Formidable Ángela Cremonte en «Inmunidad diplomática»
Por Horacio Otheguy Riveira
Un policiaco en ambiente diplomático. Un policiaco español con buenos ingredientes de serie negra —más francesa que norteamericana— en una experiencia insólita en el teatro nacional.
Puede que pierda fuelle en los tramos de pistola en mano y balacera poco verosímil, pero en lo esencial es un vibrante entretenimiento con muy buenos actores, buen ritmo, y un gran personaje interpretado por Ángela Cremonte exhibiendo unas capacidades asombrosas, dada su escasa experiencia.
Con el público encima en una sala semicircular de lo más fastidiosa (porque obliga a sentarse de frente para tener un mejor panorama), de espaldas, de frente o de perfil toda la compañía se entrega con gran nobleza amparando a esta joven que ha dado mucho de sí en series de televisión, pero que aquí y ahora, cara a cara con los espectadores, ha de ejercer del centro neurálgico de una historia de inquietante perversión, pasando de la alta comedia al drama furibundo en un proceso admirable.
Llamadas telefónicas entre ansiedades, sistemas de seguridad fallidos, sofocos diversos con la siempre distinguida y elocuente serenidad de Sergio Otegui y el carácter resolutivo y vigoroso de una mujer policía con la prestancia de Sonia Almarcha (fantásticos sus últimos trabajos, sobre todo en Ejecución hipotecaria), y un Rodrigo Poisón que viene a desbaratar planes siniestros que se organizan como si fuera un paseo por la playa a la hora del té.
También hay una mochila que va y viene, un ingenuo policía antidisturbios (Alejandro Casaseca, que aporta un toque de vitalidad cuando el drama parece decaer), una precisa psiquiatra (Liz Lóbato) que genera gran confianza en el espectador… y una trama que se enrosca como una serpiente, y que uno sigue con interés, fundamentalmente porque está ella: Diana, la menuda, frágil, encantadora prostituta que no sabemos si sabe o no sabe, si está en la onda de la explotación de otras mujeres, o si sólo es una muchacha que comercia con el sexo porque es una profesional exquisita y generosa, y a la vez casi una niña que no sabe hacer otra cosa…
Ángela Cremonte y Diana tienen química, se entienden a la perfección, y de esa manera lo que podría ser un superficial ejercicio de suspense se convierte en otra cosa: en un cuerpo de extraordinaria sensualidad y frivolidad que ha de recibir abrazos cínicos, aunque también tiernos, y que se desliza entre pasos de comedia ligera, dejándose llevar por una pendiente romántica que se rompe con serena displicencia cuando su enamorado la espera en el bar hasta que termine de trabajar con un cliente, y ella disfruta con el extraño, mientras el público sabe que la amenaza no tardará en explotarle en la cara, y le explota, le alcanza una violencia inesperada —en una escena larga, físicamente arriesgada— y Diana-Cremonte toca tierra, deja de jugar a la niña promiscua con un sexo libre y divertido, y se sumerge en una situación cuyos ribetes trágicos la pueden destruir, pero que de hecho ya ha perjudicado a muchas otras chicas no tan predispuestas para el placer como ella…
Cuando los actores agradecen los aplausos, la única que no consigue sonreír es Ángela Cremonte: ha tenido sobre sus espaldas un proceso dramático en el que ha sabido aprovechar todos los claros y oscuros rincones de su personaje, comunicándose de manera sobresaliente con sus compañeros con mayor experiencia. Un gran trabajo que merece ser el mero comienzo de una vida teatral apasionante.
Inmunidad diplomática
Autor y director: Alberto Herreros Salcedo
Producción: Panicoescénico Producciones
Intérpretes (por orden de aparición): Sonia Almarcha, Rodrigo Poisón, Ángela Cremonte, Sergio Otegui, Tábata Cerezo/Arancha Martí, Alejandro Casaseca, Liz Lóbato/Teresa Jiménez.
Iluminación: José Manuel Guerra
Espacio sonoro: Ignacio García
Escenografía: Alejandro Manzano
Vestuario: Lorenzo Caprile
Lugar: Teatro Fernán Gómez
Fechas: Del 20 de noviembre al 14 de diciembre.