Extraña forma de literatura
Por Sara Roma.
«En amor hay dos clases de constancia: una nace de la cobardía, de nuestro temor a la soledad o la aventura; la otra se debe a que nos enorgullece ser constantes».
El espía de la calle Lisboa, Manuel Da Cunha
La relación entre literatura y espionaje es tan antigua y fecunda que hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Algunos, como Graham Green y Dashiell Hammet, fueron espías, antes que escritores. Precisamente, la relación de Green con “García”, un agente doble que enviaba desde Lisboa informaciones falsas a los nazis sobre movimientos de tropas imaginarias, fue la inspiración para desarrollar uno de los protagonistas de Nuestro hombre en La Habana (1958). Quién sabe si estos ingredientes inspiraron a Enrique Vila-Matas a la hora de escribir Extraña forma de vida, una novela que acaba de reeditar Debolsillo (2013).
Un título tan sugerente tenía que esconder una historia nada casual. En efecto, Vila-Matas reconoce que lo encontró en el aeropuerto de Lisboa al ver un disco con un fado de Amália Rodrigues que se llamaba Estranha forma de vida. «Me enamoró no exactamente el título sino la belleza de Amália. Y en mi ciudad encontré la historia que iba a contar: la de un barcelonés dividido entre dos amores y entre dos actividades parecidas, la de escritor y la de espía. Recuerdo que, escribiendo ese libro, acabé transformándome en una especie de Fernando Pessoa del barrio de Gràcia de Barcelona».
El protagonista es un periodista que escribe a diario artículos con los que se divierte. Se trata de textos en los que se inventa todo y que le compensan con creces de las rigurosas leyes del realismo social a las que había sometido una trilogía novelística sobre las vidas de la gente de la calle donde vive: «un tríptico muy realista sobre mi vecindario, sobre los desheredados de la vida, sobre los muertos en pena, sobre las almas humildes de la calle Durban, sobre los humillados y ofendidos, sobre los desgraciados, sobre los de abajo». Cyrano mira, escucha, se mueve y se pierde por situaciones embrolladas y extraños sucesos en busca de una idea que acabe dando sentido a su vida.
La tarde en que se desarrolla la historia, Cyrano va a pronunciar una conferencia en la calle Verdi. Va a ofrecer la disertación de siempre sobre «la estructura mítica del héroe», una conferencia que lleva pronunciando años y que en realidad no es suya, sino que extrajo de un libro del portugués Manuel da Cunha. Pero, en esta ocasión, quiere hacer algo distinto porque nunca ha tenido agallas para fugarse con su amante y abandonar a su esposa y a su «hijo horrendo». Esta vez disertará sobre su vida, dedicada a espiar a todo el mundo, y demostrará a su concurrida audiencia lo parecidos que son los oficios del espía y del escritor.
Hay muchas referencias literarias en esta pequeña novela. Empezando por el mote que recibe el protagonista que por su exagera nariz se parece al poeta y dramaturgo francés. Asimismo, están muy presentes Manuel da Cunha, Graham Green –autor de cabecera de todo buen espía−, así como otras novelas de agentes dobles. Pero también están Goethe, Joseph Conrad, el Juan Marsé de Últimas tardes con Teresa y, cómo no, mujeres como Virginia Woolf con La señora Dalloway y Amalia Rodrígues y Extraña forma de vida, la canción que llega a oídos de Cyrano desde una vivienda vecina. La melodía, que lo sacude como una irrupción violenta de nostalgia mientras prepara la conferencia de esta tarde, le trae recuerdos de las noches en que bailaba con Rosita y esta le decía que si dejaba a su hermana, Carmina, se irían a vivir a una casa portuguesa donde siempre habría pan y vino; «una casa portuguesa con certeza». Pero el protagonista no acepta la oferta de su amante porque sabe de sobra que lo que alimenta la pasión es la ausencia del objeto deseado, por lo que perdería el único aliciente que le queda en la vida. De la misma manera, siente que el espionaje es otra forma de alimentar la pasión, por lo que decide hacer de esta afición su profesión.
La vida es demasiado breve como para vivir el número suficiente de experiencias, es necesario robarlas.
Como Cyrano no tiene el coraje para huir con Rosita y olvidarse del amor eterno y la estabilidad que le proporciona Carmina, se refugia en el periodismo y la literatura para inventar las vidas de las personas. Cyrano tiene presente el único legado que le dejó su padre: tener la angustia permanente de saberse mortal. Por eso, a su manera, se comporta como un Dios, tratando de estar en todas partes y de espiarlo todo. Ya no vive, solo escribe.
A lo largo de sus páginas, Extraña forma de vida −narrada en tercera persona por un narrador omnisciente− nos invita a fabular con la posibilidad de que el protagonista sea el alter ego de Vila-Matas, quien sospecha que cuando el lector termine de leer esta novela lo esperará agazapado como un tigre para espetarle que esta historia que le había presentado como una verdad fingida no era más que una verdad como un templo. En efecto, esta novela es la menos apropiada para que aparezca un espía; lo reconoce su protagonista. Es similar a La señora Dalloway, de Virginia Woolf: una historia en las antípodas de la acción. Probablemente, no sea la mejor novela de Vila-Matas, teniendo en cuenta que fue una de las primeras y que a lo largo de estos años ha desarrollado un estilo propio que lo define como una de las mejores voces nacionales e internacionales. Sin embargo, el mérito del autor estriba en haber desarrollado una historia en base a una narración que te atrapa en sus páginas. En definitiva, Vila-Matas quiere hablarnos de las cosas que pasan cuando no pasa nada.
Escribir es la única forma interesante de estar en el mundo. Extraña forma de vida.