Historia de mi pureza
La historia de mi pureza. Francesco Pacifico. Traducción de Juan Manuel Salmerón, Salamandra, 2011. 288 págs. 18,00 €
Por Carlos Palacios
¿Puede cambiarte la vida ver a una mujer bailando aunque su baile ni siquiera sea demasiado sensual? ¿Pueden convertirse las tetas de tu cuñada en una obsesión que te provoque deseos de huir y de dejarlo todo a pesar de que te hayas declarado a ti mismo ser el “héroe de la renuncia y de la abstinencia sexual”?
Que se lo digan a Piero Rosini, romano treintañero, hijo de la burguesía de la ciudad y católico a ultranza, casado pero orgulloso de su celibato, de su onanismo y de una vida gris que le condena a una existencia mezquina en la periferia de Roma, en un barrio en construcción atrapado entre enormes grúas y la circunvalación de acceso a la capital italiana.
Piero Rosini, el protagonista de La Historia de mi pureza, es un joven con hábitos de viejo, que trabaja en una editorial llamada “Non Possumus”, una empresa de derechas, católica fundamentalista, como no podía ser de otro modo y en la que está ultimando la publicación de un libro antisemita. Frecuenta un grupo de amigos de rancias costumbres de sacristía, que celebra con entusiasmo el Family Day y cualquier festividad religiosa. Una tarde recibe una propuesta para publicar un manuscrito de un autor joven, una novela que ataca a los gais y que de publicarse supondrá un escándalo. El joven se llama Corrado y le abrirá a Piero las puertas de la vida disoluta, le hará conocer otra Roma menos meapilas, más intelectual y alternativa, una ciudad que bulle de inconformismo lejos del Vaticano.
Hasta que Piero decide escapar y buscar refugio en París. En la Ciudad de la Luz encontrará refugio a sus penas en un grupo de chicas liberadas, conocerá el sexo y la promiscuidad, recorrerá su particular camino a los infiernos, empezará a vivir y no podrá volver a Roma.
La Historia de mi pureza es una novela de formación invertida, casi una historia de mal-formación; una novela en la que Francesco Pacifico demuestra unas grandes dotes de observador de la psicología de los personajes y de la psicología de las ciudades. Casi como una historia de dos ciudades (Roma y París) la novela oscila entre la opresión romana y el brutal contraste con la aparente vitalidad de la capital francesa. Pacifico es dueño de una prosa elegante, en ocasiones demasiado barroca y retórica pero de una gran fuerza, sobre todo en los circunloquios del protagonista Piero Rosini, un Holden desequilibrado espiritual y sexualmente que en ocasiones recuerda las obsesiones y las perversiones de algunos personajes de Michel Houllebecq.