Marinería literaria

Por Jesús Villaverde Sánchez.


“Barcos que se cruzan en la noche y ni se saludan ni conocen”


Fernando Pessoa


Los barcos se pierden en tierra. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. 376 páginas. 18 €.


La gente a la que le gusta el mar, como a mí –que me encanta-, experimentamos cierta simpatía instantánea cuando descubrimos que otra persona que hemos conocido es una apasionada del mismo. Automáticamente cuando vi en un escaparate Los barcos se pierden en tierra sentí esa especie de vínculo con Reverte, del que he de confesar que había leído bastante poco hasta entonces, si acaso algún artículo en su Patente de corso, pero ninguno de marineros.

 

Después de saber que el autor es un apasionado marinero, me embarqué en su nave, pues esta obra es más un barco que un libro. Sus páginas salpican agua con sal cuando las pasas y como escribe Jacinto Antón en un magnífico prólogo a los artículos: “El mar restalla en las cuartillas que tengo sobre la mesa y que el viento agita blancas como penachos de espuma. Son las páginas de Los barcos se pierden en tierra…”. Y así es.

 

Con su característico estilo puntilloso y afilado, el autor natural de Cartagena –qué ciudad hay más marinera que ella- nos va desgranando sin perder nunca la elegancia historias de marinos, piratas, puertos y navíos a la deriva, entre otras. El mar, ese maravilloso lugar que, como los barcos, siempre se pierde en la tierra. Ese refugio para el autor, que aquí describe con tanto cariño y mimo.

 

La obra, que recoge artículos desde 1994 hasta hoy, nos desvela a lo largo de su recopilación algunos episodios repletos de amor, por ejemplo hacia su hija a la que ve nadando entre delfines o experiencias con ballenas que evocan al gran Melville. Pero no sólo muestra Reverte amor hacia el mar. También aprovecha su pluma para dirigir nuestra mirada hacia puntos que le gustan menos: los ricachones del yate que atracan en el puerto bajo bandera pirata, los piratas actuales, tan lejos de lo que fueron históricamente los de verdad, o los jóvenes que presumen de su fortuna jugando con sus motos de agua y sus barquitos…

 

Pero además Los barcos se pierden en tierra hablan de mucho más que todo eso. Algunos textos son verdaderos reportajes históricos sobre los marineros de siglos pasados, Churruca o Elcano entre la lista, piratas y bucaneros como el poco conocido Benito Soto, batallas navales memorables, como Trafalgar… Es en el ámbito histórico en el que podemos leer sus divertidas disertaciones en contra de los ingleses, con las que se enfrenta –dialécticamente hablando- a su amigo el académico Marías, conocido anglófilo.

 

La nueva obra del creador de Alatriste reflexiona sobre los sentimientos que nos produce el mar, a través de la mirada del autor, marinero confeso. La soledad de la noche de los pescadores, las evocaciones del silencio del mar en calma, las tormentas de ultramar, las tascas de puerto al anochecer o la tristeza inmensa de tener que alejarse por última vez de la orilla.

 

Permítanme concluir citando al propio Reverte en el último de sus artículos, el que da nombre al libro, y que bien podría ser el soberbio inicio de una novela sobre marinos. El texto narra los sentimientos de un hombre que se aleja por última vez de su barco, en la orilla, y camina hacia la casa que hace mucho tiempo no pisa, en la que están su mujer y sus hijos, que se habrán convertido en extraños, y sus perros, que ya ni le conocerán. El hombre, antes de llegar se gira a mirar el mar, y entonces decide no continuar su camino y regresar. Cuando llega un compañero le pregunta: ¿Bajaste a tierra, por fin? El marinero responde: Baje a tierra. Pero sólo llegué hasta el primer bar. Con esa frase tan sencilla queda recogido el sentimiento de la vida de los hombres de mar. El artículo es extraordinario, la recopilación también lo es.

 

 

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