Valery Tellechea: “Las palabras de Marguerite Duras son oro en el escenario”
Entra en el escenario con sus gafas de pasta y su jersey de cuello alto, malhumorada, con el gesto arrugado, por haberse reencontrado con el dolor caligrafiado, hace años, en las páginas de su diario. Cuadernos rescatados de su casa de campo. Los publicará, porque se lo ha pedido su editorial, pero cargar con su historia en las manos es demasiado pesado… Vuelven las ráfagas de metralleta a golpearle la cabeza. Vuelve aquella angustiosa espera. Vacilante, el teléfono suena. Con cada temblor, le trae la convulsión de una esperanza incierta. Es de lo único que, durante esos días, la Marguerite Duras de Valery Tellechea se alimenta, en el Teatro de La Guindalera.
“Yo interpreto un cortísimo periodo de su vida –cuenta–. Ella es muy joven, tiene treinta años entonces… ¡Y resulta agotador! Después de dos o tres días de función, estoy muerta.” Incluso antes de ponerse el pull-over de la dame au col roulé –“¡No saldría así nunca a la calle!”–, el cansancio le sobreviene. “Creo que es una resistencia a entrar en el mundo de Duras”. Ciertamente, no resulta agradable ponerse en su lugar: Berlín arde, los aliados avanzan, seis años de guerra acaban, y su marido, Robert Antelme, no vuelve a casa. Se lo llevaron, el uno de junio del cuarenta y cuatro, los de la Gestapo. Una osamenta que cruje bajo sus pasos. Si camina lento, ganará tiempo. La cuneta oscura se disipará. Se obliga a pensar que Robert volverá al apartamento de la rue Saint-Benoît.
“Es una mujer fuerte, muy fuerte, con un pensamiento muy lúcido, inteligente, y de una enorme generosidad.” El pan que a él le falta, a ella le produce náuseas. Ganas de vomitar palabras. En su medida, a Valery Tellechea también le pasa. “Cuando escribo es para desahogarme en la intimidad de las páginas.” Utiliza su propio diario personal en escena. “Cuando estábamos con los ensayos se me dieron otros cuadernos de atrezo, pero me llevé el mío para el estreno. Es el que tengo desde los quince años, pero hace tiempo que no escribo… quizá desde el 2009 o más, te lo podría mirar.” No es necesario, gracias. “Hay dolor, frustración, rabia… Pero son temas mucho más banales que los que afectan a Marguerite en ese terrible periodo de nuestra historia, y eso que la versión teatral de La douleur está bastante peinada, porque no se hace sobre sus cuadernos reales, sino sobre el diario que ella edita antes de publicarse.” Se ve que lo edulcoró todo bastante, pero ahora pueden encontrarse, en toda su crudeza, en Ediciones Siruela.
“Su escritura fue una de las cosas que más me fascinó del texto…” Inquieto… “Sus palabras son oro en el escenario…” Perverso… “El dique contra el Pacífico, El Amante… todavía me queda mucho por leer, pero con todas sus novelas me pasa igual: siempre me parece que hay algo más detrás.” Un perturbador fragmento de los Cuadernos de guerra da vueltas en su cabeza. “Es sólo una frase, ocupa toda una página y la tengo marcada.”
«C’est entre la hanche et les côtes, sur l’endroit que l’on nomme le flanc que c’est arrivé. Sur cet endroit caché, très tendre, qui ne recouvre ni des os ni des muscles, mais des organes délicats. Une fleur y a poussé. Qui me tue.»
“Siempre que la leo me pregunto: Marguerite, ¿qué te pasaba?, ¿en qué pensabas?”
Quizá en treinta y cinco kilos enfermos de tifus, en once millones de personas, personas, personas, asesinadas en… ¡Europa! «Nous appartenons à l’Europe, c’est là que ça se passe, en Europe!» Se asusta Marguerite, lanzando un grito que, lamentablemente, hoy, en 2014, podemos repetir. “Hace unas semanas, cuando tuve que decir esta frase, me dio vergüenza. ¡Me dio vergüenza decir que pertenecemos a Europa!”, recalca. Pero una cosa está clara: “En democracia todos somos responsables de una pequeña parte, porque estamos gobernados por un gobierno que hemos votado.” Ergo… si el Partido Popular no hubiera obtenido mayoría absoluta en las urnas, nadie se tendría que lamentar con pancartas de una ley del aborto retrógrada.
“El otro día, cuando se hizo la manifestación contra la ley Gallardón, busqué si Marguerite Duras se había pronunciado respecto al aborto, y me encontré con que fue una de las firmantes del manifiesto redactado por Simone de Beauvoir, en 1971, si no recuerdo mal.”
