Ian Stewart: el invisible Rolling Stone
Con su metro 80 de estatura, sus 90 kilos de peso y ese aire trasnochado del boxeador que pudo ser, difícilmente podría decirse que Ian Stewart pasaba desapercibido. Sin embargo, a lo largo de su vida, muchos fueron los interesados en hacerle desaparecer.
Escocés de aspecto rudo y dedos mágicos, Stu fue uno de los mejores pianistas de su época y a la vez, uno de los más grandes olvidados de la historia del rock and roll. Mal conocido como el sexto Stone, Stewart fue el primero en atender al histórico llamamiento que en 1962 aparecía publicado en el magazine británico Jazz News: al otro lado del anuncio, Brian Jones convocaba músicos para formar una banda de rythm&blues. «Puedes llamarme lo que quieras, pero la realidad es que yo no fui el sexto Stone, fui el segundo».
Curtido en la velocidad del boogie-woogie y capaz de sostener el ritmo hasta la extenuación, Stewart aprobó con nota la audición que poco después daría forma a la primera alineación de los Rolling Stones. Días más tarde llegarían Mick Jagger, Keith Richards, Dick Taylor y Tony Chapman.
Cuando los dos últimos fueron sustituidos por Bill Wyman y Charlie Watts, la banda estuvo completa. Seis sumaban en los ensayos y seis fueron los que debutaron en el Marquee Club de Londres el 12 de julio de 1962, pero para mayo del año siguiente, Stewart ya había sido despedido de la formación que salía a escena. El manager de la banda, Andrew Loog Oldham, decidió que su aspecto no encajaba. Seis caras en una foto eran demasiadas para que los fans pudieran recordarlas.
La prominente mandíbula de Ian y sus camisas en exceso bien planchadas terminaron de justificar el argumento. Stu no era un hombre de excesos: su imagen no daba el perfil.
Excluido así por su apariencia física y su buen comportamiento, Stewart se vio condenado a la sombra del backstage mientras los Rolling se restaban un número sin apenas despeinarse. Por fortuna, ese sacarle a toda prisa de las fotos y el directo no impidió que Ian siguiese trabajando para el grupo.
Donde cualquier otro hubiera hecho un mundo Stu, simplemente, decidió quedarse. Su presencia se convirtió entonces en algo constante que nunca se veía sobre el escenario. Un hombre que afinaba instrumentos y llevaba a los chicos de concierto en concierto por toda Inglaterra. Road manager, chófer, asesor y confidente: a partir de ese momento y afincado siempre en un segundo plano, Ian pasó a trabajar como guía personal en las giras y como músico de estudio en los discos. “Brown Sugar”, “Let It Bleed”, “Honky Tonk Women” o “Dead Flowers” son sólo algunas de sus aportaciones más aclamadas pero sus manos suenan en prácticamente todos los álbumes de los Stones desde las primeras grabaciones hasta Dirty work, trabajo que no llegaría a ver editado debido a su repentina muerte en 1985, poco antes del lanzamiento del disco.
Sereno y respetable, Stu falleció víctima de un ataque al corazón sin haber cumplido los 50. Hoy, un cuarto de siglo más tarde, su nombre aparece de nuevo en un álbum pero esta vez, escrito en la portada. Eagle Récords acaba de publicar Boogie 4 Stu: un más que merecido homenaje que reúne para la ocasión y por primera vez desde 1992, a los cuatro Stones actuales con el ex bajista de la banda Bill Wyman, para interpretar una versión del clásico de Bob Dylan “Watching The River Flow”.
Ideado por el joven admirador de Stewart y nueva estrella del piano Ben Waters, (que actualmente gira por Europa junto a Charlie Watts bajo el nombre The ABC&D of Boogie-Woogie), el proyecto cuenta también con la inconfundible voz de PJ Harvey versionando a Ray Charles en la nostálgica “Lonely Avenue”. Keith Richards, Charlie Watts y Ron Wood, por su parte, dan vida a sendas interpretaciones de “Rooming House Boggie”, de Amos Milburn y “Worried Life Blues”, de Big Maceo. Esta última con Richards como vocalista.
Once canciones tributo, cuyos beneficios irán destinados a la Fundación Británica del Corazón, y un último guiño para el amigo en común que no tuvo nunca su hueco en la foto: «A Stu no le gustaba ninguna de las canciones de Bob Dylan – explica Watts -. De hecho, solo le gustaba “Watching The River Flow”, y no porque fuese de Dylan, sino porque Leo Rusell tocaba el piano».
En 1989 los Stones entraban en el Salón de la Fama del Rock and Roll no sin antes exigir que el nombre de su compañero fuera debidamente incluido como parte fundamental del conjunto. En la autobiografía de Richards siempre se podrá leer: “Ian Stewart, todavía trabajo para él. Para mí, Los Rolling Stones son su banda”.