L: de vehículos y hombres
Por Jaime Fa de Lucas.
L (2012), no es una errata ni un fallo del corrector, así se titula, dirigida por Babis Makridis. Los que hayan oído hablar de la nueva oleada de cine griego –Lanthimos, Tsangari, Lygizos…– sabrán por dónde se mueve esta película. Como el propio Makridis la define, trata de “un tipo que pierde la sensación de estabilidad y decide cambiar, convertirse en otra cosa, unirse a otra comunidad, ser parte de otro grupo, empezar una nueva vida”. Por supuesto, su entorno más cercano, familia y amigos, no acabarán de estar de acuerdo con sus decisiones.
Estamos ante un film que cuestiona varios aspectos de la sociedad y pone de manifiesto la necesidad del individuo de pertenecer a algo, más allá de su rutina laboral –como abeja de la colmena produciendo miel–. El conjunto bien podría entenderse como una metáfora de la sociedad contemporánea, donde uno busca solidificar su identidad a través de la pertenencia a determinados colectivos. Toda esta odisea del protagonista por formar parte de algo –la idea de “odisea” coge más fuerza al final de la película– se desarrolla de manera bastante original. Aparte de los “cambios ideológicos” que estructuran la película y que ya de por sí tienen un ingrediente particular, el absurdo, los simbolismos, las interpretaciones, el uso de las cámaras… aparecen como una brisa fresca en los ojos del espectador. Recursos que fácilmente chirrían en otros largometrajes, aquí resuenan con cierta armonía.
Habría que destacar lo que el propio Makridis describe como el desapego, una predisposición a que las cámaras y los actores sean fríos, gélidos, sin apenas mostrar una emoción, ni un parpadeo –esto también se aprecia en otras creaciones griegas–. Algunos paladares verán esto como algo artificioso, sin embargo, no hay que olvidar que la propuesta pretende ser una comedia y que el artificio, en este caso, refuerza el lado cómico de la filmación. También podríamos remarcar la dimensión onírico-paranoide que aparece a través del protagonista y algunos pinchazos que da el director a la cultura audiovisual americana –sobre todo uno en referencia a Lynch, bastante divertido–.
L es una película difícil, no por su complejidad sino por lo inusual de sus recursos y su desarrollo. Creo que hay que tener bastante paciencia y apertura mental para disfrutarla. Honestamente, no considero que sea una obra maestra del cine, pero sí que es una composición interesante para salir de lo convencional, expandir nuestra perspectiva cinematográfica y sacar algo en claro sobre nuestra sociedad y el mundo actual.