Recaredo Veredas acerca de su último trabajo, “Deudas vencidas”
Por Benito Garrido.
«¿Y por qué sigo con Miriam? Supongo que la quiero o que hay una parte considerable de mí que la quiere. (…) Ella tal vez sufra defectos burgueses, pero no es capitalista. Viven en contradicción, como todas las personas que buscan la coherencia. En esa contradicción que hace avanzar. Exigir la coherencia total causa la destrucción. Es imposible ser coherente y vivir en esta sociedad. Demandaría un sacrificio lunático, convertirse en una especie de amish, encerrado para siempre, ajeno a los videojuegos, las hamburguesas, las camisas de Armani o las mesas de Ikea.»
Recaredo Veredas (Madrid, 1970) es licenciado en Derecho y Master en Edición. Ha escrito artículos ABC, Qué Leer, Quimera, El crítico, Política Exterior, Revista de Libros y en distintos blogs de crítica literaria. Es autor del ensayo Cómo escribir un relato y publicarlo (2006), de los libros de relatos Pendiente (2004) y Actos imperdonables (2013) y del poemario Nadar en agua helada (2012). Deudas vencidas es su primera novela.
Deudas vencidas. Recaredo Veredas. Editorial Salto de Página, 2014. 170 páginas. 14,90 €
Un recobrador de morosos con aspiraciones literarias que ve cómo sus ingresos bajan debido a la escasa calidad de los asuntos que le encomiendan, decide contratar los servicios de un matón ruso que le ayude en el asunto. Los posibles problemas de conciencia se superan en el momento en que la colaboración del mafioso se traduce en resultados. Sin embargo, cuando descubre evidencias de que su mujer le engaña con un joven aristócrata, líder por otro lado de un grupo de intelectuales de izquierdas al que ellos pertenecen, el protagonista caerá en una aguda espiral de autodestrucción.
P.- ¿Cómo es eso de sufrir los defectos burgueses sin ser capitalista? ¿Es esa quizá una de las contradicciones que nos ha llevado a la ruina moral y económica que vivimos hoy día?
Casi todos somos capitalistas en mayor o menor medida. Hay gente que lo asume y gente que no, pero si no eres un anacoreta perdido en los campos de Soria o un pobre de solemnidad (lo que en España comienza a ser bastante frecuente) eres un capitalista. No hay remedio: casi todos consumimos y casi todos tenemos cuenta bancaria. El capitalismo no es malo en sí mismo. Depende de cómo y en dónde se aplique. En Canadá, por ejemplo, ha beneficiado a su población. También en buena parte de Europa. En España, sin embargo, somos incultos y pasivos, lo que ha facilitado que el capitalismo se confunda con el saqueo.
P.- ¿Por qué elegir como protagonista de esta novela a un recobrador de morosos, un sicario del capital que además tiene impulsos literarios?
Porque creí que, dada mi experiencia como abogado, podía recorrer los entresijos de su conciencia. Por supuesto nunca he cometido los desmanes del protagonista, pero sí me sentía capaz de reproducirlos. Cierto, se autoconsidera un sicario del capital desde la primera página, y nunca deja de serlo, pero también demuestra que casi todos lo somos, seamos conscientes de ello o no. Prueba clara es el personaje de Miriam, la esposa del protagonista, declarada izquierdista, que se aprovecha, sin complejo alguno, del dinero de su cónyuge.
P.- ¿Por qué elegiste para esta historia el formato narrativo del diario escrito? ¿Quizás como el mejor camino para aliviar conciencias?
Escogí el diario por dos motivos: el primero disponer de un narratario (un destinatario de la voz de esa primera persona). El segundo, y más importante, porque el diario, en principio, no tiene otro destinatario que uno mismo. En consecuencia, todos los filtros sociales se diluyen y todas las dudas e inquietudes quedan plasmadas tal y como transcurren en la conciencia del protagonista, sin vergüenza alguna. Lo más complicado ha sido hilvanar y equilibrar las peripecias dentro del discurso del narrador.
P.- ¿Qué pesa más en el protagonista: la culpa, la ira, el miedo o la ambición?
