Emilio Bueso: «Nos vamos al carajo porque nadie ha planificado nada a largo plazo»
Por Cristina Consuegra.
La identidad narrativa de Diástole (Salto de Página, 2011), segunda novela del autor Emilio Bueso, fue galardonada con el premio Celsius 2012 al mejor título de fantasía, ciencia ficción o terror, galardón que se entrega durante la Semana Negra de Gijón. Esta novela esquizoide narra una historia tan múltiple como única, tan contundente como inusual por estas latitudes; un gran título que reflexiona sobre la relación entre el miedo y la condición humana. En ese extraño afán por pensar en quien sostiene el libro, tras Diástole, Bueso publica Cenital (Salto de Página, 2012), que acaba de lograr su segunda edición, una obra extravagante, ambiciosa, demoledora, pero sobre todo y ante todo, una novela de profunda alma independentista tanto en lo formal como en lo argumental. Cenital es un libro que quema, en el que el lector se enfrenta a una historia que arroja una mirada original sobre las consecuencias de la sociedad del consumo, sociedad basada en unos valores ligados a lo estrictamente material y que arrastran al individuo contemporáneo a un escenario de decadencia y asfixia.
Sobre Diástole
Dada la situación que la sociedad atraviesa desde hace algunos años, ¿por qué trabajar, precisamente ahora, la sensación de miedo desde un ángulo literario?
La literatura de terror contemporáneo proviene de la narrativa gótica que se hacía en el siglo XVIII, y el contar historias de miedo es algo tan antiguo como las religiones. Lo que yo hago siempre ha estado ahí. Si ahora atraviesa un momento dulce, como ya hizo en los 80, habrá que preguntarle los motivos a un sociólogo, porque yo no sé qué decir al respecto… Lo cierto es que no comprendo a la sociedad como ente abstracto. Las modas y las tendencias a menudo se me hacen un misterio.
Yendo a mis motivaciones a la hora de escribir lo que escribo, el caso es que me he criado leyendo literatura de género. Siempre me ha interesado.
En Diástole cocinas sutil pero profundamente el miedo primigenio y la angustia existencial a la manera del fantástico canónico o clásico. Es inevitable pensar en el uso narrativo de la angustia en Henry James o Maupassant o Kafka. ¿Cómo ha evolucionado el miedo? ¿Y cuánto de miedo individual has depositado en la novela?
Hemos pasado de una narrativa de terror muy fantástica -que exploraba lo imposible y lo extraño- a ir fijándonos cada vez más en el hombre como el peor de los monstruos y en la realidad como una maldición. Lo considero una maduración del género. Ahora el miedo se trabaja con los pies mucho más en el suelo.
Yendo a tu segunda pregunta, uno de los escasos temores personales que vuelco en Diástole es el que ha estado a punto de hacerme dejar la escritura en varias ocasiones: la sensación de estar malogrando mi vida al dedicar una parte importante de ella al arte. Ahora mismo en este país ser novelista puede suponerte una desgracia peor que el desempleo. A menudo pienso que un vicio como la heroína me daría una vida mucho más gratificante que la que me está dando la literatura… Conque supongo que eso es lo que me hizo, inconscientemente, dar forma al personaje principal de Diástole, que se debate entre su obra y su adicción.
De entre todos los grandes logros de este título, merece la pena destacar la ambientación; el lenguaje se debate entre un territorio costumbrista aderezado por un uso del mismo más contemporáneo. ¿Cómo trabajaste este aspecto?
Pues porque mi novela pone a un personaje chapado a la antigua a contarle batallitas de guerra a un pintor vanguardista y pinchota que vive instalado en el día a día. Con semejantes mimbres, y ambos narrados en primera persona, es inevitable que el discurso literario tenga un doble lenguaje.
La verdad es que yo tampoco necesito trabajar demasiado algo como eso… Estoy hecho un contrapunto andante. Tengo entre mis influencias más inmediatas a los realistas de vanguardia y a los clásicos del fantástico. Además, en cuanto veo claro cómo piensa un personaje y a qué mundo pertenece yo me aparto y me limito a dejarle hablar.
