Lola López Mondéjar: "Busco una literatura que transforme al lector"
Por Cristina Consuegra
Fotografía: Gala Hernández
Lazos de sangre (Páginas de espuma, 2012), de la autora Lola López Mondéjar, es uno de esos títulos silenciosos que se abre paso en el singular territorio memorístico del lector para anclarse, como brecha, al complejo identitario del mismo y mezclarse por entre los ángulos que miden lo que somos en realidad. Lazos de sangre no negocia, quema y duele, como la experiencia de la vida. Es un libro que mira al acontecer de frente, que lo interroga y cuestiona. En este conjunto de relatos cortos, López Mondéjar ofrece una suerte de manual urgente de la condición humana contemporánea reflejada a través de la ficción y tratada desde un punto de vista, lo familiar, que imprime al libro cierto carácter perpetuo.
Lazos de sangre (Páginas de espuma, 2012) es tu último título, un conjunto de relatos cortos que, en mayor o menor medida, buscan reflexionar sobre la condición humana desde lo familiar, desde el ámbito privado o doméstico. ¿Cómo llegas a esta piedra angular, al latir del libro? ¿Y qué te ha exigido en comparación con el resto de tu obra?
Escribo relatos, según voy observando mi propio proceso, poco a poco, seguramente para dar expresión a temas que me inquietan en esos momentos, o a escenas que se perfilan de pronto en mí a partir de una frase, de una emoción. Los voy escribiendo conforme se gestan, desordenadamente, es solo después cuando configuro un libro. Los relatos parecen elegirse entre ellos, se agrupan en su carpeta misteriosamente y me dicen: aquí estamos, reunidos, a ver qué haces con nosotros.
En relación al resto de mi obra, estos Lazos de sangre están en la línea de Mi amor desgraciado, lo familiar que interroga y perturba es el hilo conductor de ambos.
El orden de los relatos que van desfilando ante los ojos del lector se antoja trascendente ya que, en mayor o menor medida y gracias al orden, se va regulando el impacto de la obra en el lector. ¿Cómo trabajaste este asunto?
Quise ordenarlos casi cronológicamente. En Las invitadas, la voz narradora es la de una niña púber; Vícolo d`Orfeo está contado por el joven Renzo; El hermano gemelo por una joven investigadora. Aunque alguno se cuela en ese orden aparentemente ajeno a él, lo introduzco de forma intuitiva, como si fuese una pieza musical, una nota solitaria que irrumpe en una melodía. Acabas de mostrarme tú que así se regula el impacto de la obra en el lector, yo no lo había percibido antes de manera racional.
En relación con el protagonismo de la mirada del lector, ésta es determinante en Lazos de sangre. Durante el proceso de producción de los relatos, ¿tuviste presente este aspecto o es algo secundario o periférico?
Buscaba un lector muy cómplice que se dejase capturar desde el comienzo, que se introdujera en las historias como si fuesen parte de su familia. Esa cercanía la trabajé conscientemente, quería mostrar los asuntos familiares desde dentro, pero delicadamente, como si fuese una confidencia, sin emitir un juicio, como si los personajes fuesen conocidos, tus vecinos o miembros de tu propia familia.
La prosa que sostiene Lazos de sangre es plástica y amalgamada. Otra de esas piezas fundamentales del libro. ¿Qué fue antes, palabra o historia?
Creo que la historia y la prosa surgen en mí al mismo tiempo. Hasta que una historia no tiene su modo de ser contada, el tono preciso, no puedo escribirla. Antes voy dándole forma internamente, descartando situaciones, ensayando otras, pero la escritura solo se da cuando tengo ese tono justo, que producirá en el lector determinadas emociones coherentes con la historia. En el relato Animales de compañía, el narrador ensaya tres incipit, porque no acierta a encontrar el tono adecuado; quise dar cuenta de ese fenómeno especial del relato, de su nacimiento siempre supeditado a una forma.
En este título, construyes conflictos dentro de cada personaje, conflictos de talla profunda que tratas o depuras de forma muy sencilla a los ojos del lector. En cierto modo, desde la individualidad de cada personaje y su conflicto, edificas la condición humana. ¿Se esconde aquí la intención primera de la autora, mostrar una suerte de geografía de la condición humana contemporánea?
