Ángel Zapata entrevista a Medardo Fraile
Recuperamos la entrevista que Ángel Zapata le hizo a Medardo Fraile, como homenaje al maestro Medardo, recientemente fallecido.
Por Ángel Zapata.
A fecha de hoy, Medardo Fraile es un escritor que no precisa de presentaciones para los amantes de la literatura, y –menos aún- para los devotos del cuento. Su nombre brilla con luz propia en una generación –la del medio siglo- que cuenta con autores tan destacados como Aldecoa, Matute o Martín Gaite; y si es cierto que la obra de Fraile gozó desde el principio de una excelente acogida crítica, no es menos cierto que sus relatos han ido afianzándose, al paso de los años, en el gusto del público lector. Con la aparición de “Antes del futuro imperfecto” (Ed. Páginas de Espuma), Medardo Fraile vuelve a dar pruebas de esa sensibilidad inconfundible, que lo ha consolidado como una referencia obligada para las nuevas generaciones de cuentistas.
Pregunta.- ¿Qué dirías que nos da un cuento? Y, a la inversa, ¿qué nos quita?
Respuesta.- Un buen cuento –siempre estamos hablando de un buen cuento- nos da una experiencia inolvidable, aunque luego la olvidemos, pero siempre nos quedará el respeto a aquel tiempo breve de lectura, como un beso, un encuentro, una despedida, un trenillo que se aleja con algo muy nuestro y nos deja mirando una felicidad momentánea y un grumo inexplicable de tristeza.
Un buen cuento nos quita vulgaridad, vacío, rutina, desengaño del tiempo y de la vida.
Pregunta.- ¿Estamos hechos de la materia de los cuentos?
Respuesta.- Estamos hechos de la materia fragmentada de los sueños y esos fragmentos pueden cristalizar en cuentos de nuestra propia vida o de vidas ajenas.
Pregunta.- ¿Recordarías, sin pensarlo demasiado, el cuento más bello que hayas leído?
Respuesta.- Me desconcierta el adjetivo bello, a no ser que signifique aquí perfección, obra acabada. Yo no estoy muy atento a la belleza de los cuentos; soy consciente de su efecto, de su humanidad y, en este sentido, sin pensarlo demasiado, citaría “La casa de muñecas”, de Katherine Mansfield o “El regalo de Reyes”, de O. Henry.
Pregunta.- ¿Y el más perturbador?
Respuesta.- Quizá un cuento de Chejov, cuyo título no recuerdo, en la que una pobrecita analfabeta de doce o trece años, a la que han puesto a trabajar de niñera en casa de unos ricachos irresponsables, tiene que trajinar todo el santo día con el servicio de la casa y con una criatura de pocos meses que no cesa nunca de llorar y, día tras día, no la deja dormir. Una madrugada, la muchacha ahoga al niño y se queda dormida profundamente el resto de la noche.
Pregunta.- Ahora que el otoño se nos ha echado encima, ¿estarías de acuerdo con Monterroso cuando afirma que el cuento es, casi por definición, un género triste?
Respuesta.- Nuestra vida, condenada a muerte desde que nacemos, es, incluso en la raíz de la risa, del género triste y yo creo que es mejor el cuento cuando compasivamente, amorosamente, nos lo recuerda con levedad sin tonos jeremíacos, sin aguarnos la fiesta.
Pregunta.- Parafraseando al “Cuestionario Proust”: ¿Con qué defecto eres más indulgente cuando lees un cuento?
Respuesta.- Hay, como en todo, defectos preceptivos y defectos opcionales o deliberados que, en realidad, ejercen de virtudes en la historia y así se justifican. Yo no soy consciente de mi indulgencia en los cuentos con ningún defecto preceptivo; si se encuentra alguno en los míos –todo podría ocurrir- son polizones extraordinariamente hábiles, que se han colado en ellos sin que yo lo advierta.
Pregunta.- Resulta ya un tópico gastado referirse a las relaciones (no siempre de buena vecindad) entre el cuento y la novela… Y Sin embargo no se ha hablado en la misma medida de los vínculos que unen a la poesía y al cuento. En tu opinión, ¿podría decirse que el relato breve es una forma de poesía, o incluso un modo de lo poético?
Respuesta.- Creo que el cuento se va haciendo solo en la misma medida que lo va haciendo el que lo escribe. En eso estriba gran parte de su fuerza y su misterio. Yo me proponía escribir el cuento de una mudanza y acabé escribiendo la historia de un sillón isabelino. Eso puede hacernos creer en un vínculo con la poesía más auténtica, con la mejor. Hay hoy tantísimos poetas que llega uno a pensar si se habrá descubierto el arte de hacer poemas sin ser poeta. Esperemos que no.
Pregunta.- Desde hace algunos años se viene hablando del nuevo cuento español, ¿te parece que la denominación corresponde a un fenómeno real?, ¿te interesa esta eclosión del cuento entre las últimas generaciones de escritores?
Respuesta.- Sí, me parece un fenómeno real y muy satisfactorio para los que amamos y valoramos el arte de contar en pocas páginas. Mi generación apostó por el cuento cuando se creía y predicaba que sólo era un paso, un entrenamiento para hacer novelas. Y hoy hay muchos maestros, más o menos jóvenes, de las generaciones siguientes –entre ellos tú- creando cuentos diferentes y enseñando, en la medida en que eso es posible, a escribirlos.
Pregunta.- Tu último libro, “Antes del futuro imperfecto”, traza un arco casi vertiginoso desde la infancia hasta la vejez, desde los días del colegio hasta esa época de balances y sabidurías que ahora se llama, con un eufemismo un poco bobo, “la tercera edad”. ¿De dónde nació la idea de articular un libro sobre esta tensión entre extremos?
Respuesta.- Esa conexión la vi clara cuando el editor, Juan Casamayor, se mostró remiso –por razones comerciales- , a publicar sólo la primera parte, como yo pretendía. Vi que añadiendo los cuentos –todos inéditos- de la segunda parte se podía trazar ese arco, demasiado vertiginoso en la realidad, desgraciadamente, entre la infancia y la vejez.
Pregunta.- ¿Imaginas el cuento que te hubiera gustado escribir y aún no has escrito?
Contestamos por última vez…- Sí, el relato en que sólo la descripción de la atmósfera, la descripción del ambiente; el escenario humanizado, pero sin personaje alguno, sin nadie, lo cuente todo.
Maravilloso encuentro entre dos autores y dos personas que tanto admiro y quiero. Menudo grumo de tristeza se me quedó hace poco al no poder acudir a Madrid a saludar y abrazar y escuchar a Medardo, que tiene más cuerda que el reloj del mundo. Hacía tiempo que no leía ya nada que me tocara, que me devolviera la llama del cuento. Estaba todo como amojamado, desierto. Gracias, Ángel, por tirar del hilo y del fuego con el maestro.
Abrazo inmenso a los dos.
Sergi
Pd. El cuento de Chéjov al que se refiere Medardo, por cierto, se titula “Quiero dormir”, y precisamente es uno de los que he tenido el placer de editar en la antología comentada de Nevsky Prospects.
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