Misfits: ¿los héroes de la generación ni-ni?
Por Carmen Morgado.
¿Qué pasaría si un grupo de ni-nis sin oficio ni beneficio consiguiera superpoderes de la noche a la mañana? ¿Se redimirían y los usarían para salvar al mundo o se dejarían seducir por el lado oscuro y destruirían a la Humanidad? Pues ni lo uno ni lo otro. Estos chavales se limitan a sobrevivir, que no es poco.
Vale, la premisa no es nueva. La hemos visto cientos de veces en cómics y películas: varón joven y apocado, tirando a apestado social, consigue superpoderes por, a) picadura de arácnido, b) exposición a rayos gamma, c) meteoritos, etc. Acto seguido, se le plantea el consabido dilema moral: ¿debo sacar partido de mis poderes egoístamente o luchar contra el crimen de forma anónima para no poner en peligro a mis seres queridos? Lo normal es que, a menos que se conviertan en supervillanos (algunos no eran sólo apocados, sino auténticos resentidos), todos decidan sacrificar su vida personal para salvar a millones de personas que nunca se lo agradecerán. Cosas de los héroes de la pantalla.
Pero no se alarmen, ésta no es la típica historia de superhéroes. La historia va más o menos así: en las afueras de Londres, Nathan, Kelly, Curtis, Alisha y Simon se dedican a hacer servicios comunitarios para pagar su deriva delictiva. Una tarde, mientras trabajan al aire libre, les sorprende una extraña tormenta y, a partir de ese momento (¡tachán!), ya nada volverá a ser igual. Como por arte de magia (lo bueno es que estas cosas no hace falta explicarlas), todos ellos consiguen superpoderes. Algunos de ellos dan mucha envidia (hacerse invisible, dar marcha atrás en el tiempo…), mientras que otros, ciertamente raros, son una auténtica maldición, como que todo el que te toque sienta unas ganas irrefrenables de violarte. El caso es que, tras ese decisivo instante, los chicos vivirán todo tipo de situaciones comprometidas y misteriosas y (¿no lo adivinan?) se volverán tiernamente inseparables. Pero, tranquilos, que eso no podía ser todo en una serie que comparte nombre con aquel grupo creado por el inefable y talentoso Glenn Danzig, el cachas más cachas de la historia del punk.
Como ocurre con todos los buenos productos, aunque Misfits sea una serie de “ciencia ficción” o de “misterio”, no podía faltar una buena dosis de humor que contrarrestase los momentos de mayor tensión. La tarea le corresponde al personaje de Nathan. Espigado y larguirucho, con un cierto aire a Fidel (el de Aída) pero en hetero, Nathan es un bocazas que habla sin filtro y con mucha, mucha chispa. El deslenguado superhéroes no conoce la vergüenza, pero tiene un punto de vulnerabilidad que hace que acabe por caerte bien, a pesar de que en el fondo no sea más que un cafre. Como muestra de su particular sentido del humor, valga este botón: al ver pasar a un grupo de padres con sus niños, Nathan le dice a Kelly: “¡Bebés! Por eso yo siempre uso condón. Y, si la chica es muy guarra, me pongo dos”. Puro Misfits. Sólo le falta tener como himno aquello de “Mommy, can I get out and kill tonight?”.
Pero además de esa falta de corrección política, tan británica, también se nota el toque patrio en la cuidada selección musical de cada capítulo, con artistas como Blur, Florence and the Machine, The Rapture, The Cure o Damien Rice. De todos sus momentos musicales, para mí sigue siendo imbatible el final del primer capítulo de la primera temporada, cuando los personajes intentan asimilar todo lo que les ha pasado mientras de fondo suena Lonely Souls, de UNKLE. Los pelos se te ponen como escarpias. Eso sí, una echa de menos los acordes guitarreros de I turned into a martian, que le hubieran dado a la serie un toque muy 70’s, cosas de la edad. Afortunadamente, en la página oficial de la serie han recopilado la música que suena en cada capítulo en unas listas muy monas, lo que siempre es de agradecer.
Misfits se estrenó en la cadena inglesa E4 en noviembre de 2009. Actualmente, se está emitiendo la segunda temporada y, visto el éxito y el reconocimiento cosechados (muy buenas críticas en los medios, además del premio BAFTA 2010 a la mejor Serie Dramática), parece ser que habrá una tercera. Como no merece la pena esperar a que nuestra casposa televisión importe un producto tan original (cosa que probablemente no llegue a pasar nunca), os animo a que empecéis a verla ya.
Un consejo: esta serie merece la pena verla en inglés, con subtítulos, claro está, salvo que estén ustedes tocados por la varita del bilingüismo. Aunque, la verdad, después de escuchar hablar a Kelly, la chav más chunga desde Vicky Pollard, seguro que os preguntáis dónde narices está la belleza del inglés británico con el que tanto nos dieron la brasa en el cole…