Un poco de jaleo
Un poco de jaleo. Prólogo de Juan Macías. Edinexus, col. El escritor andante. Diciembre de 2013. 188 págs. P.V.P.: 15 €
Por Sara Roma
En abril de 2012, un insigne diplomático estadounidense, Richard Boucher, dijo que España era buena solo “por el flamenco y el vino tinto”, una declaración que sorprendió al editor José María Sánchez-Robles y despertó su curiosidad por conocer más sobre nuestro género artístico más popular. Así fue como inició una investigación que ha concluido con la publicación de Un poco de jaleo (Edinexus, 2013), volumen que conforma el número cuatro de su colección ‘El escritor andante’ y que se presenta mañana, a las 20:00 de la tarde, en el Hotel San Cristóbal de Marbella.
El flamenco hunde sus raíces en el siglo XVIII, cuando los bailes tenían fama por su profundo carácter sensual e hipnótico. El escritor y viajero Giacomo Casanova (1725-1798) recogió en sus memorias su experiencia con el fandango, al igual que otros muchos escritores y viajeros románticos del siglo XIX que también quedaron cautivados por esta expresión popular. Así, por ejemplo, el escritor José Cadalso fue uno de los primeros en aludir a una juerga flamenca en sus Cartas marruecas (1784); el protagonista, Ben-Beley, reseña una noche de bailaoras, gitanas, guitarras y castañuelas”. Incluso Cervantes, en su obra La gitanilla, describía cómo la chiquilla dejaba boquiabiertos a todos con sus gracias y caracoleos. Sin embargo, el flamenco no siempre ha gozado de tanta aceptación. Algunos reconocidos antiflamenquistas fueron los célebres Clarín y Galdós; este último muestra su menosprecio en Nazarín, calificando de “ruidosa patulea de gitanos” a la fiesta que ocupa el patio de la casa de huéspedes de la tía Chanfaina. Y sí,
aunque nos pese, como sostiene el doctor y flamencólogo Juan Macías, “el flamenco es una materia muy limitada sobre la cual se vierten siempre los mismos
tópicos”.
Pero Un poco de jaleo está lejos de ser un tratado teórico, ni siquiera lo pretende (para eso tenemos el legado de Félix Grande, la memoria del cante jondo más importante, Premio Nacional de las Letras Españolas, que acaba de dejarnos). Este es un libro que rescata los relatos de aficionados que reflexionan sobre cuestiones relacionadas con el flamenco, el mundo de los gitanos o el folklore andaluz y de escritores que han narrado en sus obras espectáculos y juergas nocturnas, a los que acompañan una extensa selección de estampas que ilustran cómo este arte ha sido representado a lo largo del siglo XIX y XX y cómo ha llegado a formar parte de una iconografía popular patria (carteles publicitarios como el de Tío Pepe y Anís El Mono; pinturas; postales de recuerdo; fotografías de Lux-Color, etc.) con la que nos hemos familiarizado casi sin darnos cuenta.
Aunque, como aludí antes, los noventayochistas no simpatizaban con esta expresión artística, comparto el pensamiento de Azorín: “el cante jondo —venga de donde venga— es una emanación de la melancolía hispana”. Y Un poco de jaleo es ideal para recrearnos con este arte, disfrutar a través de sus páginas con las impresiones de artistas y escritores de todos los tiempos y soñar con volver pronto a pisar alguna zambra granadina del barrio de Sacromonte.