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Las cosas bien hechas, bien parecen

Por Antonio Pacios.

Poco a poco empiezan a derribarse utopías y tópicos absurdos dentro de nuestra pequeña pantalla. Durante los últimos años hemos podido disfrutar de numerosos logros y grandes gestas en el terreno deportivo, impensables en el pasado. España se ha colocado en el escalafón más alto de la competición internacional. Entre éxitos varios, tenemos un número uno de la ATP, la temporada pasada hicimos triplete en motociclismo, y la Selección de fútbol no sólo fue capaz de pasar los fatídicos cuartos en el Mundial de Sudáfrica sino que, además, al final, alzó la copa dorada de la victoria ante millones de espectadores eufóricos, y un tanto sorprendidos, que la seguíamos en directo a miles de kilómetros de distancia.

Pero, en otros ámbitos, como la ficción televisa por ejemplo, aún nos queda por delante mucha pendiente por subir hasta alcanzar el nivel y la calidad de series que se están haciendo fuera de nuestras fronteras.

Para ser sincero nunca he guardado mucha fe en las producciones que se hacen aquí. Siempre me he mantenido muy escéptico y poco esperanzado frente a ellas. Sobre todo las de televisión, donde los guiones están repletos de frases manidas -chistes fáciles cuando pretenden ser comedias o lágrimas falsas si en cambio son dramas-, decorados de cartón piedra, personajes demasiado planos apoyados en interpretaciones mediocres porque a la hora de elegir el reparto parece que prima más la belleza de las caras que el talento del elenco. Por no hablar de la fotografía o el diseño de vestuario cuando se trata de culebrones de época o ambientados en tiempos de romanos, donde parece que los actores vayan disfrazados y lo único que falta, para que sea un carnaval auténtico, es que suenen de fondo las chirigotas de Cádiz.

Sin embargo, gracias a Crematorio de Canal+, debemos considerar que estamos en el buen camino, al menos en cuanto a credibilidad se refiere.

La serie, basada en una novela homónima de Rafael Chirbes (Premio Nacional de la Crítica 2008 y publicada en Anagrama), cuenta la historia de Rubén Bertomeu (José Sancho), un constructor y promotor inmobiliario de moral perdida que carece de escrúpulos a la hora de ejecutar sus planes. Con un trasfondo en el que se mezclan mercachifles -a gran escala- del ladrillo, negocios turbios tratados con dinero negro, políticos corruptos y clubs de alterne gestionados por mafias rusas en las costas de Levante.

De Crematorio (la serie) me llamó la atención el poster con el que la anunciaban -similar al de una película- que pusieron en las marquesinas de los autobuses; un fotomontaje con el protagonista y una escueta frase en la parte inferior que decía lo siguiente: Serie sobre la corrupción en España.

Se pueden jartar a rodar, pensé. Pero no le dí mayor importancia. A la semana siguiente compré el periódico y me encontré con esa misma instantánea a tamaño de página entera, donde habían añadido pequeñas críticas que la equiparaban en calidad y factura con el sello americano HBO.

Tal “machada” publicitaria no hizo más que acrecentar mi curiosidad. Piqué el anzuelo, lo confieso. Yo no estoy abonado a Canal+, lo confieso también, así que cuando llegué a casa después del trabajo corrí a encender el ordenador para bajármela por internet. Soy un televidente corrupto. Lo sé, me declaro culpable. Aunque ese sería ya otro debate.

A las pocas horas, por mucho que le duela a la señora Sinde, tenía los dos primeros capítulos esperándome en el disco duro.

Después de una breve escena inicial, la sensación que me dejaron los títulos de crédito no fue demasiado buena. De hecho me parecieron una copia descarada de los que abren True blood (HBO). Lo único en lo que se diferencian es que han cambiado las imágenes de la víbora enseñando colmillos, el desierto americano, los coros negros de góspel y el armadillo atropellado en la autopista, por otras más acordes a nuestro país; tumbonas en la playa, construcciones en primera línea de costa, el mar Mediterráneo de fondo, etc. Y el rockero y pegadizo tema I wanna do bad things with you de Jack Everett, que durante meses tuve de politono en mi móvil, aquí suena con ritmo y acordes diferentes. Se llama Cruzando el paraíso y es interpretado de manera soberbia, igual que siempre, por la voz chulesca y canalla de Loquillo. Pero con planos demasiado evidentes acompañando la letra, por ejemplo, cuando el catalán canta: «…yo bajando a los infiernos…» aparece el inserto de una rayita de cocaína que desaparece aspirada por un turulo hecho con billete y continua en el siguiente: «… y tú cruzando el paraíso…», frase que solapa con un nuevo plano de una figurita de la Virgen María sosteniendo al Niño Jesús en brazos.

Mal empezamos -dije en voz alta-, espero que cuando afirmaban que parecía una serie de la HBO no se estuvieran refiriendo a esto.

Lo que vino después me sorprendió de manera muy grata. Crematorio está rodada en alta definición y esto se agradece. No parece que sea una serie de televisión sino más bien una película dividida en entregas semanales. La temporada consta de ocho episodios. La dirección a cargo Jorge Sánchez Cabezudo (en cine, La noche de los girasoles) es excelente. El trabajo de los actores, desde un insuperable José Sancho y en general el resto de coprotagonistas interpretados por Alicia Borrachero, Juana Acosta y Vicente Romero resultan sobrios y convincentes. La fotografía y el cuidado de detalles en los escenarios en los cuales se desarrolla la acción no parecen de este país, cierto, al menos no a lo que nos tienen acostumbrados el resto de producciones.

En resumen, al margen de unos títulos de crédito desafortunados, por montaje no en lo referente al tema escogido, Crematorio se lleva un notable bien alto, rozando casi el sobresaliente. Ha marcado un nivel y de ahí no se debería bajar. Tendrían que tomar nota los demás directivos de otras cadenas y continuar con el ejemplo.

Como dije al principio, van cayendo tópicos y utopías televisivas. ¿Quién se iba a imaginar que España ganara un Mundial de futbol? Se presumen buenos tiempos para la ficción televisiva española. Es hora de empezar a mirarnos el ombligo propio y convencernos de que aquí también podemos hacer las cosas bien.

De seguir manteniendo semejante nivel en el futuro, estoy barajando seriamente la posibilidad de abonarme a Canal+ y no tener así que recurrir a internet un día después. Al César lo que le corresponde al César. Todo el mundo contento: Sinde podría sonreír tranquila. Nosotros, en cambio, más que satisfechos.

*Crematorio se emite los lunes en Canal + a las 22:00 h.

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