“Jugadores”: una`sencilla´ obra maestra con cuatro actorazos
Por Horacio Otheguy Riveira
Una cocina en la que suceden muchas cosas. Una cocina como de los años 60, cuatro hombres de edad indefinida, pero bastante cascados: “somos unos desgraciados”. Unos desgraciados que pasarán por muchos estados interesantes, personajes ricos en matices, angustias y cabreos que aprenden —a la par que los espectadores— a sorprenderse con alas propias, con alas nuevas dignas de una obra magistral hecha con elementos aparentemente muy sencillos.
Son amigos que a ratos quieren ser familia. Son hombres solos o mal acompañados que no se comunican en profundidad, que no comparten sus angustias más profundas, esas permanecen en la penumbra en que, de tanto en tanto, miran hacia el público; cuatro tipos humanos con aire de fracasados en una obra realista que parece vista mil veces, pero que a los pocos minutos descubrimos que se trata de algo muy diferente.
Con diálogos brillantes, breves, en espiral informativa y emocional, se descubren cuatro personajes de los que queremos saber más, cuatro tipos entrañables con sus pros y sus contras en la piel de actores excelentes que a lo largo de su trayectoria nos han deparado algunas de las creaciones más importantes del teatro nacional.
Todo esto en función de una obra escrita y dirigida por un hombre de teatro, Pau Miró, con amplia trayectoria en Cataluña, y del que en Madrid unos pocos tuvimos la inmensa suerte de aplaudir su pieza Llueve en Barcelona con admirables trabajos de Toni Cantó, Victor Clavijo y el debut teatral de María Valverde, dirigidos por el italiano Francesco Saponaro. Fue una temporada breve en el Centro Dramático Nacional, pero allí, como aquí, destacaba la originalidad en el desarrollo de situaciones aparentemente convencionales, hasta desplegarlas por un circuito de emociones insólitas, decisiones marginales, uniendo con brillante síntesis la comedia y el drama rumbo a una felicidad con menos pena, un mundo nuevo.
Estos Jugadores son niños grandes con más frustraciones que aciertos en la vida: un enterrador enamorado de sus putas (Ginés García Millán: magnífica fusión del pobre tipo y el audaz que le sale de pronto); un barbero solitario, acabado, insignificante, que tendrá el mejor plan para salir adelante (Jesús Castejón: maravillosamente aplaudido a telón abierto cuando lanza su órdago); un actor que no da una bien, pero disfruta de dos adicciones: robar en los supermercados y quedarse “en blanco” en escena (estupendo Luis Bermejo con aporte musical incluido, en un juego de teatro en el teatro en el que se ríe de sí mismo); un profesor en grave crisis, el dueño de casa que a todos reúne por un asunto muy espinoso (espléndido Miguel Rellán con un sinfín de matices, aunque aparente estar siempre igual. Atención al tramo final cuando dice, como quien no quiere la cosa “Es coña”. Y luego, en medio de un silencio atronador, repite: “Es coña”).
En Jugadores hay un crecimiento dramático muy logrado y una serie de sorpresas que llevan las risas de los espectadores a un estado sublime de placer. El teatro adquiere una forma rara y especialmente fascinante cuando deja surgir la grandeza con lo mínimo, como por ejemplo, “sólo” cuatro jugadores abrumados que repentinamente son capaces de encontrar fórmulas de redescubrimiento y de entusiasmo por renacer… aunque todo pueda volver a perderse a la primera de cambio.
Y todo esto con unos extras fantásticos: dos personajes de los que se habla reiteradamente: el padre de uno y la amante de otro; dos personajes ausentes que sin embargo guían la acción, señalan caminos, advierten de peligros y sentimientos encontrados…
JUGADORES
Autor y director: Pau Miró
Reparto: Jesús Castejón, Luis Bermejo, Ginés García Millán y Miguel Rellán
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Escenografía: Enric Planas
Vestuario: Elisa Sanz
Producción Ejecutiva: Olvido Orovio
Dirección de Producción: Ana Jelín
Producción: Producciones Teatrales Contemporáneas y Clece
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