Serrano Cueto nos habla de los secundarios olvidados del cine español
Por Julio Vallejo
Serrano Cueto: “En Contra el tiempo, más que un documental histórico, me interesaba el lado humano”
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Fueron habituales en nuestras pantallas durante décadas. Sin embargo, el paso de los años y las nuevas generaciones de actores les han ido desplazando fuera del audiovisual español. Ellos son los protagonistas de Contra el tiempo, el sentido homenaje en forma de documental que el periodista y director José Manuel Serrano Cueto dedica a unos intérpretes que gozaron de cierta popularidad en otra época, pero ahora son casi desconocidos para muchos aficionados al séptimo arte.
A través del largometraje del escritor gaditano comprobamos que Lone Fleming sigue manteniendo la belleza embrujadora que la convirtió en uno de los iconos del fantaterror hispánico. Descubrimos también el aire socarrón de Ricardo Palacios, un nombre habitual en las coproducciones de hace unas décadas, y averiguamos qué ha sucedido con Antonio Mayans, actor español que intervino en varias películas norteamericanas rodadas en nuestro país.
El largometraje nos muestra la jovialidad de Mabel Escaño, actriz que apareció en cintas como El libro del Buen Amor (Tomás Aznar,1975) o Crónicas del bromuro (Juan José Porto, 1980), y desvela la verdadera profesión de Fernando García Rimada, famoso por encarnar a Fernando El Católico en 1492. La conquista del paraíso (Ridley Scott, 1992).
La cinta reserva también un espacio a dos nombres claves del denominado spaghetti western: Carlos Bravo, al que vimos en Los 100 rifles (Tom Gries, 1969) y El cóndor (John Guillermin,1970), y Aldo Sambrell, actor que trabajó a las órdenes de Sergio Leone en la célebre trilogía del dólar.
El nexo entre todos ellos es Antonio Mora, un joven intérprete que quiere nutrirse de las experiencias de veteranos compañeros de profesión.
Presentada en la última edición del Festival de Málaga, Contra el tiempo tiene un particular complemento en un libro homónimo, donde José Manuel Serrano Cueto amplia los contenidos de un documental que reivindica el trabajo de unos actores demasiado olvidados por los cinéfilos.
¿Cómo surge la posibilidad de rodar Contra el tiempo?
La idea es de 2006, cuando Aldo Sambrell me propuso producirme algo para que él lo protagonizara. Yo le hablé entonces de un documental que quería hacer dedicado a los actores de reparto de las coproducciones de género, nombres muy prolíficos en aquellos años pero que, una vez pasada esa época, fueron distanciando sus apariciones en el cine español. A él la idea de un documental no le agradaba y me propuso rodar un corto de ficción, así que escribí Río seco, que, en definitiva, es una reivindicación de todos aquellos actores. La idea del documental se quedó ahí y a finales de 2009 se la propuse a Carlos Taillefer, productor malagueño al que conocía desde hacía años. Él, que había sido socio de Green Moon, de Antonio Banderas, acababa de fundar su propia productora, así que estaba deseando hacer algo. A Taillefer, que además de dedicarse al cine es un amante del mismo, cosa muy importante, le encantó la idea y así comenzamos la preproducción.
¿Qué te lleva a utilizar como nexo de las entrevistas a un actor joven que busca nutrirse de las experiencias de otros intérpretes más veteranos?
Al principio, el guion de Contra el tiempo era muchísimo más creativo, bastante más ambicioso. Así lo queríamos rodar tanto Taillefer como yo mismo y así lo comenzamos a hacer al principio, cuando rodamos en Málaga. Sin embargo, después de Málaga, toda la financiación posible se fue al traste. Nos quedamos a cero, simplemente con lo que Carlos podía aportar de su propio bolsillo, del que ya se había sacado el dinero para rodar en Málaga. Ante una situación económica nefasta, la película estuvo a punto de no continuarse y de morir. Sin embargo, tras debatirlo, Taillefer y yo llegamos a la conclusión de que debíamos continuar, aunque fuese con bastantes menos pretensiones. Así que minimizamos el guion a lo básico, precisamente a las entrevistas a “busto parlante” de las que tanto él como yo queríamos huir al principio. En ese primer guion, Antonio Mora, al que yo conocía de la Escuela de Arte Dramático de Málaga, y que ya había trabajado en La caja 507, La vida mancha o También la lluvia, únicamente intervenía en la parte de Fernando García Rimada, amigo y compañero con el que ambos habíamos trabajado. Iba a suponer su reencuentro después de diez años. Mora solo iba a participar ahí, pero al final, cuando tuvimos que variarlo todo, decidimos que fuera él quien hiciese las entrevistas. Mora estaba muy interesado por conocer a esos actores del documental de los que yo le hablé al principio, nombres muy poco conocidos pero muy prolíficos. Sentía realmente curiosidad por ellos, así que pensamos que podía ser curioso que un joven actor en sus comienzos, no conocido, entrevistase a esos viejos veteranos tampoco conocidos por el gran público.
Resulta curioso que gran parte de los intérpretes que aparecen en el filme actuaran en cintas de género de los años 60, 70 y 80. ¿Qué es lo que te atrae tanto de esta época?
Salvo Fernando García Rimada, todos ellos son representantes de aquellos años. El caso de García Rimada es distinto, aunque se asemeja algo a aquellos actores, ya que él debutó en 1992, ya mayor, y llegó al papel por su físico, cosa que ocurría mucho en aquellas películas de género de los 60 y 70. Cuando Fernando hizo de Fernando el Católico, papel fugacísimo, en 1492: La conquista del paraíso, los medios, incluido Fotogramas, le dieron mucha importancia a que un actor desconocido estuviese mano a mano con Sigourney Weaver. Hay que decir que para su papel se hizo casting a gente como Puigcorbé o Fermín Reixach, y al parecer Ridley Scott vio las fotos de Fernando y lo quiso a él.
