“Matadero 36/39”: muertas del franquismo buscan justicia
Por Horacio Otheguy Riveira
Tres escenas con comienzo, desarrollo y final. Mujeres antes de su muerte. Algunas militantes, otras sólo novias o hermanas, pero todas sirven para el violento placer de los nacionales y la lujuria de sus colaboradores, los moros bien servidos.
Mujeres prisioneras o en la lucha… antes de morir, porque desde el primer momento sabemos que Matadero 36/39 habla de la Guerra Civil Española y su feroz posguerra, con un desarrollo que permite que en la pequeña sala se expandan emociones directas bajo la voz de los mandos. Como cuando el general Queipo de Llano —traidor a la República a la que sirvió mientras le vino bien para ascender— anuncia su bufonesca barbarie para erradicar a la “canalla marxista”:
Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen.
La obra Matadero 36/39 alienta una necesidad de justicia en una falsa transición donde el bipartidismo hace oídos sordos a los miles de muertos sin enterrar, a la feroz violencia nacional-católica que aún perdura con sus asesinos supervivientes paseándose entre nosotros.
Cuatro actrices y un actor que se desdoblan en un emocionante y a la vez lúcido ejercicio teatral bien documentado, dando vida a 13 personajes en un trabajo minucioso que conmueve con medida distancia, de manera que la rabia y el dolor que se comunica permite la reflexión política inevitablemente ligada al recuerdo: recordar para no repetir, y que el justo odio no nos deslumbre.
Algunos países europeos que pasaron dictaduras (ninguno padeció una tan larga como la nuestra, excepto Portugal) tienen su Museo de la Memoria. España sigue negando el testimonio bien documentado, severamente juzgado aquí y ahora, dejando atrás la masacre de una democracia republicana después de siglos de nacionalcatolicismo. Y los socialistas con sus largas mayorías absolutas fueron cómplices del silencio.
Madrid debería tener su Casa de la Memoria, no un museo, un lugar de encuentro permanente de las artes al servicio de la verdad de aquel periodo siniestro que duró demasiados años y muchos de sus muertos aún no han tenido sepultura, mientras sus torturadores han sido ascendidos y políticos como Fraga realizaron su jubiloso periplo por la dictadura y el posterior abuso de poder de una corrupta democracia.
Experiencias teatrales como esta son un comienzo. En pequeñas salas que se van sumando la memoria viva continúa su viaje inagotable. Esta compañía, modelo de esfuerzo colectivo, acierta en la creación de un texto teatral con una documentación seria por un grupo de estupendos jóvenes intérpretes. Navegan en un doloroso mar con la energía de la esperanza solidaria, al enfocar su representación con poderoso punto de vista:
Es la historia de las mujeres que fueron humilladas, violadas y masacradas en esa cruzada liderada por el carnicero Francisco Franco. Una cruzada contra la República, contra la Ilustración y contra la Mujer, que partió a España por la mitad, y cuyas heridas han cicatrizado, pero aún nadie se ha molestado en limpiar.
Matadero 36/39
Autor y director: Ramón Paso
Ayudante de dirección: Blanca Azorín, Sandra Pedraz Decaer
Intérpretes: Ana Azorín, Inés Kerzan, Guillermo López-Acosta, Nala Fernández, Zoraida Monje. Y la colaboración especial de Vicente Cuesta en la voz de Queipo de Llano
Espacio escénico y diseño de iluminación: Almudena Cockadoodledoo
Diseño de vestuario: Sandra Pedraz Decker
Lugar: Teatro Sala tú. Resistencia artística
Fechas: Días 2, 9, 16, 23 y 30 de mayo a las 20,30 horas
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