ENTREVIÑETAS con Ana Miralles y Emilio Ruiz

 

Por Luis Daza y Sofía A.

Reconocer a Ana Miralles como la ilustradora de cómics española con mayor proyección nacional e internacional es caer en la obviedad, pero también es, sin embargo, una necesidad. Ana Miralles sabe transmitir al lector lo que no se puede decir con palabras. Los personajes de sus álbumes nos hablan con un lenguaje corporal difícil de traducir por su complejidad y riqueza y que les dota de un fuerte carácter propio. Gran Premio del Salón de Cómic de Barcelona en 2009, sus recientes trabajos nos dan la pista de que todavía tiene mucho que ofrecernos.

Junto a Emilio Ruiz forman pareja profesional desde El brillo de la mirada, su primer trabajo juntos. Han publicado la trilogía En busca del unicornio, adaptación de la novela de Juan Eslava Galán, De mano en mano y, más recientemente, Wáluk, la historia de un cachorro de oso polar. Su último trabajo es la serie Muraqqa’, historia de una dibujante del siglo XVII en Oriente y de la que podemos ver ya su primera parte.

 

Pregunta.- ¿Cómo empezáis a trabajar juntos?

Emilio.- Fue a principios de los 90 con El Brillo de la Mirada. La editorial valenciana La General, inauguraba una serie erótica, Papel Mojado, y Juan Puchades, que era el editor, ofreció a Ana inaugurarla. La desafió abiertamente diciéndole que estaba seguro de que no se atrevería a hacerlo.

Ana.- Realmente aquello fue como un juego. Yo le contesté: «¿Cómo que no? ¡Ya verás!», y le dije a Emilio: «Tenemos que hacer una historia que tenga una escena fuerte en un ascensor».

E.- Al final lo que conseguimos es que el padre de Ana nos dijera que ella tenía la mano tonta y yo la mente podrida. (Risas).

 

P.Personajes femeninos y erotismo han rodeado tu obra. ¿Elección o destino?

A.- Una mezcla de ambos. Antonio Segura y yo presentamos dos proyectos muy distintos, uno, Eva Medusa, otro, una historia que jamás se llegó a realizar en torno al mundo de los toros. Las dos series eran muy seductoras y se interesaron varios editores por ellas, pero finalmente nos dijeron que sí a Eva Medusa. Quizá si se hubieran decidido por la otra, la de los toreros, mi carrera hubiera sido muy diferente. Luego cuando terminamos Eva Medusa, intenté hacer algo distinto, como lo es de hecho En busca del unicornio, pero tras finalizar esta serie de tres álbumes conocí a Jean Dufaux que me convenció con muy buenas razones de que con un guión como el de Djinn yo jugaba con cierta ventaja, pues se acoplaba a la perfección a mis características como dibujante. Confié en él, era un momento bisagra de mi carrera, y realmente no se ha equivocado ya que el haber hecho diez albumes y haber vendido 750.000 ejemplares de una serie a día de hoy no resulta nada fácil.

E.- Antonio Segura comentaba que con Eva Medusa trataba de hacer una serie expresamente para el público francés, con una receta con ingredientes propios, muy al gusto burgués.

A.- Elegante pero con un toque pervertido. (Risas).

 

P.- ¿Te has sentido cómoda dibujando ese tipo de historias?

A.- Ciertas escenas me han resultado violentas de dibujar, no por ser más o menos explícitas, sino por cuestiones de otro tipo que sería muy largo de relatar. Ellos lo ven de una forma y yo de otra, y finalmente tienes que llegar a un acuerdo. En general, mi visión suele ser menos cruda de lo que me parece leer en los guiones. No cambio nada pero le otorgo una mirada más propia, más como yo veo las cosas. El resultado me tiene que satisfacer, de lo contrario, no lo dibujo.

P.- Una cosa que tienen en común tus personajes es que se trata de mujeres poderosas. Bellísimas pero con una fuerte personalidad.

A.- Y muy malas… Estamos en una época que eso vende y una mujer que dibuja mujeres es un plus, al margen de que a mí me gusta y me resulta mas fácil meterme en la piel de un personaje femenino. No tienes tanta necesidad de buscar referencias ya que el tema femenino lo vivo en primera persona. Siempre he intentado, a través del dibujo y respetando el guión, darle una personalidad y un carácter fuerte a los personajes femeninos, dotarlos de dignidad y comprensión.

 

P.- ¿Te has encontrado en tu carrera dificultades por ser mujer?

A.- Mi experiencia es que no. Me han tratado igual de mal que a mis compañeros hombres. (Risas).

 

P.- ¿Cómo es vuestro proceso de creación de un libro?

