Sergi Belbel escribe y dirige un bosquejo de comedia romántica
Por Horacio Otheguy Riveira
Admiro mucho la trayectoria de Sergi Belbel por las producciones representadas en Madrid (ya que es mucho mayor su producción en Cataluña), de allí que no le reconozca al frente de esta función titulada Si no nos hubiéramos conocido. Un quiero y no puedo en el tinglado de dos parejas que se aman y temen perder su caudal de pasión y esperanza. Una notable decepción, ya que el amor como búsqueda con sus encuentros y desencuentros ha estado muy presente en su obra, de manera elocuente, creativa, entre lo sublime, la tragedia y la liberación melodramática. Así ha sido, de diferente manera, en piezas notables o magistrales: Caricias, Después de la lluvia, En la Toscana o Móvil, además de formidables puestas en escena de otros autores por donde las emociones encontradas destacan lo mismo con el humor genial de Madre, el drama padre, de Jardiel Poncela; que con sucesión de dramas de alto vuelo: el lacerante enfrentamiento madre-hija de El baile, versión de teatro-danza de la novela homónima de Irène Némirovsky; el conflicto social de actualidad en La punta del iceberg, del entonces novel Antonio Tabares, o un clásico de posguerra española como La plaza del diamante, de Mercè Rodoreda en versión teatral de Benet i Jornet, que nos llegó en catalán con sobretítulos.
Esta vez reaparece con un tratamiento muy convencional de una historia de amor clásica con raigambre en la infancia. A partir de la primera escena de un matrimonio que ya tiene dos niñas que hay que llevar al colegio, y un accidente inmediatamente posterior, se produce una sucesión de situaciones en el tiempo entre los miembros de la pareja y dos amigos íntimos de ambos sexos. El vaivén de secuencias —con buena técnica cinematográfica muy presente en otras obras del autor— contiene muchas repeticiones como si éstas intentaran alcanzar una cierta poética: reiteraciones de entresueños y vigilias en busca de un amor perdido o reencontrado. En varias secuencias parece que sí, que una poesía dramática asistirá al evento, pero enseguida decae el interés; para este cronista la decepción no puede ser mayor, herido fatalmente por el más terrorífico enemigo de las artes escénicas: el aburrimiento; y es que el espectáculo no funciona como drama ni comedia, y el golpe de efecto final empobrece aún más todo lo que se ha visto hasta entonces.
La puesta en escena está correctamente articulada, como no podía ser menos con un director con tanta experiencia, sin embargo, la interpretación no puede lograr, por sí sola, el milagro de la empatía con personajes apenas esbozados y muy reiterativos. Todo aderezado de canciones en inglés, clásicos melódicos, dentro de un conjunto forjado al servicio de las dos actrices: Marta Hazas y Ana Cerdeiriña, ambas con suficiente talento para que su presencia encante en todo momento, aunque no convenzan sus personajes, tan artificiales como el tratamiento de la historia, a caballo de una telenovela escrita deprisa y una discursiva comedia de las llamadas «de salón comedor», sólo que en un espacio de teatro contemporáneo. Esta situación general empeora con el engolamiento de Unax Ugalde en un papel bastante inverosímil de tan afectado; y no mejora con la buena voluntad de Óscar Jarque, a cargo del personaje más endeble.
Las parejas se dan bastantes besos y algunas caricias y abrazos, tan casto todo, tan frío, que no hay ninguna posibilidad de creerse que hubo alguna vez entre ellos la atracción erótica que se les supone. Los aportes musicales de Ana Villa y Juanjo Valmorisco son adecuados. Resulta estupenda la videoescena creada por Emilio Valenzuela en un ambiente siempre atractivo, a partir de la escenografía de Max Glaenzel, curiosamente de blanco impoluto, de blanco de ensueño, de blanca pureza… Las actrices visten espléndidos diseños de Guadalupe Valero, creadora de formas y colores que aportan buenos momentos de elegante comedia.
Esta vez, más que un trabajo completo, Sergi Belbel nos brinda un mero borrador con aire de bosquejo pictórico muy alejado de sus aplaudidas representaciones de otros tiempos.
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Teatro Valle Inclán. Sala Francisco Nieva. Del 6 de abril al 6 de mayo 2018.