merecen
  • Sin embargo, desconfiaré de quienes no consideren la literatura y su obra seriamente y con compromiso. La palabra escrita obliga siempre a un compromiso hacia ella y hacia los lectores.
  • Tener largas colas de firmantes no es sinónimo de calidad literaria. No tenerlas, tampoco
  • Vender mucho o vender poco son categorías económicas, nada dicen las ventas del valor literario de las obras
  • La crítica no busca el aplauso: si debe remar contra corriente, lo deberá hacer
  • No traicionaré lo que creo: la coherencia y la honestidad con cada palabra escrita y con cada obra reseñada deberá presidir cada crítica firmada y publicada.

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