Otro elemento que hace de Diástole una obra sumamente atractiva es el conjunto de personajes que desfila por entre las páginas que lo conforman, protagonistas de personalidad caleidoscópica y áspera. Leyendo con calma el título se puede llegar a pensar que todo surge por y para el ramillete de personajes, es decir, es como si la contundente historia que se nos narra quedara en un segundo plano ante la gran construcción de personajes realizada. Qué fue antes, ¿argumento o personaje?
Yo no planifico mis novelas. No las visualizo ni las preparo antes de redactarlas. Tampoco conozco bien a sus personajes ni sé qué documentación o ambientes van a dominar el tinglado hasta que la historia no va cobrando forma… En serio, no tengo ni idea de adónde van mis libros más allá de los próximos dos capítulos. El desenlace es algo con lo que me suelo dar de bruces a veces incluso de forma completamente inesperada. Simple y llanamente, planteo un argumento vagamente definido y para atacarlo únicamente despliego un escenario en el que le sucede algo alucinante a alguien que puede ser fascinante. Acto seguido, dejo que la historia se desarrolle por sí misma.
A menudo eso supone que me siento delante del ordenador sólo intuyendo por dónde van a ir los tiros llegada la trama al punto en el que esté y cuando termina la sesión de escritura, me encuentro alucinando bellotas con los giros que ha dado la trama o con la que acabo de liar al meterme por este o aquel derrotero. Y eso puede obligarme a parar para documentarme o a reescribir un párrafo anterior, sí, pero ante todo yo al abordar un nuevo capítulo, siempre improviso. Si luego el acabado resulta sólido o contundente es porque hasta que le entrego a mi editor un manuscrito la novela es reescrita tres o cuatro veces más, a menudo partiendo del folio en blanco, hasta que todo encaja y cierra bien. Lo cual nos lleva a esto otro: soy perfectamente capaz de ponerme a replantear una novela entera tras haberle metido setenta y cinco mil palabras. ¿Por qué no?
Así las cosas yo ni planteé una historia ni unos personajes. Yo para hacer Diástole me limité a dejarme llevar, como de costumbre, aunque supongo que fue cobrando forma primero el personaje principal y no la trama, por aquello de que es una novela en primera persona.
La historia que narras va despejando variables, incógnitas, hasta que se desvela un final que puede ser múltiple. ¿Qué te exigió la elección de esta estructura?
Nada, ya te digo. Yo carezco de un método estratégico, me muevo a espasmos, no ejerzo ningún control sobre mis procesos creativos. Redacto capítulos enteros por ensalmo y aunque algunos termino reescribiéndolos, al final descarto bien pocos y no tengo grandes dificultades para cerrar las historias siempre sin dejar flecos sueltos. No comprendo a la gente que acomete la estética y la expresión plástica como el que proyecta una casa. Para mí eso es lo mismo que ponerle coreografía al follar… Aparte, yo ya tengo mi empleo de ingeniero para programar y planificar diseños. A esto de la literatura he venido porque me apetecía revolcarme en una hoguera, salir de vacaciones dentro de mi cabeza. Tengo un parque de atracciones ahí. Uno de esos que necesitas tiempo para recorrer.
Por tradición y por la propia historia, España debería ser un país en el que el género de terror debería funcionar muy bien, con mayor presencia de títulos y mayor repercusión. ¿En qué situación se encuentra el género de terror en nuestro país? ¿Es más difícil llegar al público con este tipo de títulos?
En nuestro país con este tipo de títulos llegas a un público juvenil o adolescente. Y a una industria precaria y especializada en venderles libros en cuentagotas a los frikis. Si aspiras a conseguir una audiencia mayor y te tomas en serio la narrativa de género lo tienes muy difícil: el underground dirá que eres un snob comercial y la prensa especializada a menudo te sugerirá «que escribas algo serio»… Todo el mundo te va a decir que te ajustes a los cánones, que dejes de espolear a tu caballo muerto.
¿Qué es lo que tiene que suceder en el territorio nacional para que el género de terror, incluso, el fantástico, sea reconocido, más que como un género de entretenimiento, como ese medio desde el que deformar la realidad para (re)pensarla?
Que los autores se dejen de tanto escapismo y ocupen el lugar que les corresponde como cronistas de su tiempo. A día de hoy los autores de narrativa de género interesados, por ejemplo, en abordar la crítica social somos cuatro. Normal que la gente cuando se topa con una novela de género piense que está ante un libro que no tiene más pretensiones que hacerle pasar un rato distraído y no darle nada que sentir o en qué pensar.
