«Adentro»: cuatro personajes en sus cuatro prisiones. Tangos y mates en un drama universal
Por Horacio Otheguy Riveira
«Adentro» es la representación teatral de una familia argentina por un gran elenco de la misma nacionalidad, dirigidos con maestría por el español Tristán Ulloa, y encabezado por una actriz-autora excepcional: Carolina Román. Hermoso mestizaje. Una armónica expresión artística tan valiosa que trasciende el costumbrismo original para adquirir la fuerza poética de un drama universal.
Todo transcurre en el barrio porteño de la Chacarita (donde está el cementerio del mismo nombre con Gardel ingresado desde los años 30) con su aderezo natural: patio, música, mates, bizcochitos de grasa y medialunas, velas a pilas para la Virgen María; con plantas que se riegan con cariño, de donde salen hormigas que se protegen de la lluvia, una anciana que se inventa lindas historias para no sufrir, y jóvenes que sufren tras el envoltorio de una vida hecha de pequeños-grandes engaños y los ojos llenos de lágrimas.
Una historia que podría trasladarse a Lavapiés o al Barrio de La Concepción de Madrid, o a cualquier barrio popular hispanoamericano, donde se cuecen lentamente las amarguras de vidas de clase baja, del suburbio de la ciudad que se va devorando el alma de su gente sin recursos, y mientras tanto trepan por sus paredes bailes, canciones y ensueños, y bajan a ras de tierra abrazos que se quieren buenos, abrazos perversos que hacen eterna la soledad del que espera el milagro de alguna pasión que sólo depare buena fortuna; pero sobre todo, gente que sobrevive con ilusiones que suelen mirar hacia fuera: alguna clase de pasado glorioso o de refilón un lejano país del que se esperan las maravillas que la patria niega, o acaso menos todavía, nada más que unos labios que cada tanto reciban el cálido aliento que surja de otros labios.
Valiosa superación del costumbrismo
El teatro costumbrista es un género con gran tradición en España (glorioso padre Carlos Arniches) y también en Argentina (donde el inmigrante español y el italiano han tenido poderoso protagonismo en el teatro de Gregorio de Laferrere y Armando Discépolo, y en todos los autores posteriores reflejando conflictos de clases). Así las cosas resulta muy interesante que esta función supere los límites de una tradición porteña (no es en realidad una tradición argentina, sino porteña, de Buenos Aires) muy localista para ascender hacia conflictos universales.
Más allá de las fronteras o buscando entre lejanos orígenes «de abolengo», los personajes sobreviven en una penuria dulce que reivindica ese baile triste que es el tango como expresión de un dolor que no encuentra otro asidero, lo mismo que en tantos barrios españoles inundan los hogares su copla y su flamenco, poesía grande, dramática y a ratos divertida, como aquí cuando suena el veterano cantor con temas de la picaresca o de la victoria personal, como contrapunto a una agonía que no cesa. Y van del tango a un renovado cancionero popular.
Drama duro y circular tratado con la delicadeza de una pieza musical para cuarteto a la hora de la siesta; una historia en la que la desesperación se expresa de pronto en un sollozo que se procura esconder o una búsqueda de gran festejo imposible, o en besos que se necesitan lentos, «con mimos», para un regocijo de altura por parte de una mujer que va madurando aspirando a una fuga que quizás no llegue nunca.
Entre tangos y mates, cada personaje cuenta con su propia prisión. Lo mismo el reo que tiene para rato en la cárcel (Dónde voy a estar mejor yo), que todos los demás, aparentemente libres.
Él es El Negro, y entre rejas le llaman La Peligro: un tipo duro y blando, brutal (arranca la braga de su chica para confirmar si huele a otro macho) y a la vez un pobre pibe que se desarma si ella no lo besa y le promete visitas. Es peligroso y machote, pero con una debilidad femenina: las cremas para mantener la piel lozana.
En estos detalles la historia se desarrolla en torno a traiciones no denunciadas, carcomidas en los rincones más oscuros de la soledad de cada uno, suma de frustraciones alrededor de un incesto con su cuota de violencia, de poesía y destino cruel que ninguno se atreve a torcer, a romper, a reinventar.
En la pequeña Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero, los cuatro formidables actores pronuncian palabras que vienen de dentro, de muy adentro, cada uno ha hecho del amasijo de su tragedia, una comedia para larga supervivencia, con una que otra broma que aderece la pena como una cereza en la cima de una tarta.
Palabras al acecho en un ritual incomparable
Adentro es un texto escrito por su protagonista: Carolina Román, una actriz que interpreta con gran economía de recursos la dolorosa experiencia vital de quien vive atrapada en un círculo vicioso del que intenta escapar, pero no se siente capaz de vivir fuera de él.
Entre gestos ínfimos o amplios, la sensualidad de su bello cuerpo se expresa con la elegancia de un felino en el que cabe como un guante la bondad de una chica de barrio incapaz de hacer daño, y suficientemente fuerte como para resistir la injusta bofetada de una madre en pleno delirio.
Una creación en el texto (bebiendo de clásicos y volando con alas propias), y otra creación en escena, emocionalmente tan intensa que a fuerza de silencios y lágrimas contenidas involucra al espectador de tal modo que hay que reprimir las ansias de dar el salto, irrumpir en el escenario y huir con La Negra/Carolina Román cual salvador a prueba de balas, dispuesto a todo para sacarla de ese infierno.
Pero seguro que ella no aceptaría correr ese riesgo, como tampoco Marga (Araceli Dvoskin, una madre terrible, una madre sublime) ha querido reconocer las envenenadas relaciones sexuales interfamiliares, o la capacidad de autoengaño de Male (Noelia Noto, fascinante encarnación de una desolación incapaz de perder la compostura).
Con cada elemento de la escenografía, en el más mínimo detalle, cada sonido —desde el canto del pájaro verdadero en su jaula hasta la variedad de temas musicales—, Adentro resulta una composición teatral en franca superación de las de por sí estupendas funciones conocidas de Carolina Román (En construcción, Luciérnagas).
Adentro es una historia de dependencias emocionales en el seno de una familia muy enrocada sobre sí misma, con apenas vínculos con el mundo exterior. Sin juicios, nos permitimos transitar por ella. (Tristán Ulloa)
Adentro
Autora: Carolina Román
Dirección: Tristán Ulloa
Ayudante de dirección: Diego Sabanés
Intérpretes (por orden alfabético): Nelson Dante, Araceli Dvoskin, Noelia Noto, Carolina Román
Escenografía: Alexandra Alonso-Santoclides
Vestuario: Clara Bilbao
Iluminación: Eduardo A. Chacón
Espacio sonoro: Nelson Dante
Caracterización: Perucha
Fotos: marcosGpunto
Coproducción: Centro Dramático Nacional y Adentro Teatro
Lugar: Teatro María Guerrero. Sala de la Princesa
Fechas: Del 15 de abril al 17 de mayo 2015. REPOSICIÓN: del 20 de abril al 22 de mayo de 2016 en la misma sala.
Magnifico trabajo Sr. Otheguy, elaborado, bien narrado, completo y, sobre todo, consigue que se te despierte el interés por ir tú misma a conocer y disfrutar la obra. Muchas gracias
Con esta crítica-prologo ha despertado mi enorme interés por ver este nuevo trabajo como autora y actriz de la estupenda Carolina Román.
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