Cucharada: La historia de un limpiabotas que quiso ser torero

 

 

Por Diego Puicercús.

 

Nos encontramos en plena transición y Manolo Tena (bajo y voz) junto con Antonio Molina (guitarra), Jesús Vidal (guitarra) y José Manuel Díez (batería, voz y guitarra), empiezan a trabajar en un proyecto en el fusionan el rock and roll con el teatro. Deciden llamarlo Cucharada y dan sus primeros pasos en el metro de Madrid aunque, gracias a esa propuesta tan poco frecuente en la Españade finales de los setenta, enseguida llaman la atención del colectivo artístico La Cochu (Laboratorios Colectivos Chueca). Esto les allana el camino para entrar en el circuito de las pequeñas salas alternativas pero siguen necesitando un algo más que los sitúe con garantías en la línea de salida. Ese impulso definitivo, que durante unos meses se les resistió, finalmente les llega cuando consiguen colar en el disco recopilatorio “Viva el rollo” (que editó Chapa con artistas con los que tenían intención de trabajar y en el que les daban su primera oportunidad grabar) el tema Social peligrosidad.

El éxito de la canción hizo que el 5 de junio de 1978 fuera lanzada como single (con Libertad para mirar escaparates en la cara B), lo que además les garantizó la posibilidad de grabar al año siguiente un LP. Sus espectáculos se caracterizaban por una fuerte carga de gamberrismo escénico, tanto por lo que hacían (mientras tocaban, tan pronto se subían al escenario unas bailarinas de ballet como lo hacía un mimo o se realizaba el espectáculo de la cabra…), como por los estrafalarios disfraces con los que aparecían. A todo esto sumaban unas letras cargadas de ironía y crítica social que provocó que en determinados sectores (Fraga fue uno de sus grandes detractores) no gustaran y fueran repudiados.

En septiembre de 1978 compartieron cartel con Leño y Coz (también unos debutantes) en el Festival de Rock de Madrid y a principios de 1979 entraron a grabar en los estudios Kirios de la mano del inefable Teddy Bautista el glorioso “El limpiabotas que quería ser torero”. Al productor hay que reconocerle que fue capaz de poner un poco de orden en el manicomio que cuentan era el grupo. Al parecer cada uno iba a su rollo y tocaban lo que querían y como querían, por lo que coordinar todo aquello no debió de ser tarea fácil. En lo musical el disco es un ejercicio de rock urbano con temas directos y callejeros, aunque también tocan otros palos como una aproximación al rock andaluz al más puro estilo de Triana o los ritmos más melódicos en las canciones de Moncho Alpuente e Hilario Camacho (que durante un tiempo formó parte del grupo).

La aparición del LP coincidió con un cambio en la política de marketing de su discográfica según la cual Zafiro se encargaría de los grandes lanzamientos, en los que invertiría la pasta, mientras que Chapa se quedaría como un campo de pruebas para futuros lanzamientos. Esto, que para otros grupos funcionó, para Cucharada supuso el principio del fin ya que nunca fue un grupo con una formación definida (además de los mencionados por sus filas pasaron entre otros Florencio Martín, Miguel Botafogo o Jaime Asúa) o un objetivo claro, por lo que ante las primeras dificultades se empezaron a diluir como un azucarillo.

Estas empezaron en el verano de 1980 tras la publicación de un segundo single en el que aparecían Quiero bailar rock and roll (tema que junto con Compre se encargaron de recuperar Siniestro Total en sus discos “De hoy no pasa” y “Cultura popular”) como cara A y La cajita de música en la B, y apenas unos meses después Cucharada dejaban de existir. Las pocas ventas que tuvo el disco unido a un posterior reconocimiento por parte de los hijos del rock urbano (que lo tomaron como uno de los discos insignia del movimiento) hicieron de el un objeto muy apreciado por los coleccionistas, casi imposible ver y por el que se piden unos precios desorbitados aunque la copia esté desguazada.

Tras la disolución, Manolo Tena, Jaime Asúa y José Manuel Díez (también ex Cucharadas) fundaron Alarma y facturaron dos fantásticos discos con los que su estrella comenzó a crecer. A mi globalmente me gustan más los resultados de esta segunda banda aunque El limpiabotas que quería ser torero tiene momentos irrepetibles que siguen poniendo los pelos de punta. Tal vez no alcanzaron esa fusión de influencias que buscaban (Zappa era su gurú y guía espiritual, The Tubes su madre y Hendrix y los Cream sus padres), pero su legado aun perdura y, digan lo que digan esas listas que sistemáticamente se olvidan de ellos, el suyo sigue siendo uno de los mejores y más influyentes trabajos que se han facturado en nuestra piel de toro…

 

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