La novela de tu vida: Miguel Torres López de Uralde
Por Miguel Torres López de Uralde*
Mi vida está llena de novelas de mi vida, algunas de ellas muy buenas y otras malas de solemnidad, pero todas igualmente arrebatadoras y sugerentes, libros que me atrapaban al acostarme y que a veces me mantenían en vela hasta las cinco o las seis de la madrugada. Y como resulta que mi buen amigo Pablo Aranda me ha pisado ya Los cachorros (que fue la primera cosa seria y digna de mención que leí) y como resulta también que sobre La metamorfosis se ha escrito demasiado, he decidido escoger para esta sección una novela no tan conocida llamada La vida ante sí, escrita por Romain Gary bajo el seudónimo de Emile Ajar, que tuvo el mérito de ganar el premio Goncourt allá por el año 1975 (éste ha sido el único autor que ha ganado dos veces tan prestigioso premio, una con su nombre y otra bajo este seudónimo, burlando así los estatutos del premio) y de la que se hizo una película que no he visto y que ganó el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 1977.
La vida ante si cayó en mis manos cuando estaba escribiendo mi primera novela, o mejor dicho, la primera novela con hechuras que logré terminar y que se llamó Pantalones cortos. La vida ante sí fue decisiva, porque su lectura me ayudó a entender la escritura. Gracias a ella experimenté en carne propia la sensación de estar poseído por una voz, un susurro que no sabes bien de dónde viene y que parece dictarte la novela palabra por palabra. Es a eso a lo que se refieren algunos escritores cuando dicen que hay veces en que la novela se escribe sola, como por arte de birlibirloque.
La vida ante sí narra en primera persona el día a día de Momo, un pequeño adolescente abandonado junto a otros niños, hijos de prostitutas, al cuidado de una anciana judía sobreviviente de los campos de exterminio nazis. El chico no conoce a sus padres, ni siquiera sabe su edad exacta. Está tan solo que se agarra fuertemente a su relación con la señora Rosa, dama inmensamente gorda que vive aterrorizada con la posibilidad de que los nazis regresen y que para colmo de males, está perdiendo la cabeza de pura senectud. Me reí, me emocioné y hasta lloré con esta novela, todo a la vez, en las mismas secuencias, hasta el punto de preguntarme a mí mismo en numerosos pasajes: “¿Pero cómo puedes reírte de una cosa tan terrible?” La vida ante sí tiene la virtud de hacerte ver lo mejor y lo peor de la existencia de un solo vistazo, la cara y la cruz en el mismo plano. Es una novela dura, durísima, divertida, desternillante, tierna, encantadora, llena de personajes secundarios maravillosos como la señora Lola (un travestí senegalés excampeón de boxeo que se gana la vida prostituyéndose) o el señor Walouma, barrendero camerunés.
Como curiosidad, hay que destacar que Romain Gary fue acusado por la crítica de imitar el estilo del misterioso Emile Ajar. El secreto de que ambos eran el mismo autor no se desveló hasta después de su suicidio en 1980, al publicarse póstumamente su libro Vida y muerte de Emile Ajar. Dejo aquí unas de las frases más inspiradoras de la novela, a mi entender:
La primera vez que vi a la señora Rosa tendría yo tres años. Antes de esa edad no se tiene memoria y se vive en la ignorancia. Yo dejé de ignorar a la edad de tres o cuatro años y a veces lo echo de menos.
* Miguel Torres López de Uralde es escritor. Ha publicado las novelas Pantalones cortos (2002), El pintor de las palomas (2005), Escucha mi silencio (2006) y Los que esperan (2008), con las que ha obtenido los premios Casino de Lorca, Ciudad de Barbastro y Juan Pablo Forner. A ellos se han sumado en 2012 el Premio Vargas Llosa de novela con Sin techo, el Gabriel Sijé de novela corta con La noche de los gatos y el VI Premio Tristana de Novela Fantástica con No sé quién eres (Menoscuarto, 2013).