Gente de verdad
Por Ricardo Martínez.
Gente de verdad. Alison Lurie. Alba, Barcelona, 2012
He aquí un libro que sugiere y, a la vez, atrae la atención de lector invitándole a que repare con detenimiento no ya sobre la circunstancia exterior, sino sobre la causalidad (y la casualidad aparente) interior que mueve nuestros actos. Sugiere porque es una alusión permanente en favor de los significados de las cosas, del valor de las circunstancias. Y a la vez convoca sutilmente para que el narrador omnisciente traslade -y asuma- su protagonismo con el propio lector: “Siempre he creído que compartía con Clark el horror por las fiestas de disfraces. Las de casa son siempre (más allá del ruído y del jaleo) tristes y tontas. Pese a los disfraces elaborados, las caras pelucas de alquiler, es raso y las lentejuelas, las sábanas puestas con ridículos pliegues al estilo romano, nadie parece ni se siente diferente. En cambio anoche la gente no estaba disfrazada: en ese momento eran bohemios rurales”
Permanece, sin duda, la capacidad observadora del detalle que define, tantas veces, la literatura de autora, más aquí hay un rasgo de distinción en la medida en que el texto (de trama de amor y arte, con sus viejos equívocos) se demora de una manera deliberada en la reflexión acerca de los actos, de la voluntariedad, del criterio elaborado.
Estamos, por ello, ante una prosa cuidada, rigurosa, pero de una eficacia transmisora muy elocuente. Quiere esto decir que no está excluida, en la narración, la alusión al detalle que centra la atención y otorga escenario a la trama: “Son más de las doce. Hemos estado fuera, por Iliria, hasta muy tarde porque lo estábamos pasando muy bien. Una noche tibia y con viento. Por debajo de la rosaleda se oye a los coches pasar sumbando por la autopista, como ráfagas de viento. ¿Ráfagas de viento como coches que pasan zumbando? (GURADAR ESTO)”
Pues bien, guardemos también este texto alusivo a una realidad exterior e interior, que es, sin duda, nuestra propia realidad con sus tribulaciones.