Mi intención como escritora es explorar la condición humana contemporánea, cierto. Aunque me doy cuenta de que tengo límites generacionales. Por ejemplo, solo una de las familias de Lazos de sangre es reconstituida, las demás son convencionales: padre, madre, hijos. Creo que esto no lo elijo yo, sino que me viene impuesto por mi propia biografía. Solo a partir de darme cuenta de este punto me impongo conscientemente intentar dar cuenta de otros modelos familiares en sucesivos relatos. Así voy poniéndome retos, observando a mi alrededor formas nuevas de lo familiar, intentando comprender los sujetos que generan. Pero dar cuenta de algunas subjetividades nuevas me resulta difícil porque no las comprendo, aunque lo intento.
¿Cómo se ha visto afectada/modificada la mirada de la autora por el paso del tiempo?
Creo que escribo con todo lo que soy. No dejo fuera nada. Utilizo los materiales de mi propia vida, ampliados con una lupa o proyectados hacia el futuro, como en El huerto, que me lo inspiró un pequeño huerto que construí hace unos años en mi jardín, y que luego convertí en un relato de anticipación, una distopía. Esa unión tan íntima entre mi vida y mi obra, aunque no sea en absoluto autobiográfica, hace que que en cada libro mi mirada cambie, porque he cambiado yo con el paso de los años. Soy una mujer a la que le gustan los cambios en la vida y en la literatura, no quiero escribir siempre el mismo libro.
¿Y es éste el título en el que más te has entregado, en el que encontramos más partes de ti disueltas por entre los relatos?
La relación entre vida y obra me interesa muchísimo. Cada día más. Pero este no es el título en el que más se han entrecruzado. Yo creo que la literatura que me interesa nace de esa intesección compleja entre la biografía y la ficción. En un libro de Philipp Roth que trata de forma muy ingeniosa este tema, Los hechos, se concluye que el escritor se acerca más a la verdad biográfica cuanto más se aleja de los “hechos”. Y creo que podría suscribir esta afirmación. Casi podría decirte que nada de lo que cuentan estos relatos me ha pasado, biográficamente hablando, pero que he sentido la mayor parte de las emociones que en ellos se narran. En mi propia carne o por simpatía con los otros que me rodean y que lo experimentaron en la suya.
La poética del libro es diversa a pesar de soportarse por el tamiz de lo familiar, de lo privado. ¿Sería adecuado, desde tu punto de vista, considerarlo un libro conceptual?
Para mí se trata de un libro muy sensorial, al menos en su gestación. Los relatos que lo forman surgieron más de los sentidos y las emociones que de la razón. Si bien luego pasaron por un tratamiento discursivo ordenado que va descendiendo en espiral por el pensamiento y los sentimientos de los protagonistas. Yo no diría que es un libro conceptual, como no lo diría de Desgracia de Coetzee, o de La vida de las mujeres de Alice Munro, si bien ambos pueden ser analizados como libros de tesis. No obstante, creo que busco que el lector piense sobre lo que le propongo, que esté intelectualmente activo. No busco solo entretener, sino transformar.
Centrémonos ahora en algunos de esos aspectos que conforman la poética de Lazos de sangre. Aspectos como la memoria, la identidad, la responsabilidad y la culpabilidad. Conceptos, todos, leídos y estudiados, en clave de ficción, desde lo familiar. En el plano discursivo, ¿es ésta tu obra más contundente? ¿Y la obra más áspera?
Creo que se inscribe en la misma dinámica que mi última novela, Mi amor desgraciado (Siruela, 2010), en una propuesta ética y literaria que podría resumir como la de contar la verdad a la que tengo acceso. Busco una literatura que transforme al lector, porque quizás las cuestiones que muestro son aquellas que me transformaron a mí, o a quienes me rodean. Su contundencia es quizás una consecuencia de esto: en el recorte que he pretendido hacer para contar la anécdota que sostiene el relato, elegí cuestiones centrales en la vida de cualquier ser humano, y las traté con toda la profundidad que supe.
