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Kwaidan: el arte de ser fantasma

 

Por Guillermo Malagamba.

kwaidanQue Japón y todo lo japonés es sinónimo de éxito en occidente está claro: servidor, como muchos, creció a la sombra de Dragon Ball, Ranma ½ y Captain Tsubasa; a partir de los noventa todo lo japonés pasó a molar, de repente no molaba ser americano como Rambo, sino japonés como Kenshin o Ryu.

No voy a recordarles lo evidente, puesto que puede que muchos de ustedes lo vivieran, quiero llamar la atención sobre el hecho de ser irlandés en el siglo XIX y nacionalizarte japonés para morir en Tokio a principios del siglo XX con todo lo que ello conlleva, llamarte Lafcadio Hearn y escribir un compendio de cuentos imprescindible para entender la cultura nipona, y lo que es peor: que tu libro sirva de referente para hacer una de esas películas que demuestran por qué el cine es un arte.

La cinta en cuestión está compuesta de cuatro relatos de fantasmas de los que poco contaré, sí decir quizá que en esta película es tan importante el continente como el contenido. Estamos ante un ejercicio visual como pocos, gigantescos decorados de papel pintado y delicadas luces y sombras que sumergen al espectador en un universo de imágenes, texturas, formas y colores diferentes a todo lo conocido hasta la fecha, un orgasmo para la retina.

Todo esto por supuesto con mucha calma; tras la cámara, Masaki Kobayashi, quien como también hiciera en La condición humana imprime el ritmo que quiere a una película que tiene la duración que también quiere, para el espectador se tiene que detener el tiempo, ya no está en el mundo real, está transportado más allá de la fina línea donde se confunden lo racional y lo irracional, donde el desarrollo de una batalla naval parece representada por un teatro fantasmagórico.

Si aceptan el consejo de verla –por supuesto en V.O.–, acepten también este: es una película larga, no miren el reloj, desconecten el móvil, hagan todas las palomitas que vayan a comer y no se pierdan ni un segundo, sumérjanse en el maravilloso mundo del Japón sobrenatural y háganlo sin prisas; hablamos de fantasmas, ellos tienen todo el tiempo del mundo.

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