«Un millón de mujeres abortan cada año en Francia. Ellas lo hacen en condiciones peligrosas debido a la clandestinidad a la que son condenadas cuando esta operación, practicada bajo control médico, es una de las más simples. Se sume en el silencio a estos millones de mujeres. Yo declaro que soy una de ellas. Declaro haber abortado. Al igual que reclamamos el libre acceso a los medios anticonceptivos, reclamamos el aborto libre.»
Lo firmó Marguerite Duras y 342 mujeres más. “Era una mujer moderna en el sentido amplio de la palabra, una mente realmente abierta, sin prejuicios banales.” Tampoco en cuestión de amantes. “No tenía pudores en este sentido…” Y no es que fuera muy atractiva, pero a los hombres les gustan las mujeres que escriben, decía. “Al final de sus días tuvo una historia extraña con un tipo mucho más joven que ella…” Cuarenta años de diferencia, se llevaban con Yann Andréa. “Dicen que era homosexual.” Todos los hombres lo son en potencia, afirmaba la escritora en La vie materielle.
Incluso se acostó con un gestapista, un tal Derval, pero cuentan que fue obedeciendo órdenes de François Mitterrand, el président de la République que, después de llevar una cartera en Vichy pasó a dirigir la Resistencia y liberar París. ”También Marguerite colaboró con el gobierno de Pétain…” Suministrando papel a las editoriales que se portaran bien, bajo la vigilancia de la Propagandastaffel. “Pero no la quiero juzgar por ello; eran tiempos difíciles, y estoy segura de que estar en el Comité de Organización del Libro le causaba, moralmente, cierto conflicto.” De repente, se unió al Partido Comunista Francés, a los que, quizá algo despechada porque se la expulsara, acabaría tildando prácticamente de fachas. «Je n’ai pas d’idées; je n’ai que des paroles et des silences.» No discutamos, pues.
“Hay un momento en un documental en que se la ve dirigiendo teatro, y la verdad es que le encontré un poco de mala leche… También habría que ver en qué punto de los ensayos estaban, porque a veces los actores somos muy tocapelotas… Pero daba miedo… ¡si me dirige a mí, yo me muero!” Valery Tellechea está bajo la dirección de Juan Caño –autor de la versión– y José Pedro Carrión, que, si hace falta, se convierte en marido en casa. “Lo mismo sirve para dirigirme, para hacerme de técnico que para cocinar.”
También a Marguerite Duras le gustaba guisar. Tenía una lista en casa con una veintena de productos que en su despensa nunca podían faltar, entre ellos, el arroz que su madre le enviaba desde Vietnam. La soupe aux poireaux, le rougail z’avocats, la tarte aux citron, le porc au caramel, le curry de poulet… son algunas de las recetas durasianas. ”Pues a mí hoy José Pedro me ha hecho unas lentejas maravillosas, y ayer unos macarrones boloñesa fantásticos. Es un cocinitas magnífico… Su único problema es que a menudo inventa lo que cocina, sale muy rico, pero no lo puede repetir.”
Esto es el teatro, al fin y al cabo… Placentero douleur perenne que, con cada función, nace y muere.
La douleur
Autora: Marguerite Duras
Versión: Juan Caño Arecha
Dirección : Juan Caño Arecha y José Pedro Carrión
Actriz: Valey Telechea
Música: Mariano Díaz
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Espacio escénico y diseño: Enrique Vara
Vestuario y ambientación: Elisa Sanz
Lugar: Teatro La Guindalera
Fechas: Hasta el 30 de marzo de 2014
Horario: Sábados, a las 20.30h; domingos, a las 19.00h.
Precio: 12 euros
Próximas actuaciones de Valery Tellechea:
Cuarteto del alba, de Carlos Gil Zamora, en el Teatro Principal de San Sebastián, Guipúzcoa.
Hermosa entrevista, reseña, homenaje a Marguerite, probablemente la más grande creadora europea del siglo XX: reportera, entrevistadora, guionista, directora de cine, autora y directora teatral, y sobre todo novelista excepcional cuya intensidad obliga a detener la lectura para sumergirse en su volcánica o dulcísima experiencia de vida: parece que te toca, que te besa, que te golpea y te vuelve a besar. En este encuentro de la periodista con la actriz, una cita envolvente que invita a volver a ver el vibrante monodrama y a releer a Duras, la que escribió aquello de «Para escribir hay que ser muy fuerte. Hay que saber resistir la compañía de uno mismo».
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