¿Y para que dejemos de ver a los vampiros como meros chupasangres en lugar de ese símbolo que busca reflexionar sobre la identidad y el paso del tiempo?
Pues oye, yo en el Drácula, de Stoker, veo a la nobleza muerta en vida, huyendo de la luz del día, esquivando al clero, parasitando al pueblo llano, habitando en castillos apartados… Básicamente, una nobleza como la que tenemos ahora mismo en España, mira. Y con esto que acabo de soltar aquí cabría preguntarse cómo es que todavía no se ha puesto nadie a dedicarle una de vampiros a la aristocracia española. No creo que haya ni un autor que se haya planteado algo así ni por asomo. Así nos va.
Hace poco, te han concedido el premio Celsius 2012 de la Semana Negra de Gijón a la mejor novela de terror, fantasía o ciencia ficción publicada el año pasado en castellano. ¿Qué significado puede encerrar esta concesión en tu trayectoria?
Obtener el espaldarazo del único galardón independiente que tiene la narrativa de género en lengua castellana cambia toda la forma en la que ves tu obra. Y para muestra un botón: hasta que me dieron el Celsius yo andaba pensando en abandonar la prosa poética que tiene Diástole para virar hacia un registro de literatura hecha con literales, como el que tiene mi primera novela. Ahora no me pienso plantear algo así a corto plazo ni harto de vino.
Para satisfacer una curiosidad personal… ¿qué autores leíste durante el proceso de producción de Diástole?
Palahniuk, Stoker, Anne Rice, Bukowski, Wilde, Welsh… Ya ves, distintos palos, pero todo anglosajones.
Sobre Cenital
Cambio de registro brutal, abisal. ¿Cómo te enfrentas a un tránsito tan profundo, tanto en el tratamiento literario como en lo argumental?
Pues cierro un fichero y abro otro. No sé… Para el 2013 quiero publicar una de vaqueros. Pensarás que soy un veleta, pero lo cierto es que todos mis trabajos abordan el miedo de alguna forma u otra.
¿Cómo irrumpe este proyecto en tu vida? ¿Cuál es ese primer destello del que surge todo, por decirlo de una manera coloquial?
Por decirlo de una manera coloquial, en el 2006 yo enseñaba una asignatura facilona a los alumnos de primero de ingeniería. Tuve que catear a un chaval con mucho talento pero que no estaba dispuesto a esforzarse, a lo que él respondió agarrándose un cabreo muy grande conmigo. Salió de mi despacho diciendo justo antes de dar el portazo algo como «¡Voy a dejar la carrera, me iré a trabajar de paleta para un constructor y vendré dentro de seis meses por aquí conduciendo un BMW!». Y eso hizo. Tal cual. Comprendí enseguida que la economía española se estaba yendo al carajo.
Me puse a intentar entender qué clase de abominación era la que hacía que pudiera suceder algo así a un país supuestamente boyante y le pregunté a un catedrático en económicas, que salió de mi despacho diciendo justo antes de dar el portazo algo como «En vez de hacerme preguntas de mierda ponte a averiguar cómo es que sale más caro comprar naranjas y exprimirlas hasta conseguir un litro de zumo que comprar un brik de zumo de naranja de un litro». Y eso hice. Tal cual. Comprendí enseguida que no sólo es que el mundo se esté yendo al carajo. Es que nos hemos instalado en el absurdo más profundo de la historia y que si eso ha sucedido tal vez sea porque la historia de nuestra civilización toca a su fin.
Tenemos un modelo económico que parece diseñado por un mono del zoológico y un mercado laboral que es el sueño de un psicópata. La fragilidad y la estupidez de todo cuanto hemos construido es espantosa a simple vista. Lo que no entiendo es cómo es que nadie la denuncia… Creo que los libros como el mío tendrían que ser bastante más habituales, en un escenario saludable.
A la luz de lo relatado, qué buscas en el lector ¿hacer pensar o hacer actuar?
Necesito que el lector haga algo, aunque sólo sea quedarse pensando tras leer mi libro. Nos hemos acostumbrado a no hacer nada y a no pensar demasiado, y eso es lo que nos ha metido en toda esta crisis tan profunda.
