‘Demonios a mediodía’, los archivos de mementos
HÉCTOR PEÑA MANTEROLA.
Cuando uno es cántabro lo lleva en el corazón. No importa lo lejos que viaje: la tierruca tiene garfios que se clavan en las entrañas, perenne recuerdo de un pasado humilde. Es natural, entonces, mi debilidad por la prosa cántabra: la que tiene lugar allí y/o la escrita por autores de zona. Ese es el caso de Adrián Abramo Penilla.
Le conocí de la manera más casual: en una librería. No diré cuál para mantener la magia. Adrián es un escritor de género fantástico que publicó su novela: Demonios a mediodía: Los archivos de Mementos más o menos a la vez que yo Cabárceno. El mismo día que me mudé a la capital pude hacerme con su libro y, resulta que la trama ocurre aquí, en Madrid. Soy susceptible respecto a las casualidades. Era un incentivo lo suficientemente poderoso para acelerar la lectura… y aquí estamos.
Soy un lector ávido y estos días, enfrascado en rematar un manuscrito que me trae de cabeza, he aprovechado para leer mucho. La novela de Adrián, que no llega a las 300 páginas, me duró un par de días. ¡Qué bien escrita está! Eso me ha saltado a los ojos por dos motivos.
- Es literatura juvenil. No es mi categoría predilecta (aunque desde que descubrí a edad tardía los libros de Harry Potter me gustan mucho) y suele costarme entrar en la lectura.
- Diferencia muy bien cada personaje, algo complicado en novelas ágiles. Esto lo consigue manteniendo un perfecto equilibrio entre acción y narrativa. Adrián utiliza un vocabulario riquísimo para mostrar batallas, expresiones faciales… Y a la vez sabe cuándo debe ralentizar una escena para que el lector respire y conozca mejor a los personajes.
Tal vez a otros lectores o lectoras esto no les diga nada, pero como crítico me parece muy destacable. No aburre (saturación de información, guerra por la atención, estímulos), es ‘disfrutona’, gráfica… Esto en lo relativo a la forma.
Pasemos al fondo.
Mementos es una organización encargada de combatir/controlar la presencia sobrenatural. Una de sus sedes está en Madrid. La novela parte de un par de escenas de acción con el protagonismo de una mujer con dotes vampíricas, que se enfrenta a demonios mientras el escritor nos introduce al universo de la lectura. Uno que nada tiene que envidiar al de otras fantasías urbanas, muy certero en la adjetivación de cara a evocar criaturas en nuestro tercer ojo. A partir de ahí veremos que la presencia mágica es más común de la que los mortales intuimos. Pistoletazo de salida a la trama. Dos puntos de vista. Por un lado, el de la vampiresa; por otro, el de un nigromante que busca resucitar a su pareja. Los caminos de ambos se cruzan en una subasta ilegal… Y la novela adquiere el ritmo de un thriller, porque sí, vamos contrarreloj, algo fantástico en literatura fantástica (¡a mí la redundancia!).
La aventura hay que leerla. De eso va el juego. Pero aseguro (y estoy dispuesto a debatir con quien se preste) que no decepciona ni a lectores jóvenes ni a adultos. Humor, amor, violencia, compañerismo… Las piedras preciosas que engarzan las buenas historias. Una pizca de magia, fantasmas del pasado y decisiones morales, ¡y listo!
Llevo una racha estupenda de buenas lecturas. Esta va directa al anaquel de las buenas. La recomiendo y, si creéis que no es para vosotros, regaládsela al hijo o sobrino que no lee, que seguro que cambia de perspectiva. Letras como estas son las que tejen puentes.
Podéis adquirir la novela a través de la plataforma Neo Editorial, Amazon, o cualquier librería independiente o gran superficie.