La serpiente sin ojos
La serpiente sin ojos, William Ospina. Barcelona, Mondadori, 2013, 320 págs. 19,90€
Por José Miguel López-Astilleros
Esta es la tercera novela de su trilogía sobre la conquista de la Amazonía por parte de los españoles en el siglo XVI. Las otras dos anteriores son Ursúa y El país de la canela (ganadora del Premio Rómulo Gallegos en 2009). Si el descubrimiento del río Amazonas a cargo de Orellana fue debido al azar, la segunda incursión con Ursúa al mando sí puede decirse con rigor que fue una conquista, y aquí es donde se sitúa la trama principal. El título es obviamente una metáfora del gran río, cuyo origen es la denominación con la que se le conoce entre los nativos de aquellas tierras.
El narrador-testigo de los hechos contados pretende escribir una crónica de los acontecimientos. No es ninguno de los personajes protagonistas que aparecen con nombres y apellidos, sin embargo no cabe duda de que desde su posición privilegiada de relator se revela como el principal, puesto que, como veremos, su papel no se circunscribe a rescatar de su memoria lo que ha visto y vivido. La narración sigue un orden cronológico, pero con retrospecciones y anticipaciones frecuentes. La memoria se erige así en un caudaloso río que, alimentado por decenas de afluentes, se va nutriendo de otras historias que se incorporan a la corriente central. De este modo asistiremos a diversos acontecimientos, como el de la Gaitana, una india que, movida por el deseo de vengar a su hijo Timanaco, quemado vivo delante de sus ojos por orden de Pedro de Añasco, forma un ejército y vence a los españoles, logrando su expulsión de la zona durante muchos años. Aparecerán igualmente mencionados multitud de personajes legendarios, coetáneos o no, como Pizarro, Cortés, Alvarado, Valdivia, Almagro, Orellana, Ercilla, etc.
El argumento esencial que sirve de eje vertebrador a la confluencia de tantas vidas y tan esforzadas, consiste en dar cuenta de la expedición de conquista que lleva a cabo Pedro de Ursúa, que pretende encontrar la ciudad de El Dorado, para ofrecérsela como prenda de amor a su amada Inés, una mestiza sobrina de Atahualpa e hija de Blas de Atienza, un español perteneciente a la estirpe de los primeros conquistadores. Se convierte así el relato en una apasionada historia de amor, entre dos seres pertenecientes uno al considerado nuevo mundo y el otro al viejo, pero que termina de un modo dramático al hacer acto de presencia el sanguinario y mítico Lope de Aguirre. De cualquier manera, la obra de Ospina es mucho más que esto, porque nos ofrece un fresco novelado de lo que fueron las conquistas de aquellos hombres aguerridos, con sus motivaciones, miedos, impiedades, intrigas, ambiciones, traiciones, crímenes y amores.
Sobre la veracidad histórica de los hechos presentados, habría que señalar que William Ospina pretende que su novela sea fundamentalmente verosímil, condición elemental de cualquier narración, al menos de este tipo. Por eso nos parece estéril entrar en polémicas sobre si el retrato de Lope de Aguirre corresponde con exactitud a la realidad o no, como apuntan los magníficos trabajos de Ingrid Galster sobre el mismo, por poner un ejemplo.
Citaba Ospina a Novalis en una entrevista, para referirse el estilo poético que le es propio, decía así “Una novela debe estar hecha exclusivamente de poesía”. Y cercano a la poesía es el ritmo de su prosa y la vibrante adjetivación con la que describe tanto a personajes como a la fastuosa naturaleza de aquellos parajes. El lenguaje constituye, a nuestro parecer, uno de los protagonistas principales, un lenguaje primigenio con el que se nombran las cosas por primera vez, palabras que contienen y conservan la emoción de lo fundacional. Entre las influencias que permean la obra está García Márquez, Borges, La Odisea, la tragedia de Shakespeare Julio César en la muerte de Ursúa o el cronista Juan de Castellanos. No hay que olvidar, por último, las profundas reflexiones que el narrador suele hacer sobre la condición humana, el holocausto de los indígenas o las penurias de los soldados anónimos participantes en semejantes empresas.
Con La serpiente sin ojos William Ospina nos introduce en los acontecimientos épicos de la conquista de América a través de una historia de amor, elementos que dan al conjunto un lirismo intenso y emotivo.