Entrevista a Manuel Vilas por "El luminoso regalo"
Por Benito Garrido.
En realidad, el erotismo es hijo de la inteligencia humana; y todo lo que procede de la inteligencia humana acaba siendo una crueldad inexplicable y abominable.
Manuel Vilas (Barbastro, 1962) abre un nuevo camino de corte realista en su narrativa con esta su última novela El luminoso regalo. En ella se narra la historia de un escritor Víctor Dilan, el Gran Canalla, casado y padre de una hija, engaña sistemáticamente a su mujer, Elena, con todo tipo de mujeres, hasta que conoce a Ester, la Bruja Rubia, la Gran Meretriz, su alma gemela, e intenta enamorarse de ella, pero ella es también adicta al sexo, y él no puede soportar imaginarla con otros hombres. Inician entonces una relación destructiva que les llevará a arder en el Infierno del Amor Malentendido y a destrozar todo aquello que tocan, empezando por el matrimonio del propio Dilan, su “centro de gravedad”, y la vida de un puñado de chicas cuyo único crimen fue caer rendidas ante los encantos del escritor.
El coito es permanencia. El orgasmo es decadencia. El placer de la decadencia. El coito es inteligencia humana. El orgasmo es biología animal, busca la reproducción, el mantenimiento de la especie. El coito no busca eso. El coito es nuestro avance sobre el reino animal. En el futuro, habrá orgasmos sin eyaculación, o con eyaculación optativa.
P.- ¿Cómo surgió la idea de hacer esta novela tan descarnadamente erótica? ¿Y que fuese una novela como narración ordenada?
La idea surgió del protagonismo que tiene actualmente el sexo y el erotismo en la vida de cualquier ser humano, y por supuesto, de mi experiencia, de mi propia visión de las cosas. Además, es un tema bastante conflictivo que desde hace tiempo quería abordar.
La historia pedía que fuese una narración ordenada. La novela está basada en dos personajes principales que son Víctor Dilan y Ester, los cuales requerían una historia con su conflicto, desarrollo y desenlace. Es una obra que se puede leer como literatura erótica con sexo explícito, pero también es una novela que se revela con tintes filosóficos y metafísicos inesperados. En realidad, es casi como un thriller sobre el significado final del sexo, y la consideración de que en el sexo hay un misterio importante.
P.- El sexo más allá de ser el nudo central de una cruel historia de amor, es tratado como una fuerza superior a cualquier otro instinto. ¿Los hombres somos seres sexuales por naturaleza?
Yo creo que sí, que las dos grandes creaciones culturales de los seres humanos son la política y el erotismo. Y el erotismo en concreto es el que nos distingue básicamente de la especie animal. La forma en que nos ligamos a los demás es algo complejo, misterioso y problemático, y el sexo es la parte más elevada de esa forma de contactar con los otros. Además el ser humano no puede ser entendido si no es en relación con sus congéneres, y eso es el erotismo: eros como unión de los seres. Y esto es algo muy vigente en la sociedad actual, de hecho mi novela trata de un hombre que tiene relaciones sexuales explicitas con un montón de mujeres. En esas relaciones, él busca el amor o algo parecido, y no lo encuentra hasta que da con Ester; pero ahí encuentra algo que tampoco acaba siendo amor, sino más bien sexo y destrucción. No es una novela optimista en ese sentido. Él es un hombre atado a muchas mujeres, y ella lo que quiere es destruirle, o eso es al menos lo que Víctor cree. La novela es compleja en ese sentido, hay capítulos que contradicen a otros capítulos.
P.- Igualas sexo y política como las dos obras maestras de la especie… ¿Difícil conjunción?
