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Un hombre resuelve a balazos una ‘Ejecución hipotecaria’

Por Horacio Otheguy Riveira

Inmensos Juan Codina y Sonia Almarcha al frente de una vibrante función de género negro con buena dosis de tensión, violencia y crónica social.

 

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Los ejecutores de sentencia llegan con su carga personal: el secretario judicial que lleva 15 años “ejecutando” sin sentimiento de culpa, “salvo alguna lagrimita, no te voy a decir que no”, y la joven que ha llegado a impedir el suicidio de un hombre que finalmente se tiró por la ventana poco después. Ella se sabe cómplice del sistema, a él no le importa. Los dos son funcionarios, les acompañan un policía socarrón y un cerrajero asustado porque su nieto está enfermo y no tiene papeles.

 La vida cotidiana, un día más para este cuarteto al que le falta la guinda de una tarta envenenada, una abogada atractiva, “segura de sí misma y vestida de diseño” que está en un atasco, que llegará más tarde. Es la representante del banco.

Sorpresa: la amable víctima dispone de un arma

 Se encuentran con alguien que no opone resistencia: “Pasen. Estoy solo. La mujer por la que preguntan no está. Me ha dejado”. El equipo está ansioso por pasar página y volar a otro desahucio. Pero el hombre tranquilo pronto cogerá la escopeta que le dejó su padre como única herencia… y desencadenará una guerra atípica en nuestro país, donde aparte de grupos de choque y pequeños adelantos, las ejecuciones hipotecarias siguen su curso devorando a sus víctimas como si fueran prestamistas ilegales. Estos bancos protegidos por el sistema judicial imperante y los intereses de la clase dirigente no rompen las piernas de sus antiguos clientes: los dejan en la calle, los abandonan, creando un cúmulo de miseria y furia que ya en algunos países de nuestro entorno se ha resuelto matando.

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 Los desahucios continúan, persisten en su truculenta espiral de la propiedad del Estado a través de “sus” bancos y sus antiguos clientes, ahora en la miseria. El 31 de enero se publicaba en el diario El País una crónica con este titular: “La policía ha desalojado a un hombre de 54 años con enfermedad crónica…”. No hay fórmulas de protección social, sino de ataque virulento y contrario a los derechos humanos, como también sucede con la retirada de la atención sanitaria a los “sin papeles”, una barbaridad que acaba de condenar la Unión Europea.

 El dramaturgo Miguel Ángel Sánchez aporta una novedad al drama nacional, inspirado en un caso real que ocurrió en 2012 en Karlsruhe, Alemania: el pacífico ocupante de la vivienda que se quedó en el paro y no pudo mantener las cuotas… es en realidad un hombre acosado por la pena de encontrarse en la miseria, y la rabia ante tamaña injusticia. Así que les secuestra con un proyecto en su cabeza y en su corazón. En el camino va matando a algunos, y recordando episodios de amor y libertad, de cuando al despertar por las mañanas todo era posible… porque yo conseguía lo que me proponía…

¡Una vida limpia, trabajar y consumir, trabajar, amar y consumir, trabajar y consumir!

 

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 Espléndida estructura teatral que no descuida nada

El desgarrador testimonio social se ve con creciente interés porque no hay monólogos mitineros sino situaciones dramáticas muy bien planteadas, con personajes contradictorios e interesantes. Todo se sigue con entusiasmo porque, además de tratarse de un texto perfectamente escrito para el teatro, con diálogos que aportan información, a menudo sorprendentes, hay aquí muchas emociones bien templadas.

 En un breve papel está Adolfo Fernández, quien produce y dirige con auténtica pasión por el teatro. Esta es su segunda obra con estas características de policiaco negro. La anterior fue una formidable y muy cinematográfica versión de una pieza italiana, Naturaleza muerta en una cuneta, con casi todo el elenco que ahora se hace cargo de esta Ejecución hipotecaria de gran actualidad. Los elementos comunes al género muy desarrollado en novela, cine y televisión (Fernández es un entusiasta de series como The Wire), en teatro tiene pocos antecedentes internacionales (sobre todo Estados Unidos y algunos países de Hispanoamérica), y es prácticamente nulo en España.

