Atrapados en el día a día
Prisioneros- Sala La Usina, Madrid
Manu Tomillo
María huye, huye de un presente y un futuro que no parecen traer ninguna buena noticia. En ese camino hacia la nada se encuentra con Luc, él no huye pero sin embargo tampoco sabe a dónde va, y lo que es peor, de donde viene.
Este es el argumento principal de Prisioneros, una obra de teatro a medio camino entre el experimento audiovisual y la interpretación sobre el escenario. Todo esto situado en un lugar de la amplia Castilla y con grandes dosis de ciencia-ficción y fuerte influencia por el cine de serie B. Por momentos nos parece acercarnos a las noticias de fenómenos paranormales de Iker Jiménez y a la vez al costumbrismo de Almodóvar.
Se agradece el esfuerzo por un guión basado absolutamente en la cultura audiovisual, se agradece la intención de crear un espacio en el escenario, donde las tablas y la pantalla se entremezclan para desarrollar una misma historia, la selección musical de la obra e incluso el lenguaje del día a día que emplean sus personajes.
Pero es una obra que quizás explora en una técnica aún por desarrollar, en la que quedan muchas cosas por hacer, y esta representación es por supuesto una buena apuesta. Los actores se introducen en una atmósfera a veces cómica, a veces costumbrista e incluso dramática; muchas facetas, muchos matices y una profundidad en los mismos que no siempre llega a las butacas, pero se intuye que detrás de cada personaje hay muchos mensajes que deberían ser más explotados no por ser menos cotidianos o cercanos al público.
Quizás demasiado desconcierto para una obra que da la sensación de transcurrir insegura de lo que realmente es, ese toque de atención para no caer presos en la rutina, para no ser prisioneros de nuestro propio destino.