Como te decía, creo que somos sexo y política. Cuando alguien tiene el poder económico o político, lo primero en lo que invierte es en sexo, o en alguna manera de ostentación relacionada con el sexo. Es que dos más dos son cuatro: la gente acumula riqueza y entonces acumula fornicación. Son las dos cosas que hemos aprendido a acumular: sexo y política, esto último como una amalgama que incluye poder, economía, prestigio social… Y el erotismo también es exhibicionismo, no hay más que ver las entregas de premios en Hollywood: una exhibición erótica aunque light, pues no hay fornicación. Cuerpos femeninos y masculinos que hacen ostentación de erotismo, una exhibición ante la clase media/baja occidental cuya aspiración es la monogamia como única garantía del mundo del trabajo. Por tanto, todo confluye: acumulación de poder y acumulación de sexo. Hollywood es el ejemplo claro de la promiscuidad que se daba en la Europa aristocrática del siglo XVIII. En el siglo actual, la promiscuidad ha quedado relegada a la alta empresa, a los artistas y a los políticos. Una persona de la clase media que trabaja no puede ser promiscua, y el matrimonio monógamo, siguiendo la idea judeocristiana, es una mini empresa de auxilios mutuos. Esa monogamia a la aristocracia no le afecta, ahí no hay cornudos, la promiscuidad es normal. Strauss-Kahn por ejemplo, se creía el último aristócrata: tomaba todo lo que veía hasta que se llevó el chasco, de pronto el mundo no permitía sus sentido aristocrático de las cosas. Si miramos a los artistas musicales, como los Rolling o Bowie, la promiscuidad procede de la abundancia económica. Es imposible que siendo un desgraciado puedas ser promiscuo, a lo único a lo que puedes aspirar es a tener una novia, y punto. El poder del erotismo es paralelo al del capitalismo.
P.- ¿Es complicado hacer una historia erótica sin amor? ¿Erotismo y amor van siempre ligados?
Eso es un misterio. Yo no lo sé. Por eso he escrito esta novela. Hay un vínculo entre erotismo y amor, y para que una pareja funcione sea de la orientación que sea, tiene que haber una conjunción de amor y sexo; pero creo que al final es imposible que convivan, de hecho en la especie animal no lo hacen. Nos podemos sacrificar por amor, pero el sexo y el amor al final acaban rompiéndose. Van parejos un tiempo, incluso años, pero después la pasión por fornicar va disminuyendo de manera evidente. No podemos negar esto, es pura antropología. El erotismo es un problema sin resolver, y mis personajes viven esa pulsión hasta el extremo.
P.- En tu libro la promiscuidad es violenta, maligna; el sexo sórdido, usado para controlar, incluso llevado al límite… ¿Como lo son también los mismos protagonistas de tu novela?
Yo creo que el sexo en su máximo esplendor es sórdido, acanallado y humillante. El sexo dulce, sereno y estereotipado es el de las películas, no es el sexo animal que de forma natural tiene la especie. Como decía Bataille, por mucho que neguemos el instinto animal, está ahí; somos homínidos evolucionados, que sabemos de comportamientos. Si a ti te presentan a una señora, no puedes pretender fornicar con ella a los diez minutos, sin embargo eso es algo que sí le pasa a los perros. Ese instinto lo hemos racionalizado, pero hay un atavismo que nos devuelve al origen de la especie que es lo que yo he querido narrar en la novela: están fornicando todo el tiempo porque reconocen que la fornicación es el único instinto natural y real del ser humano. Ni siquiera nos hemos puesto de acuerdo en qué palabra emplear: unas nos parecen soeces y otras demasiado anacrónicas… Fornicación parece una palabra sacada del siglo XIX, hacer el amor es un eufemismo cursilón, follar es vulgar y soez, joder ha caído en desuso, follar es el verbo que quizás representa mejor todos estos contenidos pero a mí no termina de convencerme demasiado… Prefiero utilizar coito, como una palabra neutra, técnica sin ser soez ni excesivamente cursi. De origen, ya hay una problemática lingüística para definir de lo que estamos hablando, entonces también hay una problemática psicoanalítica
P.- ¿La adicción al sexo puede llegar a verse tratada como una enfermedad?