Respecto a si es mi obra más áspera, creo que no. Lazos de sangre está llena de ternura, de humor, de afectos, que permiten al lector identificarse con algún personaje, mientras que las protagonistas de Mi amor desgraciado no son para nada amables.
Hablemos ahora de algunos de los relatos que conforman el esqueleto de Lazos de sangre. El huerto y Animales de compañía son el tipo de cuento que golpea en el estómago del lector. ¿Cómo irrumpen ambas historias en tu vida?
El huerto, como dije, se inspira en un episodio de mi vida real: en la construcción de un pequeño huerto en mi jardín, y mi preocupación creciente por el cambio climático. Toda la familia se vio inmersa en aquella tarea, y mi imaginación se disparó con las noticias que iba leyendo sobre las energías fósiles. Fue a partir de ahí que me pregunté: ¿Hasta dónde sería capaz de llegar para conseguir la supervivencia de mis hijos?, e intenté darle respuesta a en la ficción. La madre de El huerto es una mujer mucho más decidida y fuerte que yo misma. Quizás es la mujer que me gustaría ser y no soy, de momento, aunque prometo poner todas mis fuerzas a trabajar para parecerme a ella, llegado el caso.
Por su parte, Animales de compañía surge de una experiencia muy común: la de las mujeres que han sido amas de casa y de repente se encuentran con el marido jubilado en el hogar, ocupando un espacio que antes era suyo. Y se achican. Disminuye su autonomía y su alegría poco a poco, porque ya no tienen un territorio propio. Observaba este hecho con relativa frecuencia a mi alrededor, y volví a explorarlo para la ficción llevándolo hasta sus últimas consecuencias. Curiosamente, ahora que tú señalas estos dos relatos, la mujer de El huerto es la opuesta a la que protagoniza Animales de compañía.
La perspectiva de género está muy presente en Lazos de sangre. Eres una autora que siempre tiene presente este asunto. Como parte del entramado editorial, ¿cuál es la situación de la mujer escritora en la actualidad? ¿Y cómo ha afectado la crisis a la mujer?
Las autoras seguimos siendo menos visibles que los escritores varones. Y esto, es triste decirlo, aunque la persona encargada de dar esa visibilidad (me refiero a periodistas, gestoras culturales…) sea una mujer. Es algo que denuncio a menudo porque no comprendo cómo las mismas mujeres participamos de las limitaciones que denunciamos en los hombres. Hace unos días, Eduardo Lago se quejaba en un artículo de El País de la invisibilidad que las novelistas norteamericanas tienen para ciertos críticos, y me congratulé de que un hombre señalase precisamente esto e incluyese un listado de obras escritas por mujeres que, a su juicio, son tan importantes en la narrativa de aquél país como las de los hombres que son constantemente citados, y tan merecedoras de formar parte de elencos que luego nutrirán el canon.
En España pasa lo mismo, aunque podamos contar con excepciones muy dignas, es raro que las escritoras pasemos a formar parte de ningún canon. Somos una especie de excepciones cuya existencia se permite al margen del tronco principal de la literatura, del prestigio de esa centralidad, que es casi siempre masculino.
Respecto a la crisis, creo que afecta a todos, no tengo constancia ni datos sobre si recae mayormente sobre las escritoras, pero es de temer que así sea, precisamente por lo que he dicho antes.
Algún relato de los que conforman Lazos de sangre, ¿fue rebelde, se resistió a formar parte de este título?
El que más dudas me generó, pues estuvo siempre en el margen, a punto de salir del grupo que formaron sus congéneres, fue “Insatisfacción”, que forma parte de esos ocho petits fours finales, a modo de postre. Temía la recepción del relato, que trata precisamente de la dificultad de expresar los sentimientos y, como no podía ser menos dado el tema, me dejó insatisfecha.
¿Qué es lo próximo de Lola López Mondéjar?
En estos momentos corrijo las pruebas de una nueva novela que aparecerá en Siruela en abril. Una novela de aprendizaje, una bildungsroman, sobre la formación de una joven en la transición española. Es un texto completamente diferente a Lazos de sangre, donde lo familiar está presente de forma rizomática, no troncal, y la prosa se pone al servicio de una historia muy dinámica, podría decir que a ritmo de una música pop de los ochenta.