 De ahí que ante cada puesta en escena de esta compañía, los amantes del género se den la enhorabuena. Siempre se tiene la certeza de que se presenciará una aventura bien interpretada, calibrada en todos sus extremos y sutilezas, con un equipo de producción altamente cualificado, con luces, escenografía, vestuario y música creados por profesionales que cuidan los detalles, que saben que el teatro o está vivo en el todo… o el público no ve la hora de irse a tomar una cerveza.

 Entrega apasionada de auténtica gente de teatro

 Resulta muy emocionante ver a los actores de Naturaleza muerta en una cuneta, interpretando personajes muy distintos. Así, Susana Abaitua allá era una exquisita muchacha del Este, dedicada a la música, sobrevenida en prostituta, atrapada en una red de emigrantes; ahora es una funcionaria que lucha consigo misma, que odia lo que hace y se encuentra en una situación límite para defender su vida ante el hombre armado al que comprende más de lo que él pueda suponer. A su lado, Ismael Martínez, el chaval barriobajero de la otra función, aquí un cínico funcionario que se ve obligado a suplicar, pero en cuanto tiene la ocasión se convierte en una fiera sin piedad.

Rafael Martín tiene dos breves papeles muy bien encajados al principio y al final, en un epílogo brillante. Adolfo Fernández divierte en el papel de un policía currante, y aporta un ligero toque de humor a una situación muy tensa que no despierta compasión. Y es que por muy descabellado y arbitrario que sea el protagonista, el espectador encuentra un reflejo de sí mismo, de lo que sería capaz, especialmente a partir del momento en que aquel dice:

 Yo lo tengo todo perdido, pero procuraré llevarme por delante a unos cuantos hijos de puta.

También está presente la obediencia debida:

Nosotros no somos el banco, sólo somos unos currantes que ganamos poco.

Señoras y señores: Sonia Almarcha, Juan Codina

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Mérito grande tiene la extraordinaria labor de Sonia Almarcha encarnando a dos mujeres opuestas: la desahuciada y la representante del banco que viene a constatar que está todo en orden para su cliente, el nuevo propietario, el banco que le ha esquilmado vilmente. Aporta una sensualidad deliciosa en la mujer esperanzada y luego hundida, así como una fortaleza despreciable en la abogada que es capaz de gritar a quien la apunta con un arma:

 

Tu vida no la destruyó el banco, la destruiste tú con tu incompetencia para ganarte la vida…

El banco no te puso una pistola en el pecho para que te metas en una hipoteca…

 

Por su parte, Juan Codina logra, en el protagonista, una composición de gran contención, más aún teniendo en cuenta que es un actorazo con una capacidad histriónica admirable (Avaricia, lujuria y muerte, El método Grönholm, En la luna y aquí logra una creación con mínima expresión muy bien conjuntada con la euforia de sus recuerdos felices.

En memoria de Bertolt Brecht

Se sale de la sala con una amarga sonrisa dispuesta al debate. Hay un epílogo sarcástico que facilita la discusión política y a la vez convierte la rabia en reflexión. A quien esto escribe le acompañaron durante bastante tiempo dos frases que Bertolt Brecht (1898-1956) lanzó poco antes de la segunda guerra mundial:

Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia.

Tiene más delito fundar un banco que robarlo. Al fundarlo se hace legal el robo al ciudadano y se crea una fuente permanente de corrupción política.

 

Ejecución hipotecaria

 Autor: Miguel Ángel Sánchez

Director: Adolfo Fernández

 Intérpretes: Susana Abaitua, Sonia Almarcha, Juan Codina, Adolfo Fernández, Rafael Martín, Ismael Martínez

Escenografía: Eduardo Moreno

 Iluminación: Pedro Yagüe

 Sonido y música original: Mariano Marín

 Fotografías: David Ruano

Lugar: Sala Mirador. Fechas: Del 30 de enero al 16 de febrero de 2014.

Reposición: Teatro Lara, a partir de septiembre de 2014.

 

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