Yo no creo que la adicción al sexo sea una enfermedad, el problema es que en una sociedad como la nuestra es algo que destruye. El problema de cualquier adicción es que impide el buen desarrollo del mundo del trabajo, que es el tema principal. Si estás todo el tiempo fornicando no puedes rendir en tu trabajo. Para Víctor, igual que para mí, en el sexo hay un significado oculto de la especie, algo ancestral tan maravilloso como terrible que no cabe banalizar. Pero esta sociedad ha banalizado el sexo como arma de conocimiento, y nos lo ha vendido como algo lúdico y entretenido.
P.- ¿Quizás el luminoso regalo no lo sea tanto?
La novela da a entender que el luminoso regalo tiene que ver con el don sexual y erótico, pero no es así. Hay que esperar al último capítulo para saber qué realmente es ese luminoso regalo y el por qué del título.
P.- Siguiendo la idea de Víctor, el amor y el compromiso con el matrimonio, ¿son la tabla de salvación ideológica para el hombre actual?
Víctor cree haber construido con su mujer algo importante, y se le desvanece por su donjuanismo. Ama a su mujer pero también quiere copular con otras mujeres. No lo puede evitar. Es el clásico europeo del síndrome: antes se llamaba donjuanismo y ahora adicción al sexo.
El sexo como el alcoholismo tienen una facultad euforizante. El erotismo en el caso masculino es como un vértigo, de hecho el protagonista sus grandes momentos están vinculados al sexo y al alcohol, juntos.
P.- El sexo mueve montañas, pero ¿dónde ha quedado hoy día el porno literario para hombres?
En este país quienes leen sobre todo son las mujeres, de ahí que se haga mucho porno para mujeres. Los hombres no leen porno para hombres, lo que hacen es verlo. En la red, lo que masivamente encuentras es porno para hombres. Hay un concepto por estudiar que el de la trasgresión, lo que un hombre y una mujer pueden hacer juntos, y lo que no… hasta donde pueden llegar en la explotación de códigos sexuales.
P.- Cambiando de tercio: DVD Ediciones ha sido mucho tiempo tu editorial. ¿Qué te pareció el cese de sus actividades? ¿Cómo ves el actual mercado editorial?
Me entristeció muchísimo. DVD abrió puertas a muchos escritores, entre ellos a mí. Ese hecho significa un poco la condena a la literatura española. Es como se desde el punto de vista biológico no existiese recambio a la generación de Marías, Muñoz Molina… parece como si detrás de ellos solo se encontrase el abismo, ya no hubiese nada. Habrá escritores que vayan tirando, algunos mejor que otros, pero es que a las generaciones nacidas de los sesenta para adelante no se les ha dado la oportunidad de demostrar nada. Con un reconocimiento globalmente consensuado, que aúnen prestigio y ventas, hay muy pocos autores, incluso yo diría que ninguno. Después de Marías y Muñoz Molina, que han conseguido algo tan difícil como es la unanimidad de la crítica y el refrendo de los lectores, no hay ningún escritor que haya aunado prestigio y ventas, no hay recambio generacional. Sí que se pueden encontrar autores que venden mucho pero no tienen prestigio literario, o escritores a quienes la crítica recibe maravillosamente, pero que no venden un solo libro. Ninguno de los dos casos es literatura. La literatura es vender libros, y quien piense lo contrario está enormemente confundido. La literatura es llegar al mayor número de lectores. Y como te decía, existen muchos autores españoles a quienes no se les da la oportunidad de llegar a más lectores. Creo que hay unos intereses claros por desmantelar la cultura de este país y probablemente se esté haciendo.
P.- ¿Tienes ya nuevos proyectos literarios de los que nos puedas hablar?
Un libro de poemas, pero todavía tardaré un tiempo en sacarlo.
El luminoso regalo. Manuel Vilas. Editorial Alfaguara, 2013. 250 páginas. 18,50 €