Gemma Cuervo: “Una prostituta, antes de ser prostituta, es una mujer”
Por Meritxell Álvarez Mongay
Es una puta vieja y alcoholada; una hechicera astuta que hasta “a las piedras movería a la lujuria”. Una mujer avara, ladina medradora, sagaz y elocuente seductora, capaz de corromper cualquier atisbo de honradez con cuatro palabras mágicas, una madeja de hilado y la ayuda del diablo. Perversa encarnación de la indecencia que ha pasado a la historia universal de la literatura por su oficio de alcahueta. “Sus acciones son amorales, pero no quiere decir que ella lo sea. Yo lo que creo es que Celestina era una superviviente de la época”. Quien habla es Gemma Cuervo, y lo hace con conocimiento, pues lleva más de un año encarnando a la protagonista de La Celestina, en un montaje dirigido por Mariano de Paco que puede verse hasta el 28 de octubre en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.
“Según Pármeno, Celestina es costurera, perfumera, maestra de hacer cosméticos… y la más importante tejedora de virgos. ¡15.000 había cosido! ¡Y recosido!” Toda una experta en himenoplastia que, con una intervención quirúrgica en la vagina, ayudaba a las mujeres que habían perdido la virginidad a llegar blancas e impolutas al altar. “No es tremenda Celestina, no… ¡Es tremenda la sociedad! –denuncia, colérica, Gemma Cuervo– Ella, con sus oficios, sólo se dedicó a tapar las acciones oscuras y malvadas de quienes la rodeaban.”
Entre sus clientes se contaban “hombres descalzados, contritos y rebozados” que entraban en su mancebía “a llorar sus pecados”, pero también “caballeros viejos y mozos” y “abades de todas las dignidades, desde obispos hasta sacristanes”. “Aunque esto último se omita en escena, no vaya a ser que se ofenda Monseñor Rouco Varela”, bromea quien en los últimos meses se ha leído y releído en Ediciones Castalia una obra maestra que no fue escrita para ser representada, sino para que una sola persona la recitara en voz alta.
Al principio, la pieza se publicó como Comedia de Calisto y Melibea –luego, Tragicomedia de Calisto y Melibea–, pero el personaje de la alcahueta cobró tal fuerza que arrebató a los enamorados el título y el protagonismo. “Según el texto, es la puta más importante de la Manca. Y parece ser que Manca era Salamanca, donde, dicen, había una fonda de baja estofa conocida como La Celestina.” No sabemos si Fernando de Rojas frecuentaba este local cuando salía de estudiar Leyes en la universidad, pero lo cierto es que conocía muy bien cómo estaban montadas las redes de proxenetas a finales de la Edad Media. Mafias que no se han desmantelado aun con la muerte de la alcahueta.
“¡Mira el Parque del Retiro, abarrotado de prostitutas, que no pueden pasar ni los niños! Y esto es culpa de la testosterona y del cerebro masculino, que todavía es tan primitivo que no tiene consideración alguna por la mujer. Porque una prostituta, antes de ser prostituta, es una mujer”. Golpe feminista de Gemma sobre la mesa. “Durante siglos y siglos y siglos, el mundo se ha regido por el desprecio del hombre hacia la mujer. El propio Aristóteles habla en boca de Sempronio para menospreciar a la mujer, cuando lo único que nos diferencia es que ellos tienen el sexo hacia afuera y nosotras hacia adentro. ¡Menudo misógino!”, escupe, refiriéndose al filósofo.
Aunque hable con tal furia del sexo opuesto, la actriz nunca se ha visto personalmente desfavorecida por su condición femenina. “Pero porque el mundo del espectáculo es libre y amplio.” De hecho, hay papeles hasta para jubilados. “Si queremos, podemos retirarnos con la pensión que nos corresponda, pero –tal y como están las cosas…– el intelecto está mucho más vivo cuando estás en activo.”
