Por César Bakken Tristán

 

Memento ( Christopher Nolan. 2000) es sin duda el  thriller más psicodélico que conozco. Guy Pearce interpreta a un hombre que ha perdido la memoria reciente a causa de un golpe en la cabeza. Está obsesionado en matar al asesino de su mujer  y aunque en el empeño mata a varios hombres, no sabemos si realmente ha matado al asesino.

Los créditos de inicio son excelentes, sorpresivos e indicadores de como va a ser la película, al aparecer cámara atrás. A partir del 6´ ya comienzan los flash back (salto temporal hacia atrás) y el festival de flash forward (hacia delante) dentro de los propios flash back… vamos, un lío cojonudo.

Puro galimatías, confusionismo en estado puro es esta película. A los amantes de las puestas en escena a base de trocear la trama quizás les guste este planteamiento del director, aunque como lo que hace es pasar por la picadora la trama, igual ni siquiera gusta a este tipo de espectador acostumbrado al “estilo Tarantino” o a la magistral Once upon a time in América de Leone, por poner dos ejemplos significativos.

 

Memento (2000) de Christopher Nolan

Memento (2000) de Christopher Nolan

 

Para mí la puesta en escena de Memento es una manera de intentar hacer interesante una historia simplona a más no poder. Darle toda la importancia al “cómo se cuenta algo” y no al “qué se cuenta”. Presentar al personaje con hábitos extravagantes muy impactantes en pantalla, como es el hecho de tatuarse el cuerpo para recordar lo que ha de hacer y lo que le ha ocurrido es otro rasgo más de este tipo de apuesta narrativa.

Pero si se apuesta por ella ha de hacerse bien y no caer en errores de verosimilitud. Memento está llena de ellos: ¿por qué recuerda Pearce la muerte de su esposa si se dio el golpe antes? ¿por qué sabe que tiene esa enfermedad y no lo ignora como el señor Sammy que sufre la misma dolencia que él? ¿en cuánto tiempo olvida lo que ha ocurrido? A veces son dos segundos (secuencia de la botella de güisqui, por ejemplo) y a veces minutos (como los encuentros con Teddy)

Eso es lo peor de Memento, que aparenta una gran ambición argumental y en realidad no está contando nada, pues el guión lineal sería este: el protagonista mata a un traficante y le quita el coche y el dinero, engañado por otro al que al final termina matando. Antes parece que ha matado también a otro hombre, ayudado por el último que mata: Teddy. El propio Teddy, antes de ser asesinado, deja entrever que Pearce se ha convertido en un matón inconsciente manejado por él, con la excusa de pensar que esta matando al violador y asesino de su mujer (6´). Natalie es otro personaje que se aprovecha de él fingiendo querer ayudarle en su venganza y le pide que mate a Dodd, otro traficante al que Pearce  obliga a irse de la ciudad. El propio conserje de la pensión le engaña alquilándole varias habitaciones a la vez. Interés nulo el del argumento. Bostezo garantizado.

El espectador nunca llega a averiguar qué demonios está pasando, pues el punto de vista de la narración cambia constantemente, es decir: a veces el que narra es el protagonista (muchas veces con su voz en off) otras se convierte en  narrador omnisciente y otras la narración va por libre. Esta técnica es un rotundo fraude al espectador, pues un guión ha de engañar a los personajes de la trama, no al espectador mostrándole situaciones que luego resultan falsas. Los ejemplos más clásicos de esto lo encontramos en el final de El golpeNueve reinasEl sexto sentido. Mediocridad guionista brutal.

Los personajes están todos mal construidos ,pues no tienen motivaciones para actuar como actúan y , realmente, nunca sabemos como han actuado, pues su comportamiento cambia en cada secuencia y da tantos giros que el espectador no sabe lo que han hecho en realidad (y hasta ha de agarrarse a la butaca para no caerse) El colmo de este confusionismo es cuando Teddy deja entrever que es el propio Pearce quien ha asesinado a su mujer involuntariamente con una sobredosis de insulina (1h. 38´) Esto habría ocurrido en la única parte de la trama que parecía real, que eran los recuerdos del protagonista antes del golpe en la cabeza, cuando recuerda el caso del señor Sammy (cuyo nombre tiene tatuado en la mano). Toma ya requetegiro al guión, ya nada es verdad y todo es mentira, o al revés, ¿cómo lo ves? ¡Chan ta ta chan! que diría Tamariz. Ahí queda eso y bien a gusto se quedó el sesudo guionista.

Técnicamente la película está rodada con muchísimos planos, lo que provoca los típicos (e inadmisibles) fallos de continuidad entre planos (los mayores en la comida con Teddy, 23´). Está rodada en color y en b/n,  de forma aleatoria, porque al principio parece que el b/n es para que el protagonista cuente su pasado, su enfermedad y el  comienzo de la trama. Pero precisamente el inicio –cuando mata al traficante y coge su choche, su traje y su dinero– es en color, así como los recuerdos previos al asesinato de su mujer.

En cuanto a la enfermedad que sufre Pearce, amnesia anterógrada, la sitúan en un grado exageradísimo, científicamente inexistente.

Gran película para el espectador que padezca la misma enfermedad que el protagonista…