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La montaña rusa (2012) de Emilio Martínez Lázaro

 

Por Almudena Jiménez

 

La montaña rusa supone otra revisión de la pareja incompleta o, mejor, de lo incompleto e inexacto del ser humano en sus relaciones personales.

 

Ada (Verónica Sánchez), una mujer que aún no ha descubierto la plenitud de los placeres carnales, se reencuentra con dos viejos compañeros del colegio: Luis (Alberto San Juan) y Lorenzo (Ernesto Alterio), dos hombres absolutamente distintos y con unas ofertas amorosas atractivas, pero insuficientes para ella.

 

 

Emilio Martínez-Lázaro regresa a la comedia tras haber firmado el drama histórico Las Trece Rosas (2007). Vuelve con lo que podría ser una tercera parte de una posible trilogía que habría empezado con El otro lado de la cama (2002). Parecía imposible, pero el director le encuentra un tercer lado a la que ya parece ser la cama más larga del cine español. Son tres los protagonistas y tres las opciones que ofrece la historia: la de estar sola, la de ser feliz pero sexualmente insatisfecha, y la de mantener una apasionada -aunque muy inestable- relación de pareja.

 

 

El punto de partida es sencillo y la trama no da grandes sorpresas. Lo complicado en este tipo de películas es salvar su propio género: la comedia. Gracias a los dos galanes que vemos en pantalla, se alza esta película que, de otro modo, se habría quedado en el estereotipo de aquella época del destape, cuando Esteso y Pajares… Pero es mejor no asociarlos, que es el año 2012 y queda feo. Estos dos actores son viejos conocidos y convencen en pantalla. El diálogo fluye entre ellos maravillosamente, para regusto de sus guionistas (Martínez-Lázaro y Daniela Fejerman) y de los espectadores. Descubrimos también que Alterio como clown no tiene precio; parece que lo lleve haciendo toda la vida. Sánchez, por su lado, se deja querer dentro y fuera de la pantalla. Estas películas son -o suelen ser- bien acogidas en taquilla y eso es de agradecer; su interpretación es correcta, simpática y logra cierta empatía con el espectador; sin embargo, y no por culpa suya, el personaje no convence del todo y se queda incluso en un segundo plano mientras uno espera seguir disfrutando de los momentos compartidos por San Juan y Alterio.

 

La montaña rusa baja el nivel propuesto por el director tras el éxito de sus anteriores comedias. El argumento es más bien flojo, por bien explotado que pueda estar, y las escenas de cama demasiado extensas, aburriéndose el personal de tanta carne.

 

El mismo Alterio lo dice en boca de su personaje: “Hay personas con muchísimo talento, que no hacen nada con él; y personas con muy poco talento que… Bueno, hacen lo que pueden”. Lo importante es lo que hagas con ese talento, a fin de cuentas. Pues bien, esa es la sensación que deja La montaña rusa, una cinta cuyo talento no va más allá de las notas cómicas y la frescura de sus actores. Lo único bien aprovechado de una historia que no da para más y en la que durante los primeros quince minutos ya has escuchado el título unas cinco veces. La proporción no es muy justa, precisamente.

 

Ya se sabe lo que dicen: mejor es insinuar, que enseñar.

 

 

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