Germán Gullón descubre un complot financiero para hundir a España en "La codicia de Guillermo de Orange"
Por Benito Garrido.
¿Qué pasaría si el desajuste entre Norte y Sur fuese más que casual? ¿Qué sucedería si un lobby económico holandés sacara rédito de la explosión de la prima de riesgo española? ¿Quién se beneficiaría de un rescato económico a España? Esta es la leyenda negra de una conspiración.
Germán Gullón regresa a la novela con La codicia de Guillermo de Orange, una historia tan verosímil que asusta. Gullón es crítico literario, escritor y profesor universitario. Ha sido catedrático de literatura española en las universidades de Pennsylvania, California y Ámsterdam. Es colaborador habitual de El Cultural del diario El Mundo. Sus últimos libros de crítica son Los mercaderes en el templo de la literatura (2004), Una Venus mutilada. La crítica literaria en la España actual (2008), y El sexto sentido. La lectura en la era digital (2010). Como escritor de ficción ha publicado dos libros de cuentos, Adiós, Helena de Troya (1997) y Azulete (2000), y la novela Querida Hija (2000).
La codicia de Guillermo de Orange. Germán Gullón. Editorial Destino, 2013. 304 páginas. 18,90 €
La derrota de Holanda en el Mundial de fútbol ante España en 2010 es vivida como una ofensa por Joost van der Linden, un empresario nostálgico de la gloria del imperio holandés, que no oculta su racismo contra los españoles. Linden, con sus socios Sloterdijk y Toorn, está al frente de una corporación llamada Guillermo de Orange, en honor al monarca que se rebeló contra las tropas de Felipe II, y constituida con el fin de desacreditar a España y enriquecerse atacando acciones de bancos que no pasan por su mejor momento, para beneficiarse así del alto interés de la deuda pública.
Para manchar la reputación del país, recurren al soborno de autoridades universitarias, corresponsales de prensa, e incluso al crimen. Pero entonces tropiezan con Ellen, una joven que viaja a España para ayudar a entrenar a la selección de hockey, y que no se quedará de brazos cruzados. Gracias a la ayuda de un grupo de periodistas y profesores, Ellen consigue poner contra las cuerdas a la organización, sacando a la luz los trapos sucios de la alta conspiración financiera.
Entrevista:
P.- Interesante novela que aprovechando la coyuntura actual nos sumerge en un mundo de conspiraciones a gran escala. ¿Cómo surgió la idea de este oscuro thriller financiero?
La vida en Holanda donde he vivido quince años, en realidad a caballo entre Ámsterdam y Madrid, ha cambiado radicalmente desde el inicio de la crisis financiera. El país en vez de presentarse a la comunidad internacional como venía haciendo al modo de una especie de Suiza, donde está la sede de la corte internacional de Justicia y de un número elevado de organismos internacionales, de repente, se sintió profundamente nacionalista y comenzaron a tratar a los europeos del sur como apestados. Lo mismo que ya hicieran en el siglo XVI, cuando inventaron la leyenda negra.
P.- Del descrédito a Felipe II con La apología del príncipe d’Orange, al momento actual donde los países mediterráneos, entre ellos España, son un pesado lastre en la crisis económica europea. ¿La historia entonces puede llegar a repetirse?
La historia no sólo puede repetirse, se está repitiendo. El mismo premier holandés, Mark Rutte, se ha permitido criticar a los italianos, griegos y españoles, como si ellos fueran diferentes. Los corresponsales de prensa holandesa en España han efectuado una labor de acoso y derribo como jamás había visto, ni me hubiera podido imaginar que iba a suceder. Insisto que todo esto es político, porque el cuarto poder, los periodistas decentes, los docentes, los profesores de universidad, la gente normal, no piensa que los europeos del sur son de una raza corrupta, como alegaba Guillermo de Orange en La apología.
P.- La corrupción política, económica, financiera… Todo es tan actual, tan vigente, que tu novela convence realmente al lector, pues enfrenta un caso que parece estar pasando.
Perdona, que se está dando ahora mismo. Y no sólo en Holanda, sino que la prensa alemana e inglesa se han sumado al acoso, a esta guerra psicológica, con gran alegría. Somos gentes diferentes, nos separan muchos siglos de diferencias religiosas, culturales, pero este despliegue de bilis no cabe en países de la Unión Europea.
P.- Quizás los números e influencias a grandísima escala me superan, pero ¿cómo un lobby económico por muy poderoso que sea puede llegar a hundir una economía?
