Michel Houellebecq
Poesías
Anagrama, Barcelona, 2012
Por Ricardo Martínez
El calificativo de transgresor, cuando hablamos de literatura, no sólo no debiera suponer desmerecimiento, sino, al contario, atención lectora, toda vez que, en el mundo de la creación (y ésta siempre ha de considerarse, eso sí, una tarea no deificada) la transgresión implica riesgo en el planteamiento, originalidad más allá de lo trivial cotidiano, afirmación, tal vez, de una sugerente capacidad imaginativa… Tampoco ha de significar un bien. Sencillamente, una postura personal, un punto de vista que el juez, el lector atento, valorará.
El caso de este autor puede decirse que, en los mentideros de la cosa literaria, entra dentro de la transgresión (digamos, sobre todo, no tanto por los temas abordados sino por su tratamiento: ya sea por los viciados hábitos consumistas o por la torpe actuación política); no obstante, se podría decir en su favor que, a mi entender, ha reflexionado como pocos acerca de la poesía y el hecho creativo literario.
Ahora, de la mano de esta editorial que siempre permanece atenta a lo nuevo y los escritores actuales, nos llega este compendio de cuatro títulos, precisamente de su obra poética. Y me atrevo a decir que en ellos el buen lector hallará una cierta frescura de lenguaje, concisión descriptiva, imaginación y una rara habilidad para hacer de lo cotidiano una interesante tarea de análisis, dentro de lo que ha de caber la necesaria reflexión: “Blanda superposición de las colinas;/ A lo lejos ronronea un tractor./ Han encendido fuego en las ruinas;/ Tal vez la vida sea un error” Suficiente materia para leer y reparar en contenidos. Provocativamente expuestos, diríase, haciendo uso de una rima demasiado evidente. Ahora bien, materia de ritmo y contenidos suficientemente serios, aunque se presenten aligerados de peso. Y una irónica enseñanza como despedida: “¡Qué organizada tienen la vida/ estas familias provincianas!/ Una existencia disminuida,/ Unas alegrías amojamadas y flacas”.
Casi todo está dicho. Casi todo es una reiteración. Ahora bien, no deja de ser un cierto redoble de conciencia el que nos lo recuerden, por si nos afecta. ¿No decía Gide que es precisamente lo obvio lo que necesita ser recordado para evitar caer en su ignorancia? O en la ignorancia, sin más.
Muy bien por la versión bilingüe, que nos otorga la posibilidad de hacer nuestra propia lectura, sin desmerecer la limpia traducción que se nos brinda.