Uno de los aspectos más atractivos de Cenital es la estructura narrativa que planteas, un juego que alterna los fragmentos de obras de autoría diversa con los capítulos que dan forma al título. ¿Tienes clara la estructura desde el principio o aparece conforme la historia va adquiriendo forma?
Lo único que estaba claro en mi cabeza cuando me puse a escribir Cenital es que cuando se acabe el petróleo barato y dejen de fluir del todo las líneas de crédito nos comeremos a nuestros perros y ni así nos salvaremos del hambre. Estamos montados en la bala de la insostenibilidad sistemática, y ahora que vamos ERE que ERE, resulta que aparece gente que nunca se había interesado por nada pretendiendo entender qué es lo que pasa… La verdad es que desde donde yo lo veo todo, la cosa es de cajón: nos vamos al carajo porque aquí nadie ha planificado nada a largo plazo, porque todo cuanto hemos montado es un fraude piramidal: la sanidad, la vivienda, las pensiones, la demografía, las finanzas, la política… Todo se ha construido sobre la base de que pague el pato el que venga detrás. ¿Dos mil años de historia para levantar semejante estafa? ¿Y yo por qué tendría que preparar ningún discurso para denunciar algo así? ¡Mi alegato se ha escrito él solito!
El ramillete de personajes que ofreces al lector, y sobre el que reside la acción narrativa, es ciertamente fascinante, un trabajo en profundidad, tanto en lo horizontal como en lo vertical. ¿Cómo van apareciendo y encajando los personajes que desfilan por Cenital?
Lo mismo me pregunta la aplicación que uso para montar mis novelas. Scrivener es un software que te machaca con eso de los itinerarios narrativos y la estructura de la novela, pero yo paso de él cuando se pone en ese plan. No monto mi discurso siguiendo ninguna estrategia. El propio texto me sugiere que le ceda más espacio a un personaje secundario o no, me dice cuándo tengo que explicar quién es Fulano y cómo llega a donde está. ¿Que ahora se impone que cuente la historia del constructor, o del nini, o del perroflauta? Pues sea. ¿Que me da que ya va siendo hora de que nos pongamos con la historia personal del protagonista justo cuando se adivina el final de la novela? Pues oye, si me suena bien eso es lo que hago yo. Luego leo las críticas y la gente dice que si me he guardado una bomba de relojería con esa sorpresa al terminar la historia… Para nada. Mi narrativa no está tan calculada. Yo viajo a merced de una musa caprichosa e impredecible porque así es como creo que se hacen los libros que pueden sorprenderte.
En la novela, hay un asunto argumental de corte identitario, el tratamiento de la violencia, una violencia primigenia, natural y silenciosa. ¿Cómo ha determinado este elemento la historia?
La violencia, salvando cuatro excepciones, es la piedra angular sobre la que se ha construido la historia de la humanidad. Casi todas las grandes transformaciones sociales se han hecho de muy mal rollo. Sólo los colectivos aborregados renuncian a sus privilegios por las buenas.
Yo no tenía interés en contar eso porque eso es lo que nos cuentan todos los telediarios de un tiempo a esta parte: cada noticia que traen los medios de un tiempo a esta parte viene a resumirse en que cae otra de las conquistas del pueblo sin que nosotros prestemos oposición alguna. Es deprimente. Es ver al vecino desfilando en la cola que le lleva a las cámaras de gas. Yo he querido novelar justo lo contrario. Para algo me dedico al fantástico.
Este título se desmarca con descaro del resto de obras publicadas durante 2012 en nuestro país. ¿No te concede cierto vértigo el haber publicado un título tan arriesgado?
Pues no. Yo tengo algo que demostrar y nada que perder. A mi entender, un autor emergente que no arriesga está más tonto que una piedra.
Dado el curso natural de la humanidad, Cenital es, ¿una utopía o una distopía?
Una distopía. La utopía era eso de que las hipotecas y las mentiras podían acumularse hasta el infinito y más allá.
Este título exige una lectura activa, lectura que deja al lector seco, sin resuello; casi sin esperanza. ¿Tuviste esta sensación durante el proceso de creación?
Tengo la sensación de que estamos perdiendo la esperanza desde que empezó a hundirse el estado del bienestar que me formó como autor. Me parece normal que eso acabe dejando poso en mi obra. Lo que no entiendo es cómo a la gente se le hace tan difícil de asimilar.