Una `Bernarda´ universal con desgarro de beaterío español
Por Horacio Otheguy Riveira
La obra maestra de Federico García Lorca bañada de lirismo, humor negro y esperpento en audaz puesta en escena de Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica.
Se respeta el texto y se versiona la puesta en escena clásica. Algo que sucede muy a menudo por todas partes. Es García Lorca el autor más traducido y más versionado en Hispanoamérica, ya que sus obras más importantes se estrenaron en Colombia y Argentina antes que en España, donde se empezó a indagar en sus diversas miradas escénicas a poco de morir el dictador Francisco Franco en 1975, y un gran actor como Ismael Merlo asumió el papel de la madre feroz con vestimentas femeninas pero voz y gestos de arrasadora virilidad.
Entre sus muchas versiones resulta inolvidable también la que dirigió Calixto Bieito en 1998 con María Jesús Valdés en un personaje que asume un papel tiránico obligado por las circunstancias, una Bernarda sensual que seca el sudor de sus pechos, que ordena y manda con la pena honda de la mujer empujada al claustro lo mismo que ha de imponer a sus cinco hijas casaderas.
La sumisión de las mujeres al poder establecido bajo la consigna católica represiva, anulando el sexo que no sirva para la reproducción, destruyendo el deseo como un mal insalvable, y la amarga envidia de las que se quedarán sin gozo; una obra con un gran personaje ausente del que se habla y hasta se respira todo el tiempo: Pepe el Romano, el deseado galán que a caballo pasa por la casa, que pide en matrimonio a la más fea y atontada —la mayor y única con dote en esa casa sin hombre—, pero se acuesta de madrugada con Adela, la que se atreve a lanzarse a sus brazos pase lo que pase después.
Pero Martirio no lo tolera y habrá de desbordarlo todo hasta la destrucción definitiva.
Adela: Pepe el Romano vino por el dinero, pero sus ojos los puso siempre en mí.
Martirio: Yo no permitiré que lo arrebates. El se casará con Angustias.
Adela: Sabes mejor que yo que no la quiere.
Martirio: Lo sé.
Adela: Sabes, porque lo has visto, que me quiere a mí.
Martirio: (Desesperada) Sí.
Adela: (Acercándose.) Me quiere a mí, me quiere a mí.
Martirio: Clávame un cuchillo si es tu gusto, pero no me lo digas más.
Por algo será que el genio del maestro prematuramente asesinado por los franquistas emociona tanto en todas las lenguas y culturas y se representa de muchas maneras constantemente. La compañía del Teatro Tribueñe de Madrid hace algunos años que estrenó esta versión en su pequeña sala. Versión que se presenta en el gran escenario del Teatro Español, y logra mantener el interés del espectador con armas sutiles y esperpénticas, tronío y susurro, magnificencia e íntimo ritual, con brillante selección musical desde lo sinfónico a lo popular, pasando por dos versiones del himno de España, en un ensamble de estilos bien conjuntados logrando un equilibro muy llamativo entre la farsa y la tragedia.
Comienza como un Lorca bañado en Dostoievski, con una densidad rusa que se abre a lo universal rápidamente, con una puesta en escena coreografiada en los gestos de personajes que oscilan entre el recitado tenso, el grito sobreactuado y la placidez de escenas conmovedoras casi susurradas. No falta de nada y quizás sobren algunos griteríos, pero dentro de la línea esperpéntica bien muñida. Un encuentro que choca —pero que a la larga resulta admirable— entre el texto de Federico y el esperpento de Valle Inclán: la España revolcada en un sinfín de gestos vacuos, desesperados y anhelantes de un cambio que históricamente se interrumpió y que aún da mucha guerra a las mujeres.
Música, abanicos, enaguas, iconos, la gran cruz como suplicio y como arma mortal, y un tango marcando una comida, y danzas masculinas de Fiesta de toros cuando ellas asumen alguna clase de poder: migajas del poder de los hombres… Y la abuela loca que en la piel de la directora, Irina Kouberskaya, lanza a la escena un delirio surrealista conmovedor.
Una audaz aventura en la que se han atrevido a jugar con La casa de Bernarda Alba hasta lograr trascender la obra original con buena carga de las máscaras que la propia historia lleva hasta ese final en que la terrible madre se emociona e impone su ley sin otro remedio que la supervivencia le manda en una sociedad represora:
Bernarda: ¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera doncella. ¡Nadie dirá nada! ¡Ella ha muerto virgen! Avisad que al amanecer den dos clamores las campanas.
Martirio: Dichosa ella mil veces que lo pudo tener.
Bernarda: Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A otra hija.) ¡A callar he dicho! (A otra hija.) Las lágrimas cuando estés sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!
Federico García Lorca firmó la obra en junio de 1936, un mes antes del comienzo de la guerra civil española, y dos meses antes de ser asesinado. Esta función rinde un homenaje muy elaborado, que es digno de verse, si el espectador es capaz de luchar con los prejuicios que le depare una visión atípica, a ratos con aires nobles de revista musical, y en todo caso muy bien nutrida de talento con un trabajo actoral de equipo notablemente conjuntado tras los trabajos esenciales de sus protagonistas Bernarda Alba (“una mujer de posibles”) y su despreciada criada Poncia (“la hija de una mujer de lupanar”): Carmen R. de la Pica y Chelo Vivares, respectivamente.
La casa de Bernarda Alba
Autor: Federico García Lorca
Dirección: Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica
Intérpretes: Carmen R. de la Pica, Chelo Vivares, Badua Albayati/Natalia de Azcárate, Alejandra Navarro, Matilde Juárez, Rocío Osuna, Irene Polo, Irina kouberskaya/Pastora Prada, María Luisa García Budí, Enriqueta Sancho.
Selección musical, Escenografía y vestuario: Hugo Pérez de la Pica.
Diseño de iluminación: Miguel Pérez Muñoz y Hugo Pérez de la Pica.
Lugar: Teatro Español. Sala Principal.
Fechas: Del 6 al 30 de marzo de 2014. PRORROGADO HASTA EL SÁBADO 19 DE ABRIL.
En 2015 y 2016 continúa representándose en el Teatro Tribueñe.
Pingback: Beatriz Argüello/Isadora Duncan en misterioso homenaje | Culturamas, la revista de información cultural
Pingback: “La rosa de papel”, según Irina Kouberskaya: expansión del esperpento | Culturamas, la revista de información cultural