Un buen ejercicio a los 76 años es aprenderse de memoria un texto de Rojas. “Siempre que Celestina habla con una persona es porque quiere obtener algo, y construye párrafos tremendamente largos para adormecer a su interlocutor.” Con el peligro de que también se duerma el espectador. “Leer La Celestina así, de golpe, no se puede –opina quien no se la tuvo que leer en el cole–. Pero nuestra versión es distinta, porque Eduardo Galán ha sintetizado las frases respetando el espíritu del siglo XVI.” La sintaxis al revés continúa, pero el oído a la musicalidad pronto se acostumbra. También al habla ampulosa, retórica y culta, y a la gran cantidad de refranes –más de 250 en la obra original– que forman parte de la sabiduría popular.
“Las enseñanzas que nos transmite Celestina son apropiadísimas para todos los tiempos.” Sólo debemos prestar atención a cuál es el final de quienes no siguen con castidad los probos mandatos de la moral. “Calisto es torpe e impetuoso, un ser que no piensa, y cuando sale de amar a Melibea, se mata por poner el pie mal en una escalera. Y después está Pleberio, que acumula, acumula, acumula y no le sirve para nada, porque se queda sin heredera cuando se suicida su única hija.”
A unos les mata el amor loco; a otros, la avaricia. Pero lo importante es que todos gocen mientras vivan, ya sea conquistando a una doncella en el jardín de palacio o retozando un rato en una casa de trato. Así, le dice la tercera a Melibea: “Disfruta de la juventud antes de que la vejez arruine tu belleza”.
“Mi juventud fue la posguerra, y entonces España no era como ahora –cuenta la artista catalana recordando sus primaveras prietas –. Era sucia…, oscura…, negra… Y Barcelona era un puerto de mar con mucha prostitución, había racionamiento, la luz se cortaba… Los únicos que vivían bien eran los que se enriquecieron a costa de los más pobres con el estraperlo.”
No obstante, con apenas 20 años, Gemma Cuervo ya se dedicaba profesionalmente al teatro. “Y en el año 63 empecé en la televisión –señala–. Entonces, Televisión Española estaba en el Paseo de la Habana y se rodaba todo en directo.” Su primer trabajo ante las cámaras: Don Juan de Mañana. “¡Me encantó! Sabía en todo momento cuál era el piloto que se encendía de los tres que había y no me puse nada nerviosa. ¡Fíjate qué milagro, qué maravilla!”
El príncipe de Hamburgo, Las tres hermanas, Bodas de sangre, El mercader de Venecia, Otelo, El águila de dos cabezas… son algunos de los “maravillosos títulos” que interpretó durante más de una década en Estudio 1. Sin olvidarnos de que, en 1983, interpretó a Elicia en el montaje para TVE de La Celestina. “Estudio 1 fue una gran enseñanza para la sociedad española. Muchas personas analfabetas ni siquiera sabían pronunciar «Arthur Miller», pero veían Las brujas de Salem y, no sólo lo comprendían, sino que su corazón vibraba de una manera tremenda –comenta–. Aunque no tenga recorrido cultural, al ser humano no se le puede negar su delicadeza espiritual. No se le puede negar.”
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Urtain, de Juan Cavestany, fue la última obra de teatro que se representó en un plató, emitida en diciembre de 2011 por La 2. La oferta de programas dramáticos es a día de hoy muy limitada, y son las series de televisión lo que triunfa en la pequeña pantalla. “A mí la tele me gusta con locura –declara quien se ha pasado 8 años actuando en la comunidad de vecinos de Aquí no hay quien viva y La que se avecina– ¡A Vicenta y a Mari Tere les tengo un cariño enorme! ¡Recibo por ellas tanto amor de la gente…! Incluso yendo en el coche y con un moño diferente, oigo cómo me llaman «¡Vicenta, Vicenta, Vicenta!» Y me hace mucha ilusión.” Sin embargo, es consciente de que el televisivo es un amor efímero. “Dentro de un año y medio no se acordarán para nada de eso. Hay que saberlo, no sufrir y –como Celestina– disfrutar del momento.”