E.- Primero, dentro de lo que nos interesa, pensamos en aquello que pueda tener cierto interés para los demás. Hablamos, pensamos lo que puede funcionar tanto creativamente como editorialmente. Valoramos todos los aspectos, porque hacer un cómic conlleva mucho trabajo y no es cuestión de equivocarse alegremente. Una vez que hemos hecho nuestra la idea ya no nos la podemos sacar de la cabeza y la tenemos que hacer tal como nos la imaginamos. Muraqqa’ se lo llevamos ya dibujado a los editores para que se lo leyeran. Es arriesgado porque lo que se suele hacer es vender la historia con cinco páginas y una sinopsis, pero de esta forma tan radical nadie se lleva a engaño: han leído la historia dibujada antes de publicarla. Eso nos da mucha libertad y sosiego para afrontar los meses de realización de un álbum, en caso de llegar a un acuerdo.

A.- Ahora lo que hacemos es presentar el libro completo en un story-board muy acabado, donde estén incluso las expresiones de las caras y los fondos, con lo cual el editor puede hacerse una idea más fácilmente.

 

P.- ¿Cómo nace “Muraqqa’”, vuestro último trabajo?

E.- Muraqqa’ nace a partir de la exposición Fantasías de l’harén i noves Xahrazads que vimos en el Centre de Cultura Contemporània en Barcelona en 2003. Ana estaba a metida a fondo con Djinn y esa exposición nos abrió los ojos al fenómeno de los harenes, que se había dado en todas las culturas y tiempos. Empezamos a descubrir muchas variedades y en varias culturas, y nos fijamos especialmente en las miniaturas persas y mugales que nos ofrecían un mundo refinado y sofisticado que conectaba con la sensibilidad de Ana.

A.- Eso es algo que me encanta: recrear un mundo perdido. Con ello estás devolviendo la vida algo que ya no existe. Si podemos transmitir ese entusiasmo, ese afán de conocimiento por algo perdido, de alguna forma estás diciendo que eso ha existido y que la visión que muchas veces tenemos de otras culturas más antiguas y más bárbaras no es real, que es posible que seamos nosotros los bárbaros comparados con ellos. Te sirve para aprender de otras épocas.

E.- Estamos hablando de principios del siglo XVII, en España se vivía el siglo de Oro y en Inglaterra vivía Shakespeare. Era la época en que Europa se abría decididamente a buscar negocio por Oriente y cuando los poderosos mogoles, que llevaban instalados apenas un siglo en tierras Indias, sabían que su fuerza y supervivencia estribaba en su tolerancia y su permeabilidad. Un escenario que interesa hoy.

 

P.– ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

E.- Eso depende del día que tenga uno. Es imposible ser tajante. Obviamente se ha mejorado de forma global aunque se han creado graves desequilibrios que son, a su vez, los retos del futuro.

A.- Hasta hace prácticamente nada, la religión se ha estado inmiscuyendo impúdicamente en todas las facetas del saber de tal forma que no se puede estudiar el pasado sin conocer las religiones. Lo que hecho en falta de hoy en día frente al pasado es una visión más amplia y humanística de la cultura. El conocimiento se ha parcelado y se ha especializado de tal forma que se ha vuelto un poco absurdo.

P.- ¿Y cuál crees que es la causa?

A.- Puede que realmente lo que nos ha contaminado en los dos últimos siglos sea una visión de la vida capitalista, de sacar el beneficio a corto plazo de todo. Forzamos a la naturaleza, a la creatividad, a las personas, para obtener un rendimiento rápido y transformarlo en dinero. A veces juego a imaginarme como sería un mundo que no tuviera esa visión que lo contamina todo y donde fuera más importante el placer del conocimiento.

 

P.¿Cuáles son tus primeros recuerdos dibujando?

A.- He crecido con un lápiz en las manos. Mis primeros recuerdos en el colegio están ligados al dibujo. En párvulos dibujé un plátano que fue muy alabado porque tenía sus manchas negras y todo. Uno de mis recuerdos más tempranos es que siendo yo muy pequeña, mi familia se mudó de casa y lo primero que hice al llegar a la nueva fue meterme debajo de la mesa de la cocina y hacer un dibujo debajo del cajón de madera.
Mi padre dibujaba muy bien y, aunque no se haya dedicado a ello, siempre nos animaba a dibujar tanto a mi hermana como a mí. En definitiva, había un ambiente muy favorable para que yo pudiera desarrollar esta habilidad.

 

P.- ¿Y el primer momento en el que tienes la inquietud de dibujar cómics?

A.- Imposible acordarme. Siempre ha habido tebeos en casa. Era nuestra lectura habitual junto con las novelas de Julio Verne y Salgari. En el colegio solía dibujar en los márgenes de las libretas las aventuras de mis días escolares, con mis amigas de protagonistas. Quizá esto no sea determinante, muchos niños lo hacen, dibujar es un medio de expresión muy natural, pero lo que nos diferencia a los dibujantes de cómic del resto de la gente es que ya nunca dejamos de hacerlo.
Recuerdo mi contacto con el mundo profesional, la primera vez que vi un original de un autor que había publicado. El dibujante Sento, que era nuestro profesor en Bellas artes, nos llevó un día a su estudio. Me maravillé nada más verlo. El original era tan bonito y tan pulcro, el papel era tan bueno y tan impecable…

 

P.– ¿Cuál crees que es el hecho diferencial del cómic respecto de otras formas de narrar?

