¡Peligran los genitales de Dalí en manos de Picasso!

Por Horacio Otheguy Riveira

‘Dalí versus Picasso’, de Fernando Arrabal: delirante encuentro en París, 1937, de dos niños bravucones y egocéntricos.

 

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La inmolación de Salvador Dalí, su impulsivo deseo de sacralizarse en una etapa llena de cabriolas políticas junto a Pablo Ruiz Picasso confrontando sus dos obras maestras sobre la guerra civil española es la excusa para exhibir una estrafalaria y burlona mirada hacia la historia.

 En escena sólo se ve la reproducción de una de ellas, de la otra se habla, y se habla mucho en general entre chispazos brillantes y una monotonía exasperante, una repetición obsesiva en la que la puesta en escena poco y nada hace para enriquecerla: una y otra vez en el tiovivo de los despropósitos de unos fanfarrones con patente de genio.

 Pero hay dos excelentes actores que ponen mucho de su arte, y logran hacerle el boca a boca a la insolencia del autor, quien hace pocos meses que cerró esta función mientras prepara otra con Stalin de protagonista. El mundo de Arrabal, transgresor como ningún otro en el siglo XX del teatro español, más conocido en otros países que aquí, admirado y muy representado en las grandes ciudades teatrales de Hispanoamérica desde los años 60 (Bogotá, Buenos Aires, México D.F.), y traducido a varios idiomas, ha desbordado los escenarios con imaginación y vigorosa voluntad de renunciar a los convencionalismos.

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De izquierda a derecha: Roger Coma, Fernando Arrabal y Antonio Valero.

 

Creador de poesía donde parecía no haberla y de monumentos teatrales que rompieron los cánones, Fernando Arrabal fue el poderoso autor de El triciclo, El cementerio de los automóviles, El arquitecto y el emperador de Asiria, entre muchas otras obras (editadas en conjunto suman miles de páginas), casi siempre moldeando y rompiendo moldes, articulando sobre los escenarios voces que luchan por salir del soliloquio y comunicarse con vestigios profundos en un marco de atrevimiento a menudo superficial, de una frivolidad a ratos genial porque tras la risa y el espasmo esconde una controvertida capacidad de crear belleza y polémica.

  Lo de fuera hacia dentro y lo de dentro hacia cualquier parte en el maremágnum de los precipicios surrealistas… para que el público termine de armar su odisea y su penuria entre carcajadas imprescindibles para reírse de sí mismo y también de lo que más le aflija.

 En la vida de Arrabal se ha destacado mucho el enfrentamiento con su madre, acusada de haber denunciado al padre, a raíz de lo cual fue fusilado. Escribió una obra bellísima en la que dejó de lado sus arrabalescas tendencias al barullo provocativo. Pérez de la Fuente la dirigió con la gran María Jesús Valdés como única protagonista. Aquella sublime Carta de Amor fue uno de los mayores acontecimientos teatrales de 2003, estrenado en Madrid en un sótano del Reina Sofía: todo era ceremonia compungida, texto barroco y finalmente suave y cálido como el visón y doloroso como una herida que no acaba de cerrarse.

 Desde entonces no he vuelto a ver nada de este autor, pintor, novelista, poeta, y “sobre todo nada, más bien y preferentemente nada”. Ahora regresa con una función que no le merece, estructurada de manera muy pobre y con situaciones en las que el delirio de Dalí auspicia su deseo de ser inmolado entre espasmos revolucionarios, suplicante de que un Picasso que admira y desprecia le castre a la vista del público, bisturí en mano…

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El proceso es divertido, disparatado, y bien resuelto en su coda final. Se sostiene porque sus protagonistas, Antonio Valero y Roger Coma se entregan con entusiasmo al bufonesco espectáculo tan propio de Arrabal y luchan con éxito con las limitaciones de un texto que oscila entre hallazgos cómicos y aburridas divagaciones. La genialidad creativa de Dalí y Picasso, así como las tendencias que tanto les separaron, no están presentes en ningún momento. Son dos críos insoportables que se convierten en personajes gracias al pene y los testículos de Dalí, “reencarnados” en el actor Roger Coma con admirable soltura y dominio escénico. Algo muy de destacar en un país donde casi siempre los actores se desnudan “hasta allí”, incluso en funciones de alto voltaje erótico. Aquí no, el desnudo integral de Coma tiene osadía, dramatismo y a la vez mucha gracia y naturalidad, y facilita la creación de un ritual que anima mucho la función, mientras se guisa en escena una olla con Legumbres El Hostal (sic, empresa colaboradora de la producción) que ha ido preparando Valero/Picasso mientras interpreta su personaje en un alarde inusual de composición histriónica.

 La noche de estreno, Fernando Arrabal —estupendos 82 años— pasó al escenario con todo el equipo. Bajo los entusiastas aplausos parecía que tenía preparado un buen discurso. Y lo tenía, vaya si lo tenía, un discurso tan breve como arrabalesco:

 

 Está visto que estos dos genios de Dalí y Picasso no eran dramaturgos. Yo tampoco.

 Y es sincero. No es broma. Es esta pieza más un garabato teatrero que una obra redonda con capacidad de unir la frivolidad con la trascendencia, como solía hacer el escritor en el pasado. La obra carece de la suficiente riqueza dramática, es un círculo bien vicioso de ocurrencias y deseo de sorprender con dos personajes fabulosos de nuestra historia artística convertidos en chavales malcriados jugando siempre a lo mismo. Pero, eso sí, una vez que se admite el juego burlón, todo es posible entre los espectadores y estos formidables actores, incluso el deseo de entrar en escena y compartir con ellos el guiso de judías pintas que huele que alimenta…

 Mejor no contar detalles y mucho menos el final, mejor no saber qué pasará cuando se rompa el círculo con el asunto de  los testículos del extravagante catalán en las posibles manos del impetuoso malagueño, mejor dejar que los 70 minutos del espectáculo se introduzcan en el espectador y que este haga lo que quiera, convertido quizás en un carcajeante poeta… tocado por una varita mágica arrabalesca con su toque surrealista y su involuntaria dedicación al sainete nacional, donde una y otra vez el ego desbocado protagoniza todas las malditas y benditas aventuras de la patria nuestra.

 

Dalí versus Picasso

 Autor: Fernando Arrabal.

 Escenografía y dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente.

 Intérpretes: Antonio Valero, Roger Coma. Voces en off: Irina Kouberskaya y Julieta Cardinali.

 Iluminación: José Manuel Guerra.

 Vestuario: Almudena Rodríguez Huertas.

 Espacio sonoro: Tuti Fernández.

 Diseño video: Emilio Valenzuela.

 Con la colaboración de los niños de la Real Escolanía de San Lorenzo del Escorial.

 Lugar: Naves del Español-Matadero. Sala 2.

 Fechas: Del 12 de febrero al 16 de marzo de 2014.

 

 

 

 

 

 

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