Albaladejo, Querejeta y Cristina Adua en una versión libre de «Otelo»
Por Horacio Otheguy Riveira
Yolanda Pallín en el texto y Eduardo Vasco en la dirección nos han ofrecido espléndidas versiones de muchos clásicos españoles. De Shakespeare, un valiosísimo Hamlet, un divertido musical de Noche de Reyes, y este Otelo demasiado libre que reescriben y reinventan con desigual fortuna. Eso sí, bajo el amparo de excelentes intérpretes.
Hay un prólogo que no está en la obra de Shakespeare —como muchas otras cosas de esta representación de Otelo, el moro de venecia— y que advierte al espectador de por dónde va a ir esta manera de interpretar el ascenso y caída de un coloso, de un militar genial en tierra de infieles, tan admirado como envidiado. No más abrir boca, en el impreciso tiempo lejano en que transcurre la acción un personaje femenino que en la obra original mantiene una gran sumisión al marido, empuña una anacrónica pistola, sugiriendo una todavía más desconcertante alusión a una rebelión femenina con mensaje feminista.
Como soy un enamorado de este texto y he visto tres versiones teatrales en otros países (en España creo que no se monta desde 1972 en que se vio en televisión en versión de Gustavo Pérez Puig con Alfredo Alcón y Fernando Guillén), y cuatro o cinco versiones cinematográficas (la de Laurence Olivier, la más importante) —además de la ópera de Verdi, que también tiene su película—, hice de tripas corazón y me dispuse a disfrutar lo más posible con un equipo de grandes profesionales que admiré muchas veces.
Una vez superado el shock —además de la pistola, la acción arranca con una insólita escena de Yago y Rodrigo muy subida de tono y tensión— me dejo llevar y navego entre lo mejor y lo peor de un Otelo tan diferente como polémico.
Primero, la sinopsis que presenta el director Eduardo Vasco:
Otelo, general moro al servicio de Venecia, consigue el amor y la mano de Desdémona, una noble veneciana; pero Yago, despechado porque Otelo ha nombrado su lugarteniente a Casio y no a él, trama su venganza. Ante un ataque de los turcos, Otelo es enviado a Chipre y viaja con su mujer. En Chipre, Yago consigue que Casio se emborrache y pierda la confianza de Otelo. Así se convierte en su oficial de confianza y empieza a insinuar que Desdémona le es infiel con Casio.
Otelo es, seguramente, una de las obras más populares de William Shakespeare. Sorprende desde su aparición por su construcción dramática y por la crudeza de su acción, por el moro, un extraño protagonista para una tragedia, y su particular bajada a los infiernos: su transformación desde el guerrero impecable que celebra la dicha de un amor pleno al asesino enloquecido por las sospechas que acaba con su mujer y su propia vida.
Un monstruo de ojos verdes
Algunos aspectos destacables en un recorrido panorámico de una función que nunca deja indiferente:
- Desdémona adolescente. Por lo general es una actriz bastante mayor que hace de joven. Es un acierto conmovedor ver a esta adolescente casi niña muy bien interpretada por Cristina Adua. Ya con sus primeras sonrisas nos invita a entrar en un mundo ingenuo y encantador que se irá destruyendo con saña.
- Brujería: hay sólo dos menciones, una muy vista, cuando el suegro del moro le acusa de haberla conquistado con artes infernales, y la otra, más importante, cuando Otelo recuerda que el pañuelo que «perdió» Desdémona fue regalado a su madre por una bruja en Egipto para darle buena fortuna que se convertirá en muy mala si el pañuelo se pierde.
- Estupendo reparto entregado de corazón al difícil empeño del director, quien siempre trabaja con los actores a pelo, ellos y su cuerpo, su voz enamorando los textos.
- Los apartes de Yago y algunos de Otelo se dicen bajando al patio de butacas, mirando a la cara a los espectadores. Lo malo: resultan repetitivos, sin matices a medida que avanza la obra, lo mismo que sucede con este Yago bebedor empedernido desde que empieza la función, una y otra vez empuñando una petaca.
- Excelente vestuario de Lorenzo Caprile, especialmente significativo en Desdémona: viste el aire virginal de la muchacha, que vive como en un cuento de hadas, todavía sin formas precisas, pero en la escena tremenda, próxima a su muerte, ya luce su bello y excitante cuerpo bajo un camisón blanco, exhibiendo una encantadora sexualidad que el celoso desesperado ignora por completo. Este aporte del vestuario a la interpretación de la pareja aporta un tono poético fascinante al mostrar la felicidad que tienen al alcance de la mano, imposible por la ceguera del hombre convertido en monstruo.
- Feminismo en un buen diálogo entre Desdémona y su criada Emilia, la mujer de Yago, que acusa a los hombres de un topicazo que no existe en el original (cito de memoria): «después de saciar sus apetitos nos desprecian». Este personaje adquiere una importancia aportada por esta versión, convirtiéndose en una mujer de otro tiempo, otra obra, otra historia, a mi entender fuera de lugar e inverosímil.
- Arriesgado final que cambia por completo el sentido de la obra. Una apuesta de esta producción que invita a un interesante debate. A mi entender, creo que han abusado de algo que gusta mucho a los versionadores y directores de clásicos, algunos de los cuales (como José María Pou) han llegado a decir públicamente: «No hay mejor autor que el autor muerto», de manera de poder desarticular cuanto se quiera una obra, sin que nadie reclame la urgente desaparición del espectáculo.
- Ángel Galán, pianista. Un intérprete al que siempre da gusto reencontrar junto a Eduardo Vasco (inolvidable en El castigo sin venganza de la CNTC, por ejemplo) y que aquí también es responsable junto al director de la partitura. Lo malo: acompaña monólogos y subraya situaciones dando una sensación de telenovela que no cuadra con la exigencia tan delicada de la puesta en escena.
- La violencia física que ejerce el cínico y siniestro Yago sobre su mujer y el pelele de Rodrigo, al que usa para sus fines, es un acierto, ya que encuadra al personaje en un tipo muy peligroso que simula controlarlo todo racionalmente. Lo malo: muy repetitiva.
Lo mejor es ir al teatro y luego discutir los pros y los contras de un espectáculo siempre interesante, que genera preguntas, que a mí personalmente me ha irritado por momentos, conmovido en otros y alegrado en alguno más, de manera que hay que dar la enhorabuena a Pallín/Vasco por ser capaces de generar tantas posibilidades de interpretación con su trabajo sobre un texto apasionante.
Oh, mi señor, cuidado con los celos. Son el monstruo de ojos verdes que se burla de la carne de la que se alimenta.
Otelo
Autor: William Shakespeare
Versión: Yolanda Pallín
Dirección: Eduardo Vasco
Intérpretes: Daniel Albaladejo, Arturo Querejeta, Fernando Sendino, Héctor Carballo, Cristina Adua, Isabel Rodes, Francisco Rojas, José Ramón Iglesias, Ángel Galán
Música: Ángel Galán y Eduardo Vasco
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Escenografía: Carolina González
Vestuario: Lorenzo Caprile
Producción: Miguel Ángel Alcántara
Coproducción: Noviembre Compañía de Teatro y Teatro Calderón de Valladolid
Lugar: Teatro Bellas Artes, Madrid
Fechas: Hasta el 14 de septiembre de 2014
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