Bioko
Bioko. Marc Pastor. Traducción: Joseph Escarré Reig. Espasa, Madrid, 2013. 448 páginas. 19,90 €. Libro electrónico: 13,99 €
Por Ariadna G. García
En una entrevista reciente, Marc Pastor declaraba que de pequeño alternaba las películas de ciencia-ficción con los libros de aventuras o de misterio del siglo XIX. Ambos géneros alimentan esta cuarta novela del autor, Bioko (Planeta, 2013), que digiere con buen saque, por encima de otros, mucho género negro. La obra rinde homenaje a los grandes maestros de la literatura y del cine popular. Si el prólogo es un guiño a Indiana Jones, el último cuarto de la obra juega con los referentes de Regreso al futuro o Harry Potter y el prisionero de Azcabán. Pero que nadie piense que la novela de Pastor relata una edulcorada historia de entretenimiento destinada a todos los públicos. Pudiera parecerlo, también, por las ilustraciones (fantásticas, firmadas por Oriol Malet). Pero nada más lejos. Bioko es un gran libro de misterio, a veces incluso de terror, que renueva un género en desuso: la novela colonial española en tierras guineanas. Son los muchos los autores que han dedicado páginas y esfuerzo narrativo al protectorado de Marruecos (Lorenzo Silva, El nombre de los nuestros, Carta blanca; Javier Reverte, El médico de Ifni), algunas de sus obras son best-seller (El tiempo entre costuras, María Dueñas), pero sobre nuestro pasado en Guinea no son tantos (Luz Gabás, Palmeras en la nieve). Marc Pastor localiza su historia a finales del siglo XIX en la isla penitenciaria de Fernando Poo, a donde la corona enviaba a los presos de la guerra de Cuba y Filipinas, así como a carlistas, proscritos y delincuentes. Su elección ya nos avisa de que viajamos a una región medio virgen, trufada de peligros, en plena combustión de los imperialismos europeos.
La novela engancha nada más empezar, en cuanto conocemos a su protagonista, Moisés Corvo. Soldado de infantería del ejército español, Corvo es un joven indisciplinado, locuaz, de naturaleza rebelde y alérgico a los altos mandos. Tras descubrir sus oficiales que se dedica al tráfico de armas, es desterrado a la colonia militar de Fernando Poo (Bioko para los nativos, La isla de la muerte para el resto del mundo) en calidad de soldado de reemplazo, poniéndose a las órdenes del capitán Ulises. La inquina de sus compañeros y su predisposición innata a los problemas harán que su vida en el destacamento de Santa Isabel (encargado de la defensa de la isla) sea un infierno.
Marc Pastor nos describe con maestría la estratificación racial y social de la colonia, así como las contradicciones de la vida de frontera. La voz narradora, pese a que el libro emula las novelas de aventuras (Julio Verne) y de misterio (Arthur Conan Doyle), relata las distintas tramas de la historia con un lenguaje actual, incluso socarrón. Este contraste, que encontramos también en unos magníficos diálogos, es uno de los grandes aciertos de Bioko, aunque ya fue ensayado por José Miguel Vilar en otra novela soberbia: Los navegantes (2007).
Fernando Poo se ofrece como un mosaico de razas y de intereses más o menos legales. Si bien sobre la colonia ondea la bandera de España, alemanes y británicos se reparten su dominio comercial. La selva, por su parte, es territorio de las tribus nativas: los fang (caníbales) y los bubis. Unos y otros se temen y vigilan. Soldados, comerciantes y misioneros pugnan por someter la isla a su control, de ahí su variada nomenclatura: la palabra es un modo de apropiación, de dominación. Pero Bioko no pertenece a nadie, salvo a sí misma. Este precario equilibrio pronto se fractura cuando es pasado a cuchillo todo un poblado bubi. La matanza remueve por dentro a Moisés Corvo, que se ve en la íntima necesidad de encontrar a los culpables y de ponerlos a disposición de la justicia; sólo de esa manera acallará a los voces de su propio pasado en la Barcelona de la Restauración, drenará su sangre maldita, incumplirá el destino de sus genes.
La desaparición de Rosario, esposa bubi de un adinerado recluso cubano, pondrá en marcha una segunda investigación confiada al incorregible y descarado soldado de infantería, que habrá de hacer frente a un pacto de silencio dentro de la tropa, a la hostilidad de negros y blancos, al entrometimiento de los frailes (que atribuyen los asesinatos a Dios, por la infidelidad de los nativos) y a las amenazas que pretenden disuadirlo de sospechar del gobernador.
Escrita con una prosa imponente, Bioko se disfruta de una sentada. También nos obliga a plantearnos cómo queremos ser. El lector se debate, al tiempo que el soldado, entre la vida displicente, ciega, muda y sorda a cuanto le rodea; y la vida comprometida, involucrada y manchada de fango por ayudar al resto a buscar azucenas. La disyuntiva se de plena actualidad.
Para quienes buscan emociones fuertes.