“La carta robada” y Chevalier Auguste Dupin, el detective de Poe
Por Cristina G. F. de @abrirunlibro
Chevalier August Dupin, fue un personaje de ficción creado por Edgar Allan Poe -Boston, 19 de enero de 1809 – Baltimor 1849, escritor, poeta estadounidense y maestro de los relatos cortos así como de las historias de terror-, y está considerado como el primer detective de la literatura de ficción. Su primera aparición fue en Los crímenes de la calle Morgue (1841) -quizás el cuento más conocido-, volvió a protagonizar El misterio de Marie Rogêt (1842) y, por último, La carta robada (1844).
La “trilogía” de Edgar Allan Poe donde el detective del intelecto, C. August Dupin será el protagonista, se la considera la precursora de los investigadores de ficción -entre ellos el personaje de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle o Hércules Poirot de Agatha Christie -, y sentó las bases del futuro género policial en aquella literatura donde se utiliza la deducción y la observación como parte fundamental en una investigación criminal, siendo indispensable adentrarse en la mente del malhechor para saber qué piensa y cómo actúa.
C. August Dupin -caballero erudito de París que en sus ratos de ocio ofrece su ayuda a la policía aunque no es detective profesional-, es poeta y algo excéntrico. Fuma en pipa de espuma de mar –la espuma de mar es un mineral con el que se fabrican algunas de estas piezas de fumador-, y pasa las noches junto a un amigo anónimo en su biblioteca privada, cada uno de ellos en silencio y concentrados en sus propios pensamientos o en sus lecturas. En La carta robada –The Purloined Letter-, una de esas noches irrumpirá en la casa de Dupin el prefecto de la policía de París solicitando ayuda para recuperar una misiva robada, en los aposentos reales, a una dama de la alta sociedad. Se conoce el autor de dicho robo ya que hubo testigos del hecho, pero el prefecto, a pesar de aplicar la lógica deductiva de Dupin, no logra hallar la misiva. Carta que llegará a tener un peligro político importante si no se recupera.
Tres son los personajes principales de este relato: el propio C. August Dupin, su amigo sin nombre -quien nos narrará en primera persona las aventuras de Dupin-, y el prefecto Monsieur G. A pesar de ser, quizás, el cuento menos valorado de la trilogía de este detective, La carta robada es posiblemente donde más se aprecian las dotes deductivas de este investigador y sabremos a través de un largo monólogo del protagonista, cuando explica a su anónimo amigo cómo llegó a averiguar dónde se hallaba la misiva, qué artimañas utiliza para recuperarla y también, muy importante, cómo recibe por primera vez, una recompensa económica.
“El mundo material -continuó Dupin- abunda en estrictas analogías con el inmaterial, y ello tiñe de verdad el dogma retórico según el cual la metáfora o el símil sirven tanto para reforzar un argumento como para embellecer una descripción. El principio de la “vis inertiæ”, por ejemplo, parece idéntico en la física y en la metafísica. Si en la primera es cierto que resulta más difícil poner en movimiento un cuerpo grande que uno pequeño, y que el impulso o cantidad de movimiento subsecuente se hallará en relación con la dificultad, no menos cierto es en metafísica que los intelectos de máxima capacidad, aunque más vigorosos, constantes y eficaces en sus avances que los de grado inferior, son más lentos en iniciar dicho avance y se muestran más embarazados y vacilantes en los primeros pasos.”
Curioso y enriquecedor relato donde teniendo en cuenta la fecha de publicación (1845), se aprecia como un cuento contemporáneo y moderno ya que posteriormente hemos leído innumerables relatos de detectives en la literatura muy semejantes a Dupin. Con una línea argumental precisa y descrita al detalle, el triunfo de Dupin, tanto moral como económico, nos dejará una sonrisa de satisfacción y de reconocimiento en el momento de finalizar la lectura. Una lectura corta y gratificante.
La carta robada. Edgar Allan Poe.