De aquella época del cine de género me interesa todo, pero en especial los actores españoles que trabajaron en ella, rostros que todos conocemos pero a los que no ponemos nombre, profesionales que muchos creen extranjeros. En este sentido, por ejemplo, curioso fue ver en Versión española cómo a Aldo Sambrell lo catalogaban como actor americano cuando hablaban de la presencia de estos en El perro.
No elegí a estos actores, había muchos más. La idea original recogía a unos catorce, entre ellos Antonio Pica, Eduardo Fajardo, Gloria Osuna, Frank Braña, Mirta Miller, Enrique Ávila… Por uno u otro motivo, algunos actores se cayeron del proyecto, pero de otros tuvimos que prescindir cuando hubo que limar presupuesto, así que aquellos que se encontraban fuera de Madrid, como Pica o Fajardo, no pudieron estar. Además de estos nombres, yo contacté con otros también representativos de aquellos años, como José Canalejas o Antonio Molino Rojo, pero el primero había sufrido una operación y no quería salir, y el segundo estaba ya muy enfermo. En el listado primero estaban prácticamente todos los que entonces vivían. Ten en cuenta que el documental, el caso de García Rimada aparte, se centraba en actores de reparto, poco conocidos y que trabajaron especialmente en aquellos años. En 2010, que fue cuando empezamos a rodar, y ahora menos, no quedaban muchos. En el libro que Tyrannosauros Books ha publicado sobre la película se cuenta todo esto.
¿Qué pretendías con el documental? ¿Reivindicar quizá un cine que nunca contó con el apoyo de cierta crítica intelectual?
Por una parte eso, pero, por otro lado recordar a esos hombres y mujeres que formaron parte, delante de la cámara, de aquellos años y que vieron cómo sus carreras mermaron una vez pasó la época. No obstante, lo que más me interesaba era saber cómo viven hoy estas personas, qué recuerdos tienen, qué echan de menos… Más que hacer un documental histórico, me interesaba el lado humano.
El filme es un homenaje a Aldo Sambrell, mítico actor del denominado spaghetti western con el que trabajaste en tu corto Río seco y al que dedicaste un libro. ¿De dónde surge tu fascinación por él?
Cuando era pequeño siempre me llamaba la atención la cara de malo de Aldo, pero entonces yo no sabía que esa persona que salía en esas películas se llamaba Aldo Sambrell y era español. No tenía ni idea. Fue gracias al magnífico diccionario Las estrellas de nuestro cine cuando lo supe y, entonces, de alguna manera llegó a mí su dirección. Le escribí desde Cádiz, él me contestó y así comenzamos a escribirnos, pero cuando vine a vivir a Madrid lo visité en su oficina de Gran Vía y comenzamos a vernos casi a diario. Podría contarte mil historias sobre Aldo y sobre lo que viví en aquella oficina… El libro, ciertamente accidentado, fue fruto de mis largas horas de charla con él. Yo no era un fan suyo, no soy fan de nadie, pero me gustaba oír sus cosas y le tenía respeto y admiración. Después de rodar Río seco, Aldo y yo nos distanciamos por discrepancias en la postproducción, y se supone que Contra el tiempo iba a ser nuestra reconciliación. Hablé mucho con él por teléfono sobre el documental y él estaba encantando no solo de hacerlo, sino de reencontrarse conmigo. Desgraciadamente, murió antes de rodar nada, pero, por fortuna, en el documental está presente gracias a unas imágenes inéditas que grabé con mi cámara doméstica. Él es el germen de este documental y tenía que estar en él. Quien conozca la historia de mi distanciamiento con él entenderá mejor por qué aparezco en el documental.
¿Nos puedes contar alguna anécdota curiosa del rodaje?
Hay muchas, algunas de ellas también las cuento en el libro de Tyrannosaurus, pero te contaré una reciente, de cuando la presentación del festival de cine de Málaga en Madrid. Es una anécdota ciertamente tragicómica: a Carlos Bravo, que por supuesto no iba de chaqué, intentaron echarlo de la sala varias veces porque creían que se había colado, dada, digámoslo finamente, su indumentaria poco adecuada a la fiesta.
Eres conocido fundamentalmente por tu faceta periodística y como escritor de libros sobre cine, ¿cómo ha sido la experiencia de volver a dirigir?
Soy conocido, sí, como teórico, pero soy licenciado en Dirección de Escena y he recibido numerosos cursos prácticos sobre cine. Siempre supe que tenía que dirigir y, aunque el resultado de Contra el tiempo no es el que me hubiera gustado, dado que no pudimos rodar el guion original, estoy orgulloso del documental. La experiencia, aunque dura, ha sido muy bonita.
¿Cuál es lo próximo proyecto que tienes entre manos?
Hay varios. Siempre tengo muchos para que al menos salga uno. Desde hace tiempo tengo una idea para otro documental, en esta ocasión mucho más creativo y cuya temática no tiene nada que ver con el cine. Esta misma idea, además, ha derivado por otro lado a una historia de ficción. Me gustaría volver a dirigir.
Se trata de un trabajo interesantísimo. Los nostálgicos de todo un cine, de los grandes actores y actrices, de los medianos y de los pequeños lo gozarán. Tiene cinefília para dar y tomar.
Enhorabuena a todos por tan estupendo trabajo.