‘Ciudades de la llanura’, de Cormac McCarthy

DAVID PÉREZ.

En Navidades compré los tres libros de la Trilogía de la frontera de Cormac McCarthy (Rhode Island, Estados Unidos, 1933) y a finales de junio me puse con Todos los hermosos caballos (1992) y a continuación seguí con En la frontera (1994). Estos dos libros tenían personajes diferentes, pero sus propuestas eran muy similares: hablan de adolescentes errantes que dejaban, el sur de Estados Unidos, Texas o Nuevo México, para adentrarse a caballo en el norte de México. Al terminar En la frontera y tomar de mis estanterías Ciudades de la llanura, en la misma edición de Debolsillo que las dos novelas anteriores, comprobé que la letra era más pequeña que la de los otros libros y que no se había impreso del todo bien en algunas páginas. Así que consulté la web de las bibliotecas públicas de Madrid y vi que había una edición de 2009 de Mondadori de Ciudades de la llanura en la biblioteca Eugenio Trías del Retiro y la saqué para leer el libro más cómodo. Esto me representa mucho: comprar un libro para acabar leyéndolo tomándolo en préstamo de una biblioteca.

Al empezar la novela, justo después de haber leído seguidos Todos los hermosos caballos y En la frontera, recibo una grata sorpresa: McCarthy ha juntado en Ciudades de la llanura a John Grady Cole, personaje principal de Todos los hermosos caballos, con Billy Parham, personaje principal de En la frontera. Si no hubiese leído los libros anteriores me hubiera costado determinar el año en el que se sitúa la trama, porque McCarthy no lo dice explícitamente. En la página 23, Billy dice que tiene veintiocho años, y yo sé por En la frontera que tenía dieciséis en 1941, así que estamos en 1953. John tenía dieciséis años en 1949, así que se llevan ocho años, y calculo que tiene veinte cuando comienza la novela. Hacia el final John dirá que tiene diecinueve.

Al finalizar Todos los hermosos caballos y En la frontera, dejamos a John y a Billy perdidos en la inmensidad de la naturaleza, sin propósito aparente y posiblemente con un destino de expulsados del sistema y de su tiempo, con grandes posibilidades de morir jóvenes. Al comienzo de Ciudades de la llanura coinciden como trabajadores en un rancho de El Paso. McCarthy suele ser parco en aportar datos al lector que le hagan centrar el tiempo o el lugar de sus historias, y se tarda en saber que el rancho está en esta ciudad del sur de Texas. Cuando los trabajadores del rancho quieren divertirse pasar a Ciudad Juárez, que es ya una ciudad mexicana. De forma simbólica, ahora ya no John o Billy no pasan la frontera entre los dos países a caballo sino que, en más de un caso, lo hacen a pie y han de pasar unos torniquetes que marcan el fin de aquella frontera más mental que física de los otros libros. Más que nunca el Oeste se está acabando en esos torniquetes. Además el rancho de Mac, en el que trabajan, es posible que desaparezca, ya que el ejército norteamericano pretende expropiar sus terrenos para uso militar. Literalmente, los viejos vaqueros se están quedando sin espacio vital. Incluso me resultaba raro al leer Ciudades en la llanura ver a Billy o a John montados en una camioneta y conduciendo un vehículo en vez de estar todo el día a caballo.

Cuando comienza el libro John ha llegado hace poco al rancho y trata de domar a un caballo que ya ha adquirido muchas malas mañas. El caballo le tirará al suelo lesionándole un tobillo, y esto parece dañar su orgullo de «vaquero nato».

Billy se ha hecho amigo de John y, en cierto modo, parece ejercer de tutor para él. Los «viejos tiempos», de los que jóvenes como John y Billy parecen ser los últimos supervivientes, están encarnados en el viejo Johnson, suegro de Mac, el dueño del rancho. «El viejo seguía sentado a la mesa con el sombrero puesto. Había nacido en el este de Texas en mil ochocientos sesenta y siete y había llegado a la región siendo un joven. Durante una época la región había pasado de la lámpara de petróleo y el caballo y el buggy a los aviones a reacción y la bomba atómica.» (pág. 108)

Al principio el lector no tiene muy claro hacia dónde se dirige McCarthy, lo que a estas alturas tampoco es demasiado preocupante. Escenas en el rancho o en los burdeles de Ciudad Juárez. Esta es la trama: el joven John se ha enamorado de Magdalena, una prostituta de diecisiete años de un burdel de Ciudad Juárez, y quiera sacarla de allí, llevarla a Estados Unidos y casarse con ella. Una de las dificultades más grandes que va a tener será convencer a Eduardo, el proxeneta de Magdalena. John le pedirá ayuda a Billy, quien tratará de quitarle la idea de la cabeza, pero se prestará a ayudarle. Las novelas de McCarthy tienen pocas concesiones, y si bien en el México de las otras dos novelas de la trilogía nuestros protagonistas se encontraron con lo peor y lo mejor de la condición humana, el tono de McCarthy en general suele ser descorazonador. En sus novelas hay poco espacio para la dicha y sus personajes y sus historias no suelen tener redención. La historia de Magdalena es sobrecogedora: «Había nacido en el estado de Chiapas y a los trece años había sido vendida para saldar una deuda de juego. No tenía familia. En Puebla había conseguido huir a un convento en busca de protección. El proxeneta en persona se presentó en el convento a la mañana siguiente y a plena luz del día entregó un dinero a la madre superiora y volvió a llevarse a la chica.

Aquel hombre la desnudó de arriba abajo y le pegó con un látigo hecho de una cámara de neumático. Luego la tomó en sus brazos y le dijo que la amaba. Ella escapó de nuevo y acudió a la policía. Tres agentes la llevaron a una habitación del sótano en cuyo suelo había un colchón mugriento. Cuando terminaron con ella la entregaron a los otros policías. Luego la entregaron a los reclusos por los pocos pesos que estos podían reunir o la cambiaron por cigarrillos. Al final avisaron al proxeneta y se la vendieron a él otra vez.

El hombre la golpeó a puño limpio y la lanzó contra la pared y la derribó y la pateó. Dijo que si huía otra vez la mataría. Ella cerró los ojos y le ofreció el cuello. El hombre la levantó  colérico por el brazo pero el brazo se le partió en las manos. Un chasquido apagado, como una rama seca. Ella boqueó y lloró de dolor.» (pág. 142)

Ciudades de la llanura contiene páginas interesantes, en las que McCarthy redunda en temas ya tratados en los dos libros anteriores de esta trilogía y, desde luego, ha sido emocionante para mí ver a John y Billy, los personajes de las entregas anteriores, juntos. Pero debo señalar que este tercer libro es inferior a los otros dos. Si alguien lee Todos los hermosos caballos y En la llanura seguidos, como he hecho yo, le recomendaría leer Ciudades de la llanura y acabar con la trilogía. He sentido emoción al leer las últimas páginas del libro y conocer el destino de los dos protagonistas de las novelas anteriores, pero el lector ha de saber que el nivel literario de Ciudades de la llanura baja respecto a Todos los hermosos caballos y En la llanura y, aun así, esto no lo convierte en un mal libro.

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