Opiniones de Juan Benet, articulista.
Por Iago Fernández
@IagoFrnndz
«Páginas impares», de Juan Benet, Alfaguara, 1986.
De un tiempo a esta parte, distintas personalidades culturales rescatan del olvido editorial la producción extra literaria de Juan Benet y lo sitúan como una figura de las letras españolas cuyo pensamiento no defrauda las relecturas más exigentes. Sumándome con discreción a la cuadrilla, en el presente artículo trato una de sus facetas más inadvertidas para la mayoría de los lectores –la de articulista-, no por ejercer iterativamente apostolado sino por saberla de una imperiosa actualidad política. Aunque los elogios que este libro pudiera merecer cuentan con una doble vertiente, pues queda igualmente entroncado con la producción narrativa del autor, y no es preciso ser muy lince para discernir de entre sus contenidos los epitextos de Volverás a Región o Herrumbrosas lanzas. Así pues dividiría los artículos en aquéllos que tratan sobre literatura y aquéllos otros que versan de cuestiones sociales, históricas y políticas, obviando que ambos departamentos aparecen fluidamente comunicados como una serie de textos breves de cariz costumbristas. De entre los que agavilla el primer lote, rescataría sobre todo dos: » Crisis de la Universidad, crisis política», que delibera sobre un atropello público por desgracia tan vigente hoy como ayer, y » ‘La marcha sobre Madrid’. Archivo Histórico Militar», que denuncia la pretendida transparencia informativa de los textos divulgativos sobre la guerra civil española; y de entre los artículos que agavilla el segundo lote, otros dos: «Madrid, marzo de 1970», una querella contra la supuesta calidad estética de Galdós y el paradigmas socio-científico que la refrenda, y «Actualidad de Conrad», una reflexión un tanto abstracta, sucinta pero contundente a cerca del hecho revolucionario según la novela El agente secreto –y prueba de la coherencia con que ambos departamentos (el literario y el social, histórico y político) se enraízan en el pensamiento benetiano-. Los rasgos más notables de susodichos artículos -y, por metonimia, los del resto del libro-, son la escrupulosidad analítica, a veces un sarcasmo incendiario y una voluntad crítica exenta de las polémicas, proselitismos o fundamentalismos que tanto afectan a la credibilidad de los discursos claramente partidistas como lo es el de Benet; y en cuanto al apartado estilístico -pues la pretensión de traslucir un suceso aquí supone otra clase de retórica- no empeora lo más mínimo, aunque deje a un lado la hipóstasis torrencial que caracteriza sus novelas. Huelga decir que, entrambos aspectos, el autor configura unos artículos periodísticos de alta gama, es decir, aquéllos que contrarían las aptitudes supuestamente acreditativas del oficio (la palabra sencilla, la ecuanimidad, la impersonalidad…) en favor de consolidar una mirada particular sobre las afectaciones de carácter público o sobre los dominios de la privacidad – ya sea poniendo en tela de juicio una huelga universitaria o el baremo con que calificar una lectura-; se trata, al fin y al cabo, de artículos que nos devuelven, de golpe y porrazo, la conciencia de estar en el mundo y la responsabilidad de conducirnos en el tiempo en tanto que sujetos agentes, lúdicos e interactivos.
En mi opinión, claro, artículos de esta clase exceden la complejidad y el valor humanístico de las incursiones corrientes en las publicaciones periódicas –precisamente por esa patina de artisticidad que no concibe la autonomización de la cultura respecto a los agentes que mecanizan la realidad social del momento-, mucho más entrenadas en las retransmisiones expeditivas o en la ordenación de datos sin exégesis, como si éstos tuvieran un significado autoevidente, determinado por las reglas del sentido común y no mereciera una purga de sobreentendidos o valores comunes para reflotar una significación más revulsiva, problemática e incómoda. Ya sólo por la extensión de muchos, el lector comprenderá que la prensa actual no ofrece espacios tan oxigenados –ni mucho menos para abordar cuestiones tan espinosas- a autores que por otra parte reciben el membrete laudatorio de escritores como referencia a su inobjetable calidad estética más que a su coeficiente de comerciabilidad o representabilidad de intereses extra literarios (aunque, después de todo, tampoco reconozco en el panorama literario contemporáneo a narradores que puedan presumir de un pensamiento tan sistematizado y coherente como lo es el de Benet por mucho que también se entrecrucen con una realidad política que reclame su participación intelectual). Es por estas razones que el lector contemporáneo -sobre todo el español- encontrará en este libro un vigorizante ejercicio intelectivo, un campanazo de memoria, una necesaria puesta a punto que reavive su fuero interno y aceren su apreciación de las cosas. Olviden de momento los periódicos; rescaten a los intelectuales.