Daniela Astor y la caja negra
Daniela Astor y la caja negra, Marta Sanz. Barcelona. Anagrama, 2013, 272 págs. 16.90 €
Por José Miguel López-Astilleros
Esta novela es una mirada crítica y retrospectiva de la Transición española a través de los ojos de una niña de doce años y de un falso documental proyectado por ella misma treinta y ocho años después, que se va intercalando en el hilo argumental. El eje en torno al que la narración avanza y da pie al retrato de la sociedad de aquel tiempo, consiste en contar sin sordidez y truculencia el desenlace dramático de la madre de la protagonista, al someterse a un aborto terapéutico, por aquel entonces ilegal.
Catalina nos cuenta en primera persona su viaje hacia la madurez, y cómo descubre que crecer a veces duele. Quizás por ello se inventa un alter ego, Daniela Astor, que encarna a una mujer confeccionada con lo que en esa época el cine, la televisión o las revistas estaban vendiendo como el ideal femenino, a quien desea parecerse y de cuya identidad se apropia para ponerse a resguardo de la cruda intemperie. Con este recurso Marta Sanz nos rebela la importancia que tienen las representaciones de la realidad en la formación de nuestra personalidad, con lo cual queda claro que ninguna imagen, mensaje o valor difundido es inocuo ni inocente, pues obedece a unos fines determinados, incluso cuando esa asunción de lo exterior o ajeno nos pueda perjudicar. Por otra parte, vamos a penetrar en su mundo adolescente, y en cómo contempla el de los adultos, lleno de incomprensiones y extrañezas, de lealtades y traiciones, de faros que se hunden en arenas movedizas, con especial atención a la compleja relación entre su madre y ella. Catalina nos proporciona un punto de vista femenino, desde el cual asistimos a los cambios que se están produciendo en la familia, en abierta oposición con la hipocresía y el conservadurismo reinante hasta entonces, así como a los nuevos usos y costumbres que pugnan por abrirse paso en la sociedad, o a la influencia de los nuevos iconos femeninos de los mass media, que no dejan de tener un cierto tufo machista, aunque bajo el auspicio de una falsa coartada intelectual.
El documental titulado “La caja negra” está dividido en diez partes, de las cuales nueve están dedicadas a analizar el fenómeno del destape en la Transición. La estructura de cada una de ellas consiste, por una parte, en una narración y descripción de lo que va apareciendo en la pantalla, y por otra en un análisis y comentario de lo anterior. Marta Sanz combina así el testimonio histórico con la argumentación al servicio de una tesis, la de que el destape sirvió de pretexto para mostrar una vez más la obsesión sexual de los hombres por las mujeres, a las que se rebaja hasta la cualidad de objetos. La parte décima de esta caja está situada en nuestro presente, y consta de una entrevista a Bárbara Rey en un programa rosa de televisión, que enlaza con los tiempos pretéritos, para dar a entender que, en realidad, sólo cambia la estética en el tratamiento degradado y mercantilista que se sigue dando a la imagen de la mujer en ciertos medios de comunicación y entretenimiento. Sería este un buen punto de partida para una obra que mostrara el alma tanto de los participantes, espectadores y conductores de ciertos programas televisivos, como queda aquí sugerido.
Daniela Astor y la caja negra no es una novela para consumir entre bostezo y bostezo. Es una novela que contiene una historia con planteamiento, nudo y desenlace, pero que no siendo eso lo de menos, nos hará reflexionar en profundidad sobre la condición femenina, entre otras muchas cosas, y no sólo en aquellos años de efervescencia, que tan bien conoce la autora, sino en nuestra actualidad, máxime cuando da la impresión de que estamos metidos en un túnel del tiempo con marcha atrás.
Se podría decir que toda la novela constituye la caja negra de una nave, la de nuestra sociedad a finales de los años setenta, donde ha quedado registrada la evolución de la sociedad, así como la mentalidad tanto de hombres como de mujeres respecto a la lucha por la igualdad que siguen librando estas, y por el derecho que tienen a decidir sobre su propio cuerpo. Todo ello con un estilo sencillo y directo, no exento de originalidad, ironía y momentos de delicada ternura.