CineEl show de Samsa

Nicolas Cage desencadenado

 

La filmografía de Nicolas Cage está caracterizada por la heterogeneidad,, aunque la mayoría de sus trabajos se pueden definir como largometrajes de acción, suspense y misterio. Desde aquella inicial Vampire’s Kiss de 1988, en la que interpretaba a un pobre muchacho acechado por una vampiresa. Pasando por títulos tan dispares como Corazón salvaje, de David Lynch, Ghost Rider o la turbulenta Miedo y asco en las Vegas.

Con los años, muchos actores de acción suelen atemperarse. Relegar su presencia a papeles más pasivos, con menos adrenalina y más escenas de interior. Sin embargo, algunas de las últimas intervenciones de Cage demuestran todo lo contrario. Los motivos que han empujado al oscarizado actor a apuntarse a tales proyectos no nos interesan aquí aunque el hartazgo de la farándula hollywoodense parece pesar mucho. Desde 2018 Nicolas Cage ha participado en al menos diez películas. Y al menos cinco de ellas son un puro goce de locura, despropósito y acción bizarra que demuestran que Cage tiene todavía muchos golpes que propinar y buenas historias que protagonizar.

Gore, demonios y extraterrestres inenarrables

En 2017 se estrenó Mamá y Papá, una comedia con elementos de terror en la que una extraña epidemia convierte a los padres en fratricidas psicópatas que asesinan a sus hijos de forma irracional. Parece una película pensada para Cage, cargada de violencia y que deja entrever, mediante la sátira más excesiva, la arbitrariedad de las relaciones familiares. Cage brilla en esta cinta de padres asesinos con su histriónico talento para los papeles extremos. Mamá y papá metaforiza la batalla intergeneracional llevando al límite el desencanto de unos padres maduros que tienen que lidiar con una prole sobreprotegida. Y que, no sabemos por qué, acaban por resolver sus problemas de la forma más expeditiva y sangrienta.

Quizá la mejor película de Cage en esta última etapa sea Mandy (2018) de Panos Cosmatos, director de la aun más bizarra Beyond the Black Rainbow. Mandy es una cinta de terror psicotrópico y estética de Heavy Metal ochentero que trata sobre la venganza. Una banda de moteros satánicos y enloquecidos por el LSD asesinan a Mandy, la mujer de Red (Nicolas Cage). En una atmósfera enrarecida, oscura y delirante se desarrolla esta cinta en la que Cage pasa de adorable esposo a colérico vengador. La película parece la portada de un disco de Slayer o de Iron Maiden en movimiento. Cage, como en Mamá y papá, nos muestra la evolución de un hombre amoroso a un psicópata desatado. En las dos películas es un hombre que por motivos ajenos a él sufre una transformación y efectúa un descenso a infiernos de ultraviolencia gore.

Algo parecido sucede en Color Out of Space, la última adaptación de Lovecraft a la pantalla. Cage es Nathan Garden, un padre de familia que vive en una granja y que, como sucede en la historia de Lovecraft, ve su apacible existencia truncada por la llegada de una forma de vida extraterrestre. El color que indescriptible del relato lovecraftiano se trata de mostrar en el film tiñendo los fotogramas de púrpura. Así la película adquiere una atmósfera opresiva y alucinante que, si bien no la hace más terrorífica, sí que ayuda a construir en el telespectador una sensación de alejamiento de la realidad e ingreso en una suerte de locura alienígena que todo lo asedia.

Artes marciales del espacio sideral

Ya en 2020 Cage se atrevió a participar en un híbrido de artes marciales y ciencia ficción titulado Jiu Jitsu, un cruce entre Depredaror y Mortal Kombat. El jiu jitsu (no confundir con el jiu jitsu brasileño) es un arte marcial japonés tradicional que incluye puñetazos, codazos, patadas, esquivas, estrangulaciones, derribos y luxaciones. Aunque es difícil que lo practiquen seres de otra galaxia. Esta es, sin duda, la peor de las películas que aquí comentamos (y quizá de toda su carrera), aunque el argumento en sí mismo ya es un diamante en bruto que desafía al sentido común: un ser extraterrestre baja a la Tierra cada seis años a librar un combate de jiu jitsu con terrícolas. La humanidad depende del resultado de esta ancestral batalla marcial. Ni más ni menos.

El bizarro según Cage

La última de las películas que cierran este “ciclo de los excesos” es Willy’s Wonderland (2021). Una mezcla entre Acorralado, el videojuego FNAF y el grotesco imaginario de Carlton Mellick III, en la que Cage interpreta a un tipo duro y silencioso que se enfrenta a unos muñecos asesinos. Encerrado una noche en un parque de atracciones abandonado, la tarea de un eventual conserje (Cage) consiste en limpiar la sala de atracciones para así recuperar su vehículo averiado. Aunque las intenciones de sus empleadores no son nada ventajosas. Le han tendido una trampa para que sirva de menú a unos muñecos caníbales poseídos por los espíritus enfurecidos de unos asesinos rituales. Pero lo que ignoran estos terribles muñecos animatrónicos diabólicos es que su nueva víctima es Nicolas Cage (sí, yo creo que es el mismo Cage interpre

tándose a sí mismo), un hombre frío, salvaje y hermético que les hará frente de la forma más brutal. Nuestro héroe pasará la noche en el parque de atracciones sin inmutarse, destripando engendros mecánicos que derraman una sangre negra como la grasa de automóvil. Lo más llamativo de esta cinta es que Cage no tiene ni una línea de guion, pasando la hora y media que dura la película sin a

brir la boca. ¿Y para qué?

En estas cinco películas Cage interpreta a la misma persona pero con leves variantes. Un hombre cotidiano que se enfrenta a fuerzas sobrenaturales en entornos más o menos familiares que, por algún motivo, comienzan a volverse extraños, amenazantes y terribles. Una personas normal que es obligada a defenderse (o  a atacar) a enemigos de otra galaxia o de otra dimensión.

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