Black Mirror (I): Fragmentos del presente
Por José A. Cartán
La BBC no tiene vergüenza.
Éste sería un estupendo titular de cualquier medio sensacionalista, intentando alarmar a la población con logotipos efectistas y ejerciendo en ellos una automática manipulación ideológica o consumista, si no fuera porque, en esta ocasión, el inicio de la reseña no busca más que constatar un hecho fidedigno y veraz, sin necesidad de sorprender ni impresionar. La cadena inglesa puede presumir de ser de las pocas que muestran la realidad sin ningún tipo de pretexto, sea cual sea el tema que hayan de tratar. Desde un jocoso tono mordaz, un fiero dramatismo o una ficción llamada Black Mirror que tiene casi más de documental que de invención visual.
Charlie Brooker se embarca, tras dejar en nuestras retinas la sátira zombie Dead Set, en la ardua tarea de alertarnos sobre las directrices que está tomando el ser humano en este, supuestamente posmoderno siglo XXI. Black Mirror se compone de tres capítulos autoconclusivos e independientes de escasa hora de duración cada uno. Muchos son los que han calificado a la serie como una de las mejores emitidas en el ya extinto 2011. Además de ser indispensable su visionado, según la crítica especializada, para comprender el impacto de la tecnología sobre nuestras vidas y las consecuencias que esto podría conllevar en un futuro próximo o, más bien diríamos, en un presente demasiado cercano.
The National Anthem es la primera parte de este tríptico bosquiano que, al contrario que la pintura del flamenco, no posee ningún resquicio donde albergar el Paraíso. Aquí todo está más cerca del Purgatorio. De la desintegración. La historia podría resumirse en pocas palabras: la princesa Susannah ha sido raptada y para su liberación el Primer Ministro británico ha de realizar un acto sexual de dudosa reputación frente a millones de televidentes. La crítica al voyeurismo del ser humano es feroz, descarnadamente animal. Todo se reduce a hacer una performance continua para que el espectador quede saciado, aunque para ello exista un individuo que pierda su dignidad y sea obligado a realizar actos inmorales y parafílicos. Algo semejante a lo que escribió Nothomb en su sádica novela Ácido sulfúrico, en la que unos concursantes de un show televisivo eran encerrados en un campo de exterminio y cuyos espectadores elegían cada semana quién debía ser el siguiente en ser ejecutado.
El segundo episodio, 15 Million Merits, se interna en aspectos más tecnológicos, de la misma forma que se hará en el último de la serie. En esta ocasión, tenemos un mundo en el que los humanos, en una insaciable cadena de montaje, deben gastar su tiempo pedaleando para, de esta forma, recibir una serie de puntos por el esfuerzo realizado. Este puntaje podrá ser canjeado por diferentes accesorios; ya sea ropa, complementos o la posibilidad de presentarse a un reality show en el que se prima la habilidad del sujeto y donde un jurado determina si el individuo posee las capacidades suficientes como para ser protagonista de su propio programa. El ser humano que habita entre los barrotes de esa jaula de roedores sólo posee dos opciones; trabajar como un esclavo durante toda su vida para poder acceder a complementos inservibles o verse devorado por la masa y terminar degradado en un show televisivo, cuyos principios han sido diluidos por la voracidad del espectador. Masa que no duda en jalear a los concursantes o abuchearlos hasta la extenuación, despojándose a sí misma de cualquier atisbo de humanidad que pudiera poseer.
The Entire History of You completa el círculo deshumanizador. En este último peldaño, se nos vuelve a presentar un mundo apocalíptico en el que los seres humanos tienen un dispositivo a través del cual pueden volver una y otra vez a los recuerdos de toda su vida, además de poder formatear de su memoria aquellos de los que quieran desprenderse. Los personajes de esta historia se ven abocados a una existencia en la que no hay cabida para vivir el presente, ya que en sus conversaciones, durante sus relaciones sexuales o en el día a día, reviven de manera obsesiva el pasado rebobinando los recuerdos hasta ese gesto que alguien hizo, esa palabra que se dijo o esa mirada desprevenida hacia un tercero. La realidad que dibuja Charlie Brooker en estos dos últimos episodios posee fuertes reminiscencias del primerizo cine de Darren Aronofsky. 15 Million Merits, en cuanto al efectismo de la publicidad y el videoclip, además de la utilización de la música, recuerda de manera poderosa a Requiem por un sueño, así como la aparición del agobio y la claustrofobia de Pi, fe en el caos surge en las postrimerías de The Entire History of You, en un perturbador sorpresivo desenlace.
La cercanía que tenemos con respecto a los mundos de Black Mirror es, cuanto menos, escalofriante. La era twitter, el incesante crecimiento de las redes sociales, la pérdida de la moralidad, el exceso de información al que se ve sometido el ser humano o la inexistencia del carpe diem son sólo varios de los palos que toca esta miniserie, de obligado visionado. En esta extraña época en la que nos ha tocado vivir es de necesario cumplimiento pararse, contemplar y considerar toda esta vorágine consumista e informativa que nos asola. De lo contrario, es francamente probable que lo que se ve no sea otra cosa que lo que se vive.
* Black Mirror se emitió en Diciembre de 2011 en la cadena británica Channel 4, filial de BBC.
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