No siente ira, es capaz de controlarla. Incluso cuando su mujer incurre en uno de los peores pecados puede contenerla. Tampoco es especialmente miedoso. Más bien siente prejuicios morales que poco a poco, conforme derriba barreras, va olvidando. Lo mismo puede afirmarse respecto de la culpa: aprende que en el mundo moderno solo la sienten los de abajo. Sí es ambicioso, siempre dentro de su pequeño mundo, y, sobre todo, está devorado por la envidia.
P.- Es destacable algo que ya hacías evidente en tus relatos: la fina ironía, el humor que tiende a hacerse negro conforme vas conociendo al personaje narrador. ¿Signo distintivo de tu literatura?
No lo sé. El tiempo lo dirá. Mi primer libro de relatos (Pendiente) no tenía ninguna gracia. Luego he dejado de tomarme el mundo tan en serio y ha surgido la ironía. Pero no sé si permanecerá durante las obras que me resten por escribir. Depende, supongo, de cómo me vaya la vida y de cómo evolucione la sociedad en la que habito. Creo que en la novela que estoy escribiendo el humor va a convertirse en terror.
P.- Querido diario… realmente no soy tan duro como puedo dar a entender por mis actos, ni soy tan intelectual, ni tan de izquierdas…
Las inquietudes a las que te refieres son las propias de un personaje patológicamente inseguro. Quienes manejan el cotarro pueden aceptar, sin mover las pestañas cualquier tipo de contradicción.
P.- Háblame del Colectivo: ¿cómo te surgió la idea de crear este grupo de intelectuales de izquierdas? ¿puede ser que tenga un paralelismo en la realidad actual?
Sí, tiene paralelismos en la realidad actual y sí les conocí. Siguen existiendo pero no voy a nombrarles, me acojo a la quinta enmienda. Además, apenas poseen trascendencia, casi nadie les conoce. Me parece un grupo cómico, casi surrealista, que encajaba a la perfección con los anhelos de reconocimiento intelectual de Miriam y de su marido Osmundo, el protagonista.
P.- Hace frío y todos los personajes tiemblan en tu novela… todos tienen algo por lo que sufrir y por lo que temer… ¿novela desoladora?
Quienes verdaderamente sufren, quienes verdaderamente pasan frío, no aparecen en la novela. Los protagonistas son supervivientes natos que, o se benefician de la crisis o les sirve para mantener un discurso de indignación escasamente productivo. No creo que la novela sea desoladora. Es una mirada muy subjetiva sobre la realidad que contemplo día a día. Lo que es desolador es esa realidad, ese 40% de trabajadores autónomos que se encuentran en el límite de la pobreza.
P.- Y también surge la soledad, el sentimiento de abandono, autodestrucción…
El protagonista y Miriam, su pareja, saben perfectamente hacia dónde ir. De hecho, una vez que Osmundo decide actuar lo hace con bastante contundencia. Con zozobra pero también con una crueldad inamovible. Lógicamente sufre remordimientos de conciencia, no es un auténtico psicópata, pero no provocan que cambie el rumbo.
P.- ¿Dónde te sientes más cómodo a la hora de escribir: poesía, relato, novela…? ¿Andas ya embarcado en nuevos proyectos narrativos de los que puedas hablar?
Me siento más o menos cómodo en todos los géneros. El más difícil, con diferencia, es la novela. O al menos el que más difícil me resulta a mí. La progresión de los personajes es mucho más prolongada, la voz del narrador debe mantenerse, o cambiarse, durante cientos de páginas, la construcción de las peripecias es más compleja. En términos generales elijo el formato en función del momento y de lo que quiera contar. Una epifanía requiere un relato, una historia larga una novela y una idea abstracta o un sentimiento un poema.
En cuanto al estado de mi obra, he terminado un poemario, que debo aún pulir bastante, y estoy escribiendo una novela sobre acoso infantil y venganza. Después, si la salud me respeta, quisiera escribir un bestseller que vendiera muchísimo y me hiciera rico. Es difícil, lo sé, pero todo es cuestión de intentarlo.