Nadie lo quiere Creer. La Patria de los Espectros.
Por Rocío Pastor Eugenio.
Una obra en la que los personajes nunca dejan de serlo. El público no ve más de ellos que su caricatura en escena.
Nadie lo quiere creer. La Patria de los espectros de Eusebio Calonge se estrenó ayer en el Teatro Español de Madrid y estará en escena, hasta el 26 de junio, bajo la responsabilidad del Grupo de Teatro Inestable de Andalucía la Baja, La Zaranda. Con más de 30 años de trayectoria y ganador del Premio Nacional de Teatro en 2010.
Mientras le público va llenando la Sala Principal del Teatro Español, los actores en escena bajo una luz tenue, esperan en personaje a que la luz de sala se apague y comience la representación bajo la música de una charanga.
Así se desarrollará la obra, entre metáforas, silencios, velocidades descontroladas y objetos que no cesan de cambiar de ubicación conformando espacios escénicos diferentes a lo largo de la misma en función del guión.
Una constante: el humor. No el humor explícito, si no el humor más sarcástico, irónico, ácido y negro de todos los que a día de hoy pueden encontrarse sobre las tablas de la capital. Un humor que sangra y desgarra presentando la realidad en faldas de camisa, patética y desangelada.
Del letargo despiertan los tres personajes que defenderán la obra. Cansados, entumecidos, amanerados. Son caricaturas de un pasado mejor, sin duda humano que a día de hoy no es más que recuerdos y manías. La vejez. Una vejez que huele a Formol y a bolitas de alcanfor, lleno de polvo y falto de sensibilidad.
La fotografía, la iluminación y el trabajo gestual encumbran a estos fantasmas viejos y quejumbrosos, que con sus maneras hacen que cada asistente se coloque delante de un espejo y se pregunte cuánto habrá de humanidad al final de sus días.
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