La realidad es que cuando empezó la crisis España tenía una deuda externa muy inferior a la holandesa o la alemana, sin embargo como ellos casi no han tenido que pagar un interés alto, su deuda no ha sido una rueda de molino en las finanzas públicas, mientras nosotros hemos tenido que pagar, gracias a la señora Merkel, ayudada por los holandeses, un interés desorbitado.
Quizás los españoles no lo saben, pero de los cuatro grandes bancos holandeses, dos están intervenidos, y el tercero lo será esta semana o la próxima. ¿Quién tiene la culpa de que caiga el tercer banco? El ladrillo español, pero pienso que más bien fue la codicia de los inversores.
P.- Bancos, malas gestiones políticas y financieras, sanidad… ¿Cree que estamos ante un nuevo expolio de la riqueza pública?
Claro que sí, un nuevo expolio. La privatización en Holanda, por ejemplo, ya se lo ha comido todo, el ferrocarril, la compañía de correos, la sanidad, todo, y el dinero que era de los ciudadanos ha ido a manos de los accionistas, banqueros y hombres de negocios. Ahora, hay que descubrir nuevas maneras de mantener el crecimiento de capital; y la clase media, sus ahorros y pensiones, son el nuevo objetivo. Por ejemplo, Holanda acoge a 15.000 empresas extranjeras que sólo mantienen un buzón de correos en el país, y así consiguen hacerse residentes fiscales, con lo cual casi no pagan impuestos, mientras que esas empresas que operan en España no pagan impuestos, sino en el país donde residen, es decir, el buzón de correos holandés. Al no recibir el dinero generado por los impuestos de esas compañías, la clase media va a pagar más, a empobrecerse.
P.- ¿Cree que con todo este tipo de circunstancias se está minando el poder de base de la democracia? ¿Dónde queda el papel que juega el ciudadano de a pie?
Desde luego, la democracia está en juego. A cada poco hay elecciones en un país u otro de Europa. En septiembre toca Alemania, enseguida observaremos que las noticias económicas serán estupendas, positivas, todo va mejor, hasta que se celebren las elecciones, y volveremos a primas de riesgo altas, a las quejas de los del sur. El ciudadano de a pie debe saber que le están manipulando, y votar en consecuencia.
P.- ¿Le ha resultado muy difícil al Germán Gullón catedrático de literatura meterse de lleno en el mundillo de los grandes lobbys empresariales?
No, en absoluto. Un miembro de mi familia es un hombre de empresa muy exitoso y decente, y un hijo mío especialista en marketing. Además, la literatura nunca ha sido, excepto en los últimos años en España, el reducto de gente que oculta la cabeza en la arena, sino de personas que quieren saber, entender la realidad que nos ha tocado vivir. Y los grandes conglomerados empresariales nos han traído el consumo desatado y la vida sin contenido. Es un tema realmente palpitante, que diría Emilia Pardo Bazán.
P.- También tratas el desprestigio y el daño que se produce a través de los medios de comunicación. ¿La corrupción periodística es tan destacable como la política o policial?
La prensa en España desempeña un papel importantísimo, y por lo general, lo hacen bien. Son los corresponsales extranjeros, que no parecen abandonar los clichés sobre nuestro país después de vivir años con nosotros. Yo me he ofrecido voluntario para dar clases de cultura al corresponsal del NRC Handelsblad, el mejor periódico de los Países Bajos, que cada semana publica un dislate sobre España. Esencialmente, les invito a que miren nuestro país como es. No volver siempre a ver si la sombra de Franco, de la dictadura, está ahí presente. Nosotros no miramos a los alemanes como nazis, ni a los holandeses como sangrientos colonialistas en Indonesia.
P.- Personajes intensos en un thriller realmente novedoso. ¿Cómo se le ocurrió el personaje protagonista Ellen Visser y por qué precisamente una mujer así?
Ellen Visser es el tipo de mujer que me ha enamorado siempre. No es la típica persona con la que intercambias afectos, amor, sexo, sino alguien con quien compartes la vida, o quieres compartir la vida, las alegrías y los problemas. Una auténtica compañera.
P.- ¿Estás ya trabajando en nuevos proyectos de los que puedas hablar?
Tengo otra novela terminada, que quiero publicar en un año. Se titula Aurora y en ella el tema principal es algo más emocional. Se trata de una mujer que pierde a su marido casi a los sesenta años, y entonces recupera su personalidad, la alegría de vivir, y a la vez descubre que su hija iba por el mismo camino que ella. O sea, una historia íntima. Además, también estoy ya con una novela que en cierta medida sigue a La codicia, y que va sobre el mercado negro del arte. Y sigo trabajando con enorme placer en una biografía de Pérez Galdós.