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Juan Diego Botto escribe e interpreta «Un trozo invisible de este mundo»

Por Horacio Otheguy Riveira

 Merecido éxito de un actor interpretando sus propios textos a través del doloroso embate de hombres y mujeres en la creciente dificultad de ser inmigrantes, esos forasteros a los que a menudo «conviene» adjudicar todos los males. Aplausos conmovidos de espectadores y colegas que le han brindado 4 Premios Max.

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Una representación donde la experiencia personal de Juan Diego Botto se funde con una trayectoria familiar de profundos intereses ideológicos y artísticos. Hijo de Diego Botto, un actor comprometido con las justas causas, «desaparecido» por la dictadura argentina encabezada por el general Jorge Rafael Videla —fallecido recientemente en la cárcel—, y de Cristina Rota, actriz, directora y productora teatral, maestra de actores, y hermano de las actrices María Botto y Nur Levi.

Un cuadro familiar que es un modelo de conducta, de nobleza e integración: hispanoargentinos que desde la infinita desgracia de la pérdida y el acoso, capitaneados por una madre que reinicia su vida en España con hijos muy pequeños realizando toda clase de trabajos y saliendo adelante con una mezcla de miedo bien asumido, coraje imprescindible y mucho talento con una arraigada pasión por el teatro.

No es esta una función en la que se hable de la familia Botto-Rota, pero estos breves datos conviene conocerlos para aprovechar mejor el caudal de esta función: una síntesis de muchas vivencias propias y ajenas, elaboradas bajo un claro principio de solidaridad, ya que mientras cada miembro de la familia tiene sus espacios en el mundo del espectáculo español, y cuenta con sala y escuela propias (Centro de Nuevos Creadores, Sala Mirador), Producciones Cristina Rota coproduce con el Teatro Español esta aventura fantástica, surrealista por momentos, desasosegante y a la vez esperanzada.

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El director Sergio Peris-Mencheta con sus actores: un trabajo intenso en el que los tres aunaron fuerzas, disciplina, sentido del humor y muchas ilusiones.

Un trozo invisible de este mundo comenzó tímidamente en este mismo teatro la pasada temporada. No tuvo un éxito inmediato, pero este fue creciendo, se incrementó en giras y vuelve ahora al punto de origen, con seis nominaciones a los Premios Max. Cinco piezas breves, cinco monólogos basados en hechos reales, dramatizados con espíritu crítico, sorteando dificultades de estructuras no convencionales, y desarrollada a través de una puesta en escena dinámica, de gran plasticidad, de Sergio Peris-Mencheta (simultánea reposición en el Teatro Lara de su formidable puesta en escena de Incrementum).

Así las cosas, los cinco monólogos son cinco piezas teatrales en las que siempre son muy importantes los personajes ausentes, poblando el espacio escénico con una corriente de singular emoción.

«Esta obra podría ser un retrato de esos Marcos Polo modernos, cuyo viaje empieza y termina en los entresijos del bajo de un camión … Y de paso un homenaje a nuestros padres y madres … los que tuvieron que marchar, los que nunca más volvieron… y los que quedaron esperando» (Sergio Peris-Mencheta).

 

Una cinta transportadora y muchas maletas conforman la base escenográfica sobre la que se deslizan las historias desde la brutalidad verbal del fascista español hasta la desesperada ironía de un pícaro sudamericano. Por el camino, perfiles muy distintos de un origen argentino que puede identificarse con cualquier otro país del mundo, y un momentazo africano donde Astrid Jones realiza una conmovedora interpretación de un retrato de vida estremecedor.

La música es muy importante, utilizada con prudencia, nada omnipresente. Además de temas originales y algunos con raíces tangueras, se escuchan dos temas de inolvidable impacto: el africano Tata Ka Ve, interpretado por la propia por la actriz-cantante, y la voz eternamente fascinante de Edith Piaf con una de sus canciones más dulces y menos conocidas Plus blue que tes yeux (Más azul que tus ojos): el amor personal como un hechizo que hace más fácil la dura empresa de vivir.

 

Es erróneo pensar,

lo sé bien, en el futuro.

Para qué complicarse la vida…

porque hoy en día,

más azul que el azul de sus ojos,

no veo nada mejor, ni siquiera el azul del cielo…

 

Hay que escalar las cinco piezas desde la butaca: se viven con el ritmo y la cadencia de una interpretación tan cuidada como desprotegida. Juan Diego Botto sin red, y entre sus cuatro apariciones, dos obras maestras en todos los aspectos, desde la primera palabra escrita al último gesto: Locutorio y Turquito: función costumbrista la primera —donde destaca un humor negro porteño muy bien planteado—, y tragedia con mínimos recursos la segunda: testimonio de un hombre que se interpreta a sí mismo y al militar que le acompaña para que delate a un antiguo amor.

La muerte está muy presente de una forma poética. La falta de esperanza en la sucesión de historias se ve atravesada por la poesía, que es otra forma de afirmarse para seguir en la brecha. La poesía como destino de los trágicos: no se omite la insoportable realidad, pero se la conjuga con grandes dosis de amor y buen humor.

Ficción, realidad, teatro en el teatro, vida sobre vida, corazón a corazón, manos tendidas, manos que se cortan. Retazos de un pasado reciente. Teatro lúdico y realista, testimonio social del drama de la emigración y el autoritarismo de dictadores y demócratas. Al salir del teatro nos acompaña el cálido abrazo de estos estupendos artistas. Los necesitamos para resistir el aluvión de creciente racismo y odio al inmigrante que crece en Europa. Y no hay que irse a la creciente ultraderecha de Francia, Reino Unido, Holanda…, en esta misma semana un alcalde vizcaíno no tuvo empacho en rechazar las solicitudes de empadronamiento de algunos inmigrantes: «los echaría a hostias».

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«Turquito»: el mismo actor desdoblado en víctima y verdugo; guante negro para el militar que tortura, mano vendada para el detenido que duda si delatar para salvarse o darse por vencido.

Un trozo invisible de este mundo

El lunes 26 de mayo en la fiesta de los Premios Max se entregaron a esta función cuatro de los grandes premios de la noche: el de mejor espectáculo de teatro (para los coproductores Cristina Rota y Teatro Español), el de autor revelación y actor para Juan Diego Botto, y el de diseño de iluminación para Valentín Álvarez.

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De izquierda a derecha: Natalio Grueso, director general de los teatros del Ayuntamiento de Madrid. Sergio Peris-Mencheta, director. Juan Diego Botto y Cristina Rota.

Autor: Juan Diego Botto

Dirección: Sergio Peris-Mencheta

Ayudante de dirección: Rosalía Martínez

Intérpretes: Juan Diego Botto, Astrid Jones

Voces en off: Rosalía Martínez, Efe Igharo Asiuwhu

Diseño de iluminación: Valentín Álvarez

Escenografía: Sergio Peris-Mencheta, Carlos Aparicio

Vestuario y atrezo: Carlos Aparicio

Espacio sonoro: Carlos Bonmati

Diseño de ambiente y efectos sonoros: Pelayo Gutiérrez

Música original: Alejandro Pelayo

Fotos: Javier Narval

Gestión y Producción: Nur Levi

Una coproducción entre Producciones Cristina Rota y Teatro Español

Lugar: Matadero-Naves del Español. Sala 1.

Fechas: Hasta el 15 de junio

 

 

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