A.- Hay una parte muy importante en el cómic que es lo que se transmite pero no está en la página y lo ha creado la mente del lector. Alguna vez me han felicitado por escenas que jamás he dibujado, y por detalles de dibujo que no existían, y es que han visto cosas que están sugeridas pero no están dibujadas. Eso es muy bonito y para mí es todo un éxito.
Además, el cómic tiene un ritmo propio, un ritmo que se ajusta a tu estado de ánimo. Lo puedes devorar o te puedes demorar en cada viñeta. Puedes volver hacia atrás y repasar algo sin apenas perder tiempo en buscarlo. Otra enorme ventaja es que es mudo. Parece que es algo deficitario cuando para mí es al revés: es un valor añadido. Un cómic cambia totalmente según la época en que lo leas, se termina de hacer con tu lectura. Para mí, una película, pase el tiempo que pase, básicamente siempre es la misma película, verla me resulta una actividad un tanto pasiva. La imagen en movimiento y el sonido tienen tal poder de penetración que te dejan muy poco margen para que el espectador aporte algo a la historia, mientras que el cómic sí lo permite, es una actividad mucho más activa.

P.- ¿Cuáles son los modelos y las referencias en vuestro trabajo?

A.- Me gustan muchos autores que nada tienen que ver con mi estilo, pero si me preguntas lo que me influye y lo que busco para enriquecerme cuando estoy dibujando te diré que huyo de los productos muy elaborados, como las películas, y fijo mi atención en la pintura clásica, en los libros de fotos que contienen imágenes cargadas de detalles y, en fin, en todo aquello que considero materia prima de mi inspiración.

E– Seguimos el mismo proceso mental. Si buscas diversión fácil, eliges algo menos participativo, más pasivo. En cambio, cuando buscas inspiración es imprescindible que no te digan más de lo que necesitas para que tu mente se ponga en marcha. Se trata más de emociones, sensaciones, de pasión por los temas que te invita a profundizar y estimular tu imaginación.

 

P– ¿Cómo llega Ana Miralles a tener un estilo tan personal?

A.- No sé si mi estilo es tan personal, es el resultado de diversas influencias y la necesidad de crearte un espacio propio. Al comienzo te sientes insegura, por lo que te acercas a aquello que te parece que te puede dar credibilidad y solvencia. A mí me gustaba la escuela valenciana, de línea clara y elegante, con una factura depurada. Tras un tiempo de intentarlo, no acababa de sentirme cómoda y decidí desembarazarme de premisas, buscar algo diferente y más en sintonía con mis aspiraciones. Me centré en el realismo sin preocuparme de más condicionantes y poco a poco fui desarrollando un estilo propio. Me propuse entender bien lo que dibujaba, sin importarme si era una figura o un fondo. Si dibujo un cojín quiero que se note la textura y la consistencia. Ese entender y conocer aquello que dibujas, incluyéndolo todo, no solo lo que te apetece o más te gusta, te lleva al apasionamiento por tu trabajo. Ahora he aprendido a disfrutar y a valorar la importancia que tienen el conjunto de elementos que componen un buen dibujo, el cómic en definitiva. En parte lo aprendí al trabajar con Juan Eslava Galán, que nos pidió que la ambientación para En busca del Unicornio fuera fiel a la época, lo cual nos supuso una exigente labor de documentación.

 

P.– ¿Qué te parece el salto del cómic al formato digital?

A.- Me cuesta verlo. Todos dicen que la pantalla ha llegado para quedarse, pero para mí a la hora de leer no hay mejor invento que el libro. Es perfecto: no necesitas batería ni tiene obsolescencia programada, se maneja intuitivamente y tienes todo el libro a la vista. Un diseño insuperable. La pantalla resulta cómoda para los que han crecido con ella, pero yo que puedo comparar, me quedo indudablemente con el soporte más clásico.
Me he referido a las cuestiones prácticas de lectura, pero como autora, el salto al formato digital abre la puerta a todas las incertidumbres relacionadas con los derechos de autor. Para quien aún no lo sepa, la remuneración de los autores depende exclusivamente de cada libro vendido. Las cantidades a cuenta que dan las editoriales a los autores son un adelanto sobre esas hipotéticas ventas. La regulación del mercado digital está aún muy difusa y ya llega tarde, pues todo, absolutamente todo, está pirateado. Nosotros nos hemos encontrado nuestro cómic De mano en mano traducido al inglés, sin que hayamos supervisado esa traducción ni, por supuesto, cobrado derechos por su “publicación” digital. No nos cabe duda que alguien si lo estará haciendo.

 

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