Crónicas ligerasEscena

Admirable ‘Verdad sospechosa’ dirigida por Helena Pimenta

Por Horacio Otheguy Riveira

El siglo de oro trasladado a la burguesía de finales del XIX en una puesta en escena con muchos hallazgos. Magistral Rafa Castejón al frente de un magnífico reparto.

Un texto muy profundo, a la par que divertido, escrito por un mexicano que murió en Madrid, Juan Ruiz de Alarcón (1590-1639). Aunque prolífico, es esta su obra más representada y admirada, capaz de resultar inspiradora para un coetáneo ilustre como Corneille (1606-1684) y un heredero genial como Carlo Goldoni (1707-1793). La última versión que se conoce en Madrid fue en el Teatro de la Comedia por esta misma Compañía Nacional en 1991, con un notable Carlos Hipólito y buen elenco, bajo la dirección de Pilar Miró (1940-1997), quien montó un bello espectáculo que transcurría en la época en que la obra fue escrita, pero con escaso sentido del humor, más artificial que fluido, más técnico que poético.

Esta vez,  el mismo texto en otra versión es representado con la más orgánica coreografía de una burguesía imprecisa, que se puede identificar con la de finales del siglo XIX-comienzos del XX; un ejercicio de ironía preñado de farsa que avanza a todo dar —que dirían en México—, pero con un final de tensión sin risas en la que bien podemos trasladarnos a la burguesía omnipresente de cualquier tipo: esa clase dirigente siempre condenada a la falsedad como herramienta de trabajo, como modus vivendi, dentro de la cual un seductor que miente sin parar no es más que un gran actor necesitado de amor y admiración por encima de las reglas de juego, y si ha de bailar con la persona equivocada, pues baila, aunque su danza tenga el tremendo tufo de una irremediable soledad.

Rafa Castejón y Joaquín Notario en 'La verdad sospechosa'

Minuciosa y sorprendente puesta en escena

Un espectáculo de rara armonía en el que la versión de Ignacio García May se resuelve con una frescura y calidad de ritmo infrecuentes con la que la puesta en escena se ha entendido a la perfección. De asombro en asombro, resulta muy grato asistir a una concepción lejana de la época original (alrededor de 1630), colocada la trama entre aires de cine mudo: una belleza plástica emocionante porque todo avanza en firme crescendo, con brillante coreografía para personajes que nada serían sin su pompa y su estrafalaria compostura, quien más quien menos obligado a representar alguna comedia en el día a día, aunque el mentiroso estelar sea el único imaginativo porque está incómodo en su ser anodino… y necesita ser más a través de mentiras de irresistible creatividad.

Y así, don García, el fascinante embustero, es el único que no sobreactúa, que miente con el corazón rendido, ávido de que le amen como protagonista de aventuras imposibles:

García: ¿Por qué no creerá que muero, pues he visto su beldad?

Jacinta: Porque si os digo verdad no os tiene por verdadero.

García: ¡Esta es verdad, vive Dios!

Jacinta: Hacedle vos que lo crea. ¿Qué importa que verdad sea esa, si el que la dice sois vos? Que la boca mentirosa incurre en tan torpe mengua, que solamente en su lengua es la verdad sospechosa…

Marta Poveda y Rafa Castejón en 'La verdad sospechosa'

Es este un clásico desarticulado para articularse mejor a los ojos del espectador de hoy, lo que le permite superar los límites de su tiempo. Una especialidad de quien firma la dirección, a su vez directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, Helena Pimenta, con amplia experiencia en estas lides de recomponer las partes de un texto que ama para realizar una nueva elaboración hasta dar en la diana de su imaginación escénica y, finalmente, volverlo a su eje, al verdadero esplendor del poeta. Romper para rearmar, servirse de adaptadores de talento para luego recomponer visualmente la obra original.

Todos los caminos conducen a un vals que sobrecoge, después de casi dos horas de continua fiesta de los sentidos e inevitable suspense, aunque se conozca la obra. Otro acierto de la versión y la dirección: todo sabe a nuevo, y para ello el reparto no puede ser más exquisito.

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Breves papeles son interpretados por actores que se la han jugado muchas veces con personajes de mayor enjundia (Pepa Pedroche, que no hace mucho se ocupó de Lady Macbeth) o Juan Meseguer, siempre dueño de gran talento para intervenciones de todo tipo.

Los veteranos Fernando Sansegundo y Joaquín Notario: el primero en una composición cómica a lo Comedia del Arte, y el segundo forjando a un típico burgués entrado en canas y años con aires de grandeza, dos grandes del teatro nacional que se enfunden en satíricos personajes con gran eficacia; destacan siempre pero tienen una escena superior: ante el drama de las mentiras de las que se sienten prisioneros, se deslizan por las paredes hasta caer sentados al suelo para continuar la desgraciada conversación. En todo momento dan la sensación de que no están en el suelo sino en sillones de un salón barroco irrespirable.

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Marta Poveda, con demostrada vis cómica en obras como Burundanga, es aquí la joven de una sensualidad y esnobismo arrebatadores, esa clase de belleza hecha de mohines con la que nunca se sabe qué es lo que tira de ella, si el deseo de ser amada o la buena posición económica del agraciado galán o ambas cosas sin orden ni concierto. Nuria Gallardo —en un tono más lírico y contenido— ha de perfilar la broma y el romance trunco, la alegría que le desborda y el drama de la frustración eterna. Dos estilos de mujer en un contexto de sinuosos caprichos en torno al cabal mentiroso, al mentiroso de puro ingenio y elegancia, en el cuerpo y la voz de Rafa Castejón: una creación muy completa en la que se permite algunos momentos musicales con hermosa voz (vaya de paso mi aplauso para toda su familia: eminente gente de teatro) y una serie de matices que se desarrollan con medida energía, permitiéndole dominar transiciones con la “naturalidad” que depara un intenso trabajo.

Unos y otros bajo la batuta de una gran profesional en un contexto de espléndidos profesionales. Un espectáculo que ningún teatrero debe perderse: tiene la calidad de las obras maestras y la emoción infatigable del gran teatro que se escapa fugazmente como agua entre los dedos.

 

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Autor: Juan Ruiz de Alarcón.

Versión: Ignacio García May.

Dirección: Helena Pimenta.

Intérpretes: Fernando Sansegundo, Joaquín Notario, Rafa Castejón, Juan Meseguer, Marta Poveda, Nuria Gallardo, Pepa Pedroche, David Lorente, Pedro Almagro, Juanma Navas, Óscar Zafra, Alberto Gómez, Anabel Maurín, Mónica Buiza.

Piano: Miguel Huertas/Luis Noain.

Iluminación: Juan Gómez Cornejo.

Escenografía: Alejandro Andújar.

Vestuario: Alejandro Andújar/Carmen Mancebo.

Coreografía: Nuria Castejón.

Producción: Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC).

Lugar: Teatro Pavón.

Fechas: Del 18 de septiembre al 